“No es fascista, es simplemente cristiana”. Así saludó la prensa ultraconservadora católica la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas. Una mujer de profundas raíces religiosas, partidaria del matrimonio tradicional, contraria al aborto, fan de Juan Pablo II (también lo fue –¿lo es?– de Mussolini) y defensora de la identidad cristiana de Europa frente a los “ataques islámicos” y la “invasión” de inmigrantes. Para muchos, una católica de libro. Para otros, una enemiga del modelo de Iglesia de puertas abiertas del Papa Francisco, en especial en sus políticas migratorias, medioambientales y de diálogo entre culturas.
¿Qué puede esperar la Iglesia de la líder de Fratelli d'Italia? ¿En qué se parece su programa al de Bergoglio? Apenas en el nombre de su partido, que para los creyentes evoca necesariamente a la última encíclica del Papa, Fratelli Tutti. Solo el nombre –y la aparente confesión de fe– unen a Bergoglio y Meloni, que seguramente compartirán en breve audiencia y presencia en los grandes acontecimientos litúrgicos en el Vaticano.
El catolicismo de la futura primera ministra italiana se resumió a la perfección durante el mitin que dio el pasado mes de junio, en plena campaña de las elecciones andaluzas, en Marbella junto a Santiago Abascal y su otrora inseparable Macarena Olona. “Sí a la familia natural, no a los lobbys LGBT; sí a la identidad sexual, no a la identidad de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a las fronteras seguras, no a la inmigración masiva”, dijo entonces Meloni, que gobernará junto a una coalición de partidos dirigidos por Silvio Berlusconi –cuyos enfrentamientos con el Vaticano son de sobra conocidos– y Matteo Salvini, el mismo que se enfrentó al Papa Francisco llamándole –como hizo también Abascal– “ciudadano Bergoglio” cuando Francisco llamó al Mediterráneo “el gran cementerio de Europa” y clamó por la acogida de los migrantes en las costa de Lampedusa –fue su primer viaje como Papa–, mientras el entonces ministro de Interior se negaba a abrir los puertos a los barcos de salvamento.
Los 'principios innegociables' de Juan Pablo II
Meloni, que abraza los “principios innegociables” de Juan Pablo II en todo lo referente al sexo, la procreación o las políticas familiares, y la defensa de la cruz y de la fe ante una supuesta “invasión” del mundo musulmán, aliado con los lobbies LGTBI, no ha dudado en encontrarse con los mayores rivales de Bergoglio en la Iglesia católica, como el cardenal Robert Sarah.
Sarah es ya un clásico para la ultraderecha católica europea, pues hicieron algo similar el líder húngaro Víktor Orbán y Santiago Abascal. También otros adalides de lo que el teólogo Juan José Tamayo denomina “cristoneofascismo”, como el brasileño Jair Bolsonaro, que ve en el Papa uno de los mayores enemigos para su política de quema de tierra y expropiación de la Amazonía, y cuyo futuro político se dirime en las elecciones en Brasil este fin de semana ante un rival, Lula da Silva, que goza de la amistad personal de Bergoglio –quien llegó a escribirle en la cárcel y ha intercedido por él en numerosas ocasiones–.
Aunque el Vaticano no se ha pronunciado oficialmente tras la victoria de Meloni al frente de un gobierno de ultraderecha en Italia –justo cuando se cumple un siglo del ascenso al poder de Mussolini–, lo cierto es que el pasado fin de semana, mientras los italianos votaban, Francisco acudía a Asís para clausurar un encuentro de jóvenes economistas donde reivindicó los valores de Fratelli Tutti, Laudato Si y Evangelii Gaudium, poniendo en el centro “el grito de la Tierra y el de los pobres” y pidió “poner en discusión el modelo de desarrollo” de una “economía que mata” y apostar por el cambio “con los pobres como protagonistas”.
El domingo electoral, desde Matera, Bergoglio invitaba a los católicos italianos a construir “un futuro donde los migrantes, refugiados, desplazados y víctimas de la trata puedan vivir en paz y con dignidad”. En la misa, además, lanzó una andanada contra los supuestos guardianes de las esencias, que solo contemplan ser cristianos cumpliendo órdenes, sin detenerse a ayudar a los más necesitados.
La diplomacia vaticana, pese a estar gobernada por Francisco, sigue hilando fino y sin querer romper puentes antes de tiempo con Meloni. No lo fueron tanto los obispos italianos quienes, antes de las elecciones, pidieron a los fieles “tomar decisiones valientes y orgánicas” sin dejarse llevar por “propuestas políticas oportunistas”. Una llamada, sin mucho éxito, visto el resultado electoral, a “la transición ecológica y la crisis energética, la defensa del empleo, especialmente de los jóvenes, la acogida, protección, promoción e integración de los migrantes”.
Una coexistencia difícil
¿Cómo coexistirán la futura primera ministra italiana con un Papa latinoamericano, defensor de los inmigrantes, que aboga por cambios radicales en la liturgia y que dialoga con musulmanes, ateos y homosexuales? Es una de las grandes incógnitas del presente, con derivadas no solo en Italia, sino también en el resto de Europa, donde la ultraderecha ha conseguido aglutinarse en un grupo cohesionado en torno a Meloni, Le Pen, Orban o Santiago Abascal (la extrema derecha del norte de Europa no cuenta con un componente confesional tan explícito).
Y es que los fratelli de España son los seguidores de VOX, cuyo líder, Santiago Abascal, se paseaba hace una semana en loor de multitudes por el CEU –una de las cunas del movimiento ultracatólico español, y que este miércoles rendía homenaje a uno de los obispos más anti Francisco de los que pisan nuestro país, el recientemente defenestrado Juan Antonio Reig Pla–, llamando a los católicos a ser intolerantes y no tener tantas “tragaderas” con sus principios, y augurando una revolución cultural que parte de los mismos presupuestos que Meloni expuso, con crudeza, en el mitin de junio.
Uno de los puntos donde más chocarán Francisco y Meloni será en la política de cierre de fronteras para evitar la inmigración (algo en lo que la líder italiana coincide, casi punto por punto, con Abascal, Orban o Le Pen), o en las políticas medioambientales. La ultraderecha italiana, como la española, ha renegado de los dos grandes documentos de este pontificado, Laudato Si (la primera encíclica verde de un Papa) y Fratelli Tutti, el gran documento de diálogo entre civilizaciones, considerada casi una traición por los defensores del catolicismo como “la única fe verdadera”.
El único punto de encuentro de Meloni con la Iglesia católica es su postura clara en contra del aborto o la eutanasia, ya que el Vaticano no ha variado su postura sobre estos temas. Pero la mayor parte del programa electoral y los valores que defiende Meloni –como disminuir las ayudas a los más desfavorecidos a los ataques al colectivo LGTBI, por ejemplo– se dan de bruces contra el Evangelio de Jesús y la doctrina social de la Iglesia.
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