¿Qué impide desarrollar bebés en úteros artificiales? La realidad frente a la ciencia ficción
Recientemente, se ha hecho viral en las redes sociales un vídeo que plantea un centro (Ectolife) para desarrollar bebés en úteros artificiales. Hashem Al-Ghaili, comunicador científico y productor de películas, está detrás del vídeo que acumula más de un millón de visualizaciones en Youtube. En él se presenta la idea de una instalación que generaría 30.000 bebés al año en tanques que monitorizarían sus constantes vitales y que funcionarían con energía renovable. Desde la formación del cigoto hasta el momento de “dar a luz”, todo el proceso de embarazo se llevaría a cabo de forma artificial.
Según el corto de ciencia ficción, este sistema contaría con grandes ventajas: permitiría a mujeres de edad avanzada, sin útero o con diversos problemas uterinos tener bebés sin recurrir a madres de alquiler, se evitarían las posibles complicaciones que aparecen durante el embarazo y el parto, permitiría un seguimiento más estrecho de la evolución del embrión/feto y la productividad laboral de las madres se mantendría mientras el bebé se desarrolla en el útero artificial.
La futurista idea narrada por Al-Ghaili no es, ni mucho menos, nueva. Aldous Huxley ya presentó en su novela Un mundo feliz, publicada en 1932, gigantescas fábricas de bebés. Por otro lado, la película Matrix (1999) vuelve a plantear este concepto, aunque de forma aún más lúgubre: los seres humanos se mantienen en tanques dentro de enormes instalaciones, desde que son engendrados hasta que mueren, para aportar energía a las máquinas.
Muchas lagunas
Por ahora, llevar a cabo un embarazo completo mediante un útero artificial sigue siendo una idea relegada a la ciencia ficción, y nada indica que vaya a hacerse realidad a corto o medio plazo. Hay dos grandes barreras que lo impiden: las legislaciones que regulan la experimentación humana y el escaso conocimiento científico actual que impide crear un útero artificial funcional.
El embarazo es un proceso extremadamente complejo con muchos detalles que aún se ignoran. Por ejemplo, la placenta es uno de los órganos humanos más desconocidos y complicados pues evoluciona a lo largo del proceso de embarazo. Más allá del intercambio de nutrientes, oxígeno y productos de desecho entre el feto y la madre, la placenta también está implicada en funciones endocrinas (regulación y producción de hormonas), inmunitarias (tolerancia al bebé, incorporación de células inmunitarias) y de protección del embrión/feto.
Dado que nuestra comprensión sobre lo que ocurre durante un embarazo es limitada, hoy en día es imposible recrear de forma artificial las condiciones para que tenga lugar de forma completa. Hasta ahora, todos los intentos para desarrollar un embarazo fuera del útero materno han fracasado en animales.
Una de las mayores expertas en el mundo en este campo es la doctora Hung-Ching Liu, profesora de la Universidad de Cornell. Liu intentó a principios del año 2000 desarrollar embarazos completos con embriones de ratón en úteros externos. Tan solo consiguió que un ratón completase el proceso, aunque nació con importantes deformaciones.
Aunque conseguir un embarazo completo fuera del útero materno no es factible hoy en día, diversas investigaciones sugieren que sí podría ser realista recrear parte de este proceso fuera del útero. Liu y su equipo probaron a desarrollar embriones de ratón en úteros artificiales durante una semana y a continuación implantaron estos en la cavidad abdominal de la madre (no en el útero). En este caso los ratones sí que consiguieron desarrollarse sin deformidades, si bien eran pequeños para su edad gestacional.
Intentos parciales
Una investigación más reciente, con corderos, vuelve a mostrar que desarrollar un embarazo de forma parcial sí podría ser una opción más realista. En 2017, científicos del Hospital de niños de Filadelfia consiguieron que algunos corderos extremadamente prematuros siguieran desarrollándose hasta estar preparados para nacer gracias a un útero artificial. Este útero, denominado “Biobolsa”, contaba con líquido amniótico y una conexión con una máquina para el intercambio de nutrientes y oxígeno en la sangre a través del cordón umbilical. Quizás este enfoque, con un mayor nivel de desarrollo, podría permitir en el futuro que bebés humanos extremadamente prematuros pudieran seguir con su proceso de gestación fuera del útero materno y así llegar al mundo sin secuelas.
En cualquier caso, la ciencia actual no está lo suficientemente desarrollada como para permitir recrear embarazos, completos o parciales, de forma artificial en humanos. La ley actual tampoco lo permite. La legislación de muchos países sobre experimentación humana prohíbe investigar con embriones humanos más allá de los 14 días. Sin embargo, no son pocos los científicos que están solicitando que se revise esta ley para ampliar en varios días el periodo de tiempo en el que se puede investigar con ellos y así conocer mejor varios momentos críticos del desarrollo embrionario.
Una pequeña extensión del tiempo que se podría investigar con embriones humanos podría ser factible, pero una modificación radical de la ley para que se pudiera experimentar con embriones y fetos durante todo el proceso de embarazo sería, a día de hoy, imposible por los numerosos conflictos éticos asociados. Para bien o para mal, las próximas generaciones humanas seguirán dependiendo del útero materno para llegar al mundo.
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