Fernando Trujillo, evaluador escolar para la UE: “Si mejoran las condiciones de enseñanza mejoran los resultados”
El año pasado, Fernando Trujillo Sáez decidió evaluar cómo se había adaptado la escuela al final del curso pandémico. Este profesor de la Universidad de Granada se entrevistó con docentes, familias y estudiantes para dibujar un panorama lo más completo posible del año educativo. La conclusión que sacó de aquellas entrevistas fue clara: el sistema no estaba preparado para lo que le vino encima, aunque el curso salió adelante por el esfuerzo de las partes. Este curso, la UE se fijó en el trabajo que realizó Trujillo y a través del Joint Research Center le encargó la evaluación de este año, que también se ha realizado en países como Dinamarca, Estonia o Hungría.
De la investigación realizada para este primer curso completo pandémico a Trujillo le queda claro que el coronavirus ha servido de “analista del sistema” y ha destapado las cosas que funcionaban y las que no, y nos ha dado alguna sorpresa. “Esta pandemia nos ha dicho que dos de las cuestiones de las que alardeábamos (que somos un sistema inclusivo y que vamos en marcha hacia la digitalización) que sí, pero que nos queda un largo camino por delante”, explica el profesor.
Además, Trujillo tiene claro que ahora que los profesores han probado las mieles de las ratios bajas no van a querer volver a la situación anterior –que es exactamente el plan diseñado por el Ministerio de Educación y las comunidades autónomas– y que van a dar la batalla por mantener unas condiciones de enseñanza que, cuenta Trujillo, han conllevado por sí mismas una mejora en los resultados.
¿Cuáles son las principales conclusiones que saca del estudio?
La principal es que los tres grupos que hemos entrevistado –docentes, estudiantes y familias– están razonablemente satisfechos por el devenir del curso académico y por el hecho de que la presencialidad haya sido la característica fundamental del curso. Aunque las familias ofrecen más claroscuros con la valoración del año, todos se quedan con que la escuela no ha sido un factor de contagio importante, lo cual corrobora otros datos que apuntan en esa línea.
A partir de esta sensación general, a mí lo que más me ha sorprendido es la claridad con la que los tres grupos ven que la pandemia ha permitido hacer un análisis de lo que funciona y lo que no en el sistema educativo de manera estructural, no solo este año puntualmente. Nos guste o no la pandemia ha sido como un analista del sistema. Alguna fortaleza también la ha sabido destacar y espero que sepamos aprovecharlo.
La siguiente pregunta sale sola. ¿Cuáles son las principales carencias?
La primera línea general es que este curso se ha resentido gravemente la atención a los chicos con más necesidades, los que viven en situaciones de mayor vulnerabilidad, los que tienen necesidad de atención específica. Han surgido en las entrevistas proyectos que se estaban trabajando por ejemplo con chicos con TEA que se han detenido o se han resentido gravemente. Les ha afectado a ellos por la necesidad de acotar grupos o no poder ponerse en parejas. Les afecta más a estos alumnos que a los que no tienen estos problemas. Otra cuestión es que el profesorado que normalmente atiende a este alumnado se ha utilizado este curso para desdoblar grupos y el niño que tenía un profesor de refuerzo para aprender mejor la lengua a lo mejor no lo ha tenido. La lectura para el futuro es que hay que reforzar los sistemas de personalización, de atención a la diversidad.
¿Y el asunto de la semipresencialidad que ha marcado el año?
Sí. La segunda debilidad está vinculada con la posibilidad para los centros de que a partir de 3º de la ESO pudieran ofrecer docencia semipresencial. Esto ha generado problemas porque los centros que no tenían docentes o espacio suficiente han tenido que montar sistemas de alternancia. No ha funcionado, el profesorado es muy crítico con esta situación, las familias también, entienden que el alumnado se ha despistado mucho, no ha aprovechado el tiempo, no se contaba con las herramientas tecnológicas... Y el propio alumnado nos dice que le ha parecido perturbador ir un día a clase, otro no, otro un rato. Esto revela la situación de nuestra educación digital, y es problemático. El futuro de la educación pasa por lo híbrido, por tener presencialidad en clase pero poder utilizar herramientas y plataformas digitales. La pandemia nos ha enseñado que tenemos mucho que aprender para esta escuela que incorpora lo digital de manera natural. Esta investigación se ha hecho en otros países, y las diferencias entre Dinamarca o Estonia y España son grandes, en cuanto a la visión y misión de la educación digital.
Habla de cuestiones generales relacionadas con el sistema. ¿Algo más puramente educativo o pedagógico?
Hay una tercera línea, más fina pero muy importante: los protocolos COVID han llevado a la escuela de manera global a utilizar metodologías más convencionales. La lección magistral, por ejemplo, sin crear grupos de trabajo ni proyectos... Ha habido una cierta involución metodológica. No hago juicio de valor, es lo que había que hacer por el protocolo y así se ha mantenido la seguridad. Pero algunos docentes hacían sonar las alarmas con que esta metodología más tradicional se quede cuando el protocolo COVID vaya bajando. Y estos docentes piden que cuando volvamos a la normalidad recuperemos metodologías más activas, salidas al campo a investigar, etc. Estamos en un proceso de innovación educativa de largo recorrido que se ha detenido por la COVID.
Ya que saca este asunto, supongo que es consciente del debate que existe entre el profesorado sobre la conveniencia de innovar, hasta dónde, el esfuerzo del alumnado, aprobados, memorización, si estamos rebajando el nivel... ¿Qué opina de esto?
Desde una perspectiva académica la respuesta tiene poco recorrido. La metodología tiene que ajustarse a la realidad del aula, a los objetivos que uno busca conseguir, al alumnado con el que trabaja, al entorno del centro. La prioridad absoluta es que, como profesionales, tenemos que ser capaces de dominar la gama más amplia posible de posibilidades metodológicas. El debate en redes es simplificador porque la cuestión no es si memorización y lección magistral contra todo lo demás. Yo como docente tengo que saber dar una lección magistral y que se memorice contenido, pero también enseñarles a que los contenidos memorizados los transfieran a una situación diferente de la que lo ha memorizado. Es un poco un debate de barra de bar en Twitter. No tenía sentido que un traumatólogo aplicara lo mismo a todos los enfermos independientemente del golpe o lesión que tenga. La diversidad metodológica es un principio de cualquier profesional.
Volvamos donde estábamos. ¿Cuáles son las mayores fortalezas del sistema?
Algunas son muy obvias. Por ejemplo, la toma de conciencia de la importancia de los centros abiertos como factor de equidad. Es el gran mensaje que como país hemos lanzado. En un país como el nuestro era muy importante mantener los centros abiertos para mantener la equidad, precisamente por el problema que comentábamos antes, que la escuela digital está infradesarrollada.
También los docentes han experimentado qué significa trabajar con una ratio reducida y han constatado que permite una mejor convivencia en el aula, una mayor personalización, pero también unos mejores resultados. Nuestra investigación es cualitativa, pero la unanimidad con la ratio es absoluta. Y me atrevo a augurar que se va a convertir en un caballo de batalla con las administraciones, que se van a encontrar un profesorado que ha constatado que cuando se mejoran las condiciones de enseñanza mejoran los resultados y no sé si van a admitir una vuelta a lo de antes.
Este estudio se ha realizado en cinco países europeos. ¿Cómo ha sido nuestra respuesta a la crisis en relación a los otros?
Con los mimbres que teníamos, creo que la mejor posible. Se han unido la voluntad por la presencialidad, la aportación de recursos (se ha contratado profesorado, es innegable, la aportación al PROA+ ha sido importante, se han comprado equipos para los centros donde hacía falta) y la profesionalidad de los centros y docentes ha hecho que hayamos dado una respuesta más que satisfactoria porque se han preservado las dos cosas que había que preservar: salud y aprendizaje. Ahora la clave es ver qué ha fallado y mejorar en esa línea. Es lo que empiezo a echar en falta, esa reflexión. En algún momento tenemos que afrontar la realidad de la escuela que queremos, si una masificada tipo la de Pink Floyd en The Wall, o si queremos algo más fino. En algún momento tendremos que tomar esa decisión, habiendo modelos. Miras a Dinamarca o Estonia y dices, esto se puede hacer. No es una utopía de universitarios.
¿Han preguntado cómo se afronta el nuevo curso ahora que parece se acaban las medidas extraordinarias?
No era el objetivo central, pero muchos docentes sí mencionaban la temporalidad de las decisiones. Hay un factor positivo que muchos comentaron, que casualmente encaja con lo que el Ministerio intenta vender que se hace. Este año los chicos y chicas tenían que medir temperatura, entrar de una manera, salir de otra... Se ha percibido en los centros que había menos tiempo disponible. Muchos centros han hecho ajustes en el currículo y muchos docentes me han dicho que han ido a lo imprescindible y han percibido que yendo a lo fundamental ha habido un aprendizaje más profundo.
Eso llama la atención...
Es interesante porque, ¿no es esto lo que la exministra decía que se está haciendo en relación al currículo? Vamos a lo nuclear, a lo fundamental, para ir a aprendizajes más profundos y duraderos. Hay una expresión de la Institución Libre de Enseñanza que me encanta: “Ya está bien de tanta reforma educativa, hagamos ensayos de reforma”. Lo decían a finales del siglo XIX. Los docentes han hecho este año un ensayo de reforma y han pilotado, sin saberlo y sin hablarlo con el Ministerio, lo que podría ser el nuevo currículo. Y que el profesorado haya sido capaz de hacer este ensayo de reforma nos lo dibuja como un profesional cualificado, que planifica y es capaz de gestionar sus recursos. Otra es ver si el Ministerio y las consejerías son capaces de aprovechar este movimiento.
También se ha hablado, respecto a la bajada de nivel, del supuesto aprobado general del año pasado (que no fue tal), de que se había levantado la mano para que el alumnado no pagara los platos rotos de la pandemia y que esto suponía un flaco favor para ellos... ¿Ha hablado de esto con los profesores para su estudio?
Nosotros preguntamos específicamente sobre la evaluación y sobre los procedimientos. La respuesta unánime ha sido que se ha hecho igual que antes de la pandemia. Mismos procedimientos, mejores condiciones de aprendizaje porque la convivencia ha mejorado al haber menos alumnos en clase. Misma evaluación, pero mejores condiciones de aprendizaje, el resultado ha sido mejor. El profesorado tiene clara la ecuación.
¿Incluso aquellos que no acudían a clase a diario les compensaba cuando iban siendo la mitad de lo habitual?
Claro, claro. En Ceuta iban media mañana cada día. Los cuatro docentes de allí que hemos entrevistado nos han dicho que ha habido un factor de compensación. Ellos sienten que han mejorado las condiciones de enseñanza y aprendizaje. Se ha mejorado la convivencia, se ha reducido el ruido... Es muy de sentido común. Esto ha compensado factores como la alternancia a partir de 3º en casi todo el territorio. Esto habría que constatarlo con una evaluación diagnóstica, pero podemos constatar este sentimiento en los docentes que han participado en nuestro estudio.
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