En marzo de 2017 el meteorito de Colomera, un objeto de enorme valor científico e histórico de más de 120 kilos de peso, desapareció de la colección del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC). Nadie ha tenido noticias de su paradero desde entonces ni ha podido seguir estudiándolo, a pesar de que se trata de uno de los meteoritos más interesantes del mundo por su edad y composición, que en la década de 1960 viajó a EEUU para su estudio en el contexto de las misiones Apolo.
El meteorito de Colomera no desapareció de las vitrinas del museo por un traslado temporal o un robo de película, sino por la aplicación de una sentencia judicial. El juez atendía la reclamación de A. Pontes, hija de Antonio Pontes Vílchez, que lo cedió temporalmente en 1935 a la institución. Y ordenaba su devolución a partir de un documento firmado en aquella fecha por el director del museo de la época que decía literalmente que el meteorito se donaba “en calidad de depósito” y estaría “siempre a disposición de su dueño, que podrá retirarlo cuando lo estime conveniente”.
El caso fue un mazazo para la ciencia española, y en particular para el CSIC, pues sus expertos veían cómo se esfumaba un objeto de enorme valor que, de haber sido una pieza de arte o un hallazgo arqueológico habría estado protegido. La reclamación era especialmente dolorosa, pues se había producido como consecuencia de un acto de buena fe y trasparencia de la institución, que en 2008 llevó el meteorito de vuelta a la localidad granadina donde se halló, Colomera, y junto a él exhibió el documento original de la cesión, lo que condujo a la hija de Antonio Pontes a presentar la reclamación.
Una vía para el regreso
Siete años después de aquella pérdida traumática para la ciencia española, el caso puede dar un giro, porque un grupo de herederos de la familia, formado por seis de los nietos del descubridor y una bisnieta, ha llevado el caso a la justicia, ya que consideran que el meteorito les pertenece tanto como a la demandante. Y han expresado su voluntad de devolverlo a las vitrinas del museo, de las que nunca debió salir.
Miguel Pontes Márquez descubrió el meteorito mientras realizaba unas obras en la fosa séptica de su casa en Colomeras entre el 6 y el 7 de septiembre de 1913, cuando se topó con un objeto metálico de gran tamaño. Como había estudiado farmacia, reconoció el interés científico de aquel objeto, pero no fue hasta después de su muerte temprana, en 1928, cuando el catedrático José Dorronsoro y otros expertos lo examinaron con detalle. Fue su hijo mayor, Antonio Pontes Vílchez, el padre de A. Pontes, quien cedió el objeto al Museo de Ciencias Naturales en 1935.
La clave del caso es que Antonio Pontes Vílchez no era hijo único, sino que tenía otros cuatro hermanos que tenían tanto derecho a heredar el meteorito como él, según aseguran en la nueva reclamación. Son los hijos de aquellos cuatro hermanos de Antonio, primos de A. Pontes, los que tras tener noticia del caso por los medios de comunicación acudieron a la justicia, que ha admitido su demanda y celebrará la vista oral el próximo 31 de julio en Almuñécar, en Granada.
“Nos enteramos por la televisión”
“Lo que piden es que el meteorito se adicione a la herencia de los abuelos, que eran los legítimos propietarios y fueron transmitidos a los nietos”, explica José Antonio Sánchez Santana, abogado de los demandantes. Estos también reclaman que la otra parte corra con las costas del juicio y que comparta con ellos los 50.000 euros que el juez ordenó pagar al CSIC en concepto de compensación por los desperfectos y cortes que había sufrido el objeto a lo largo de su historia.
El hecho de haberse enterado de todo el proceso de rebote les causó un gran malestar, alegan, y consideran que la heredera actuó “unilateralmente y sin conocimiento del resto de coherederos”, que “continuaban en la confianza y creencia de que el meteorito seguía depositado y exhibido en el Museo de Ciencias Naturales en Madrid”.
El meteorito es de los herederos de mi abuelo, porque mi prima no es la heredera absoluta, aunque actuó como tal, a nuestras espaldas
“Nos enteramos de lo del meteorito por la televisión, por Telecinco”, se queja Mari Paz, nieta del descubridor del objeto, de 75 años, y una de las firmantes de la nueva demanda. “El meteorito es de los herederos de mi abuelo, porque mi prima no es la heredera absoluta, aunque actuó como tal, a nuestras espaldas”, añade. “Queremos que reparta los 50.000 euros que le dieron y que el meteorito vuelva al museo”, explica a elDiario.es.
Aunque la defensa alegó que no se podía reabrir el caso al tratarse de “cosa juzgada”, el juez lo desestimó y decidió abrir juicio oral, como reclamaban los demandantes. Estos presentan nueva documentación sobre el hallazgo del objeto en 1913 y una cláusula en el cuaderno particional de la herencia de sus abuelos, en 1934, que indica que “si en lo sucesivo, apareciesen más bienes o derechos de los inventariados, se distribuirán y repartirán en la misma proporción que ahora se ha hecho”, lo que incluiría el meteorito.
¿Una solución salomónica?
Si el juez reconoce que el meteorito forma parte de la herencia de los abuelos, informa el abogado de los demandantes, existen mecanismos “para dividir la cosa común” que se remontan al derecho romano. “Se inicia un procedimiento en el que le dice a las partes si quieren quedarse con una parte del objeto o ser indemnizados con la parte del valor que tiene”. Si no hay ningún acuerdo, añade, el juez puede pedir la partición y dividirlo en trozos a cada uno. Esto es improbable en este caso y, de oponerse al regreso del meteorito al museo, la demandada solo podría hacerlo sobre su parte proporcional (una quinta parte), pero no sobre el resto.
“La propiedad es indiscutible, ellos quieren que se añada en el cuerpo de esa herencia, cuando eso era un bien privativo de mi abuelo”, asegura el hijo de A. Pontes —que pide no revelar su identidad. Pese a las informaciones de que el meteorito ha sido troceado y vendido, asegura que el objeto se encuentra en su poder e íntegro. “El meteorito está en toda su integridad, custodiado por nosotros con todas las medidas de seguridad”, asevera el hijo de la demandada, y reconoce que ofrecieron al propio Museo de Ciencias Naturales volver a exponerlo a cambio de una compensación, pero no tuvieron respuesta, como tampoco la tuvieron del Parque de las Ciencias de Granada. “Ojalá la administración hubiera llegado a un acuerdo con nosotros y el meteorito estuviera expuesto y se nos hubiera pagado un justiprecio o un alquiler, porque estábamos abiertos”.
“El meteorito está en toda su integridad, custodiado por nosotros con todas las medidas de seguridad”, asegura el hijo de la demandada
Respecto a la petición de repartir el dinero de la indemnización obtenida del CSIC, el hijo de A. Pontes asegura que el juez deberá tener en cuenta el coste del proceso judicial, que supera los 50.000 euros. “A lo mejor resulta que nos deben dinero”, plantea. Sobre la posibilidad de devolver el meteorito al museo, ya adelanta que ellos se negarían. “Si el Estado les reconociera los derechos, yo me negaría a devolver el meteorito al ministerio y al museo”, informa. “Y lo haría en base a la mala actuación que han tenido a lo largo del proceso original contra nosotros, porque en lugar de intentar resolverlo en términos razonables no nos dejaron más opción que acudir a los tribunales”.
Un detalle importante es que el meteorito de Colomera original, que pesaba 134 kilos, ya estaba fragmentado hasta quedar en los 120,34 kg que le fueron entregados a A. Pontes en 2017. Esta masa es la suma del cuerpo principal de 105,7 kg, otras dos piezas de 12.5 kg y 2,125 kg, y un vial con muestras separadas de 17,3 gramos, que son los que la actual propietaria conserva en una caja fuerte, según relata su hijo.
“Entre 1913, y hasta su devolución a la coheredera demandada, el citado meteorito fue objeto de numerosos estudios y pruebas, fundamentalmente por científicos alemanes del Instituto Max Planck y en Caltech, California”, señala el escrito que ha motivado el juicio, en referencia a otras partes del meteorito que quedan en diversas instituciones extranjeras. Además de algunas pequeñas muestras en el Museo de Historia Natural de Londres y en el Museo Geominero de Madrid, la parte más grande son los nueve kilos del meteorito que se quedaron en Estados Unidos tras el traslado en 1966 y que ahora están repartidos en varias instituciones de ese país.
“El meteorito más importante de España”
El meteorito de Colomera era una de las joyas científicas del Museo de Ciencias Naturales por su edad y su composición particular, que lo hacen especial entre los meteoritos metálicos. “En el aspecto científico, sin duda es el más importante de España, y debería volver a un museo, me da igual el que sea, siempre que quede disponible para el público”, asegura Rafael Lozano, experto en meteoritos del Museo Geominero (IGME), que ha documentado la historia de la roca de Colomera en un trabajo reciente.
Este estudio ofrece los detalles de su hallazgo y dónde se encuentra cada fragmento en la actualidad, después del viaje que hizo el meteorito al Instituto Tecnológico de California (Caltech) y al Jet Propulsion Laboratory, entre 1966 y 1969, acompañado por los químicos españoles Hermógenes Guillermo Sanz (JEN) y su esposa María Luisa Santillana. Fue allí donde el especialista en geoquímica de isótopos Gerard Joseph Wasserburg limpió la superficie y encontró un enorme cristal de feldespato de 11 centímetros de longitud (un hallazgo único en un meteorito metálico) y una fractura primaria que indica que la otra parte de la masa original del meteorito podría seguir enterrada en algún lugar de Colomera.
El interés que tenían los americanos era poder datar su edad y probar sus instrumentos de cara a las misiones en la Luna
“El interés que tenían los americanos era poder datar su edad, gracias a los silicatos incrustados, y probar sus instrumentos con los mejores meteoritos que existieran de cara a las misiones en la Luna”, explica Lozano. “Todas esas inclusiones siguen siendo de gran interés”, añade. “Son como gotitas de vidrio que contienen información muy valiosa, por eso recuperar para la ciencia un objeto que es tan diferente de los otros meteoritos metálicos sería muy importante”.
Patrimonio desprotegido
“El meteorito tiene minerales que no son terrestres y eso es muy interesante para los investigadores”, añade Aurelio Nieto, conservador de la colección de Geología del MNCN, quien recuerda que, por su gran tamaño, esta pieza era la “estrella” del museo y vivió la retirada con una enorme frustración. “Llegó la demandante con el director del centro y me dijeron: vamos a abrir la vitrina y vamos a sacar el meteorito porque se lo llevan”, recuerda.
“Se está favoreciendo a personas que solo buscan su propio beneficio. Este meteorito debería ser patrimonio de todos
Nieto sintió entonces que por parte de la administración no hubo ningún apoyo y “una sucesión de despropósitos” desembocó en la pérdida del meteorito. “Recuperarlo, desde luego, sería un bombazo, porque se los llevaron con malas artes y con cierta humillación”, asegura. Su único temor es que, al no haber prosperado la campaña que él y otros encabezaron entonces para que fuera declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en su momento, haya sucedido lo peor y la sentencia llegue demasiado tarde (aunque el hijo de la demandada niega que se haya troceado o sacado de España).
A la espera del desenlace del caso el próximo mes de julio, Nieto recuerda que, aunque se hicieron algunos esfuerzos, como la mención de los meteoritos en la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad de 2007, a todos los efectos este tipo de material sigue desprotegido. “Ahora mismo la situación es una vergüenza, estamos perdiendo oportunidades y se está priorizando un beneficio particular y privado ante un beneficio que es para la sociedad”, asegura Enrique Díaz-Martínez, investigador del IGME y uno de los científicos que participa más activamente en los intentos de proteger este material legalmente. “Se está favoreciendo a personas que solo buscan su propio beneficio”, concluye. “Este meteorito debería ser patrimonio de todos”.