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La Guardia Civil bloquea a los animalistas en un nuevo Toro de la Vega con menor tensión

Raúl Rejón

Tordesillas —

Fuera de Tordesillas, a un par de kilómetros del puente sobre el Duero donde taurinos y antitaurinos se han estado concentrando en los últimos años antes del Toro de la Vega, se levanta un polígono al lado de un pinar. Allí termina el festejo.

Antes, entre los árboles, cerca de las naves, se lanceaba al animal. Un campo de lidia nada caballeresco. En esta edición, tras la prohibición legal de matarlo en público, ha sido el escenario de las idas y venidas de Pelado en sus últimas carreras.

Junto al bosquete, una carretera es la vía de escape de los caballistas que hostigan a la res. Al final de esa vía, un mesón sirve de graderío para que los vecinos aguarden la llegada de los que han participado en el Toro. Consumición en mano comentan la jornada. Así ha sido también en este Toro de la Peña.

Lejos, en la entrada de la Vega y ajenos a la tertulia de bar, el grupo de animalistas que había vigilado el inicio del encierro “para que no lo lanceen en secreto”, según contaban, había sido confinado por un equipo de guardias civiles tras un amago de enfrentamiento con otro grupo de taurinos. Un aguacero había disuelto ya mucho el colectivo y había dispersado a los aficionados taurómacos.

Antes del plazo máximo permitido de 90 minutos, un chupinazo había dado fin a la primera edición del encierro que sustituye oficialmente al torneo tordesillano. Una edición en la que los episodios violentos han exhibido una menor intensidad que en otros años.

Un par de horas antes de que se liberara al toro, la ya famosa rotonda en la que los animales pasan del asfalto a la tierra, tenía representantes de grupos animalistas. Un dispositivo de la Guardia Civil ha creado este martes una “franja de seguridad”, como la definía uno de los agentes. La franja ha expulsado a los antitaurinos fuera del recorrido del encierro, a unos 25 metros de la linde del paso.

Más allá de aplausos y pitos cruzados, el tiempo de espera ha discurrido sin grandes tensiones. Una autollamada Plataforma Ciudadana en Defensa del Toro de la Vega ha “convocado” a una manifestación media hora antes de la hora prevista para la suelta de la res.

Después, la megafonía oficial servía de altavoz para su manifiesto en el que arremetía contra políticos, medios de comunicación y animalistas por “imponer de manera dictatorial”, el fin de su manera de festejar. “Tordesillas es referencia de los pueblos con festejos taurinos”, han dicho. La réplica popular ha sido: “Tordesillas, vergüenza nacional”. El megáfono ha presentado a Pelado dando su origen cordobés, su edad, su peso y su divisa. El único protagonista con nombre de todo el tinglado.

Porras y puyas

Con los animalistas lejos del recorrido, los caballistas han ido entrando en la zona de suelta. Portaban garrochas con puya para atosigar al toro en su carrera. Así se los “guía” por el rumbo escogido. Al ver las varas, los antitaurinos han interpretado que se trataba de lanzas con las que acabar con la vida del astado y se han abalanzado hacia los jinetes.

Los agentes de la Guardia Civil han sacado sus porras, rodeado el grupo y bloqueado el avance. Otro grupo de vecinos los desafiaban con garrotes en la mano. Un círculo de guardias contenía al poco más de un centenar de personas que gritaban “¡abolición!”

Con el paso raudo de Pelado por la señal de la Vega, un buen número de vecinos ha ha enfilado hacia el polígono. Tras una hora de idas y venidas de caballos y toro entre los pinos, la organización ha dado por acabado el Toro de la Peña. Los agentes han conducido a los animalistas fuera de la zona de festejos. Estaban solos y no llegaban al medio centenar. En ese camino, los vecinos y aficionados al antiguo Toro de la Vega han increpado a los animalistas con gritos y uno de ellos les ha lanzado un trípode.

Mientras, en La Vega, los caballos salían del barrizal dando una imagen más fantasmagórica que bizarra. Sus jinetes envueltos en mantones de plástico para guarecerse de la lluvia. En el mesón, el encargado impedía el paso a nuevos clientes por “exceso de aforo”. El cambio de modelo no ha afectado, aparentemente, al volumen del negocio. Con todo terminado, más vecinos caminaban hacía ese destino por la carretera.