Gordofobia: cuando esté delgada, seré feliz
Ahora que acaba el verano, recuperar la “figura perdida” –perdida no sabemos muy bien dónde– parece ser una emergencia social si atendemos a las portadas de las revistas que anuncian múltiples dietas postvacacionales, a los llamamientos de gimnasios milagrosos o a los anuncios de clínicas reconstructoras de un cuerpo que nunca tuvimos pero que anhelamos sin descanso. La gordura parece ser una imperdonable infracción del canon de belleza establecido, una afrenta pública y un estigma poderoso, tanto que probablemente la mayoría de personas que leemos este texto hayamos probado alguna dieta por razones estéticas.
La delgadez se nos vende con infinidad de mensajes que la relacionan con la felicidad, el éxito, el bienestar: desde anuncios de gente alegre vistiendo ropa que solo existe en tallas pequeñas, hasta películas donde los personajes delgados viven y los gordos, en el mejor de los casos, hacen gracia.
Sara Monedero, realizadora del corto documental Gordofobia, advierte que la gordura es una constante en el lenguaje de la vergüenza: “Realicé el corto porque necesitaba desligarme de los cánones impuestos que me estaban torturando más allá de lo soportable. Siempre he sido consciente de que odiar mi cuerpo no es una opción, pero es tan difícil a veces, hay que ser tan fuerte, que analicé el problema y entendí que aquello que sentía respecto a mi cuerpo era vergüenza”.
Activismo gordo
La denuncia de la “gordofobia” agrupa varios proyectos que ponen el acento en la penalización social que reciben los cuerpos considerados excesivos.
Según Magdalena Piñeyro, dinamizadora junto con Carlos Savoie y María Colman de Stop Gordofobia, este rechazo tiene múltiples dimensiones. “La gordofobia es una discriminación estructural en las sociedades occidentales que excluye, ridiculiza y patologiza a las personas que no cumplimos los patrones estéticos impuestos de la delgadez: se nos dice que estamos enfermas con solo vernos, que somos un atentado contra la salud pública; se nos acosa en colegios e institutos, no encontramos ni ropa ni calzado para vestirnos, se nos utiliza como símbolo de lo antierótico, la torpeza, la vagancia, la infelicidad, la gula, la insalubridad, la opulencia... toda una serie de mitos que recaen sobre nuestros cuerpos. Incluso se limita nuestra libre circulación por la calle, donde a menudo se nos insulta”.
Una repulsa estética –las personas gordas son consideradas socialmente como feas– que acompaña una repulsa moral: a los cuerpos gordos se les atribuyen los grandes defectos (pereza, ociosidad, dejadez) de un mundo que premia la productividad y la competitividad. Para Laura Contrera, que coordina el fanzine bonaerense Gorda!Zine, la gordura “es definida tanto por el exceso como por la falta: exceso de grasa, exceso de carne... pero también falta de voluntad, de autoestima. Esto es propio del capitalismo, exceso y falta todo el tiempo”.
La gordofobia se apoya en un discurso médico que la legitima al identificar el llamado sobrepeso con enfermedades derivadas, que afectan, sin embargo, también a personas delgadas. Según Contrera, “venimos en todos los tamaños, colores y tallas. El peso o la talla de una persona poco dicen sobre su estado de salud, sus hábitos alimentarios o su modo de vida. Solo el prejuicio o el odio leen esos cuerpos de una manera unívoca. Como dice la activista británica Charlotte Cooper, cuarenta años de activismo gordo han demostrado que hay otras formas de promover la salud para las personas con alto peso corporal que poco o nada tienen que ver con regímenes o cirugías extremas, o prácticas vergonzantes e injuriantes”.
Para Piñeyro, el debate de la salud incluye la calidad de vida. “Salud es más que unos conceptos numéricos en una analítica de sangre, y más que la operación matemática entre mi peso y mi altura (el IMC de la Organización Mundial de la Salud). Salud también es vivir una vida sin opresiones. La gordofobia afecta a nuestra salud también, en tanto que afecta a nuestras emociones, a nuestro amor propio”.
La tercera línea de la discriminación, que une lo estético y el discurso médico, es la enorme industria que se sustenta en la delgadez y la belleza normativa. ¿Cuántos negocios a gran escala sacan provecho de los complejos? Desde productos light, hasta gimnasios o clínicas de estética, productos milagrosos y publicaciones especializadas, pasando por la industria de la moda con todos sus derivados.
La gordofobia, concluye Contrera, “debería importarnos a todo el mundo, independientemente del peso y cuerpo que encarnamos. Porque la discriminación a los cuerpos gordos encubre muchas veces un odio al pobre, un odio a la cosa desatada, al cuerpo desobediente, indisciplinado”.