En la primera línea de la batalla contra la bacteria que nos quiere dejar sin naranjas
Huanglongbing (HLB) significa “enfermedad de las ramas amarillas” en el dialecto de una de las regiones citrícolas tradicionales del sudeste de China. Desde que se detectó allí hace más de un siglo, la producción de cítricos en ese país ha tenido que escapar del problema mediante el cultivo en otras regiones del interior y centro, en el límite climático que permite el cultivo de mandarinos, pomelos, limoneros y naranjos.
La diseminación del HLB por todas las regiones citrícolas de Asia ha restringido el progreso de la citricultura en la mayoría de esos países.
Primero, las hojas de los árboles infectados sufren un amarilleo asimétrico. Luego las ramas se van secando y la producción se reduce. Como consecuencia, los frutos reverdecen, se deforman y se vuelven pequeños y amargos, sin valor comercial. En 5 o 6 años las plantas infectadas mueren desde un punto de vista económico.
El HLB afecta a todas las variedades comerciales de cítricos conocidos, así como a numerosas especies de la familia de las rutáceas usadas como ornamentales y en cocina. Junto a su expansión por Asia, se descubrió en Sudáfrica una enfermedad que producía síntomas muy similares, aunque no tan agresivos, y que se asoció al mismo patógeno.
Pero, ¿quién es el culpable de esta enfermedad?
El HLB está asociado a diferentes especies de bacterias no cultivables que viven en el sistema vascular de las plantas infectadas (Candidatus liberibacter spp.). Es transmitido por dos especies de insectos vectores chupadores (Trioza erytreae y Diaphorina citri para las enfermedades africana y asiática, respecticamente, aunque cualquiera puede transmitir ambas bacterias).
Los animales adquieren la bacteria al alimentarse de la savia de las plantas infectadas. Estos insectos alcanzan poblaciones altísimas en los huertos, son capaces de desplazarse largas distancias en poco tiempo gracias al viento y se adaptan a rangos de temperaturas y humedades bastante amplios.
Desde hace unos 15 años, cuando se detectó por primera vez en América, el HLB asiático ha sido muy destructivo para algunas de las citriculturas más importantes, como las de Florida (EEUU) y Sao Paulo (Brasil). En Florida, la producción de cítricos ha caído un 70% en una década. A día de hoy, quedan pocos países citrícolas en América donde no se haya detectado la enfermedad.
A pesar de las enormes inversiones realizadas, aún no se ha encontrado cura para el HLB. Su control se basa en la eliminación de los árboles infectados sintomáticos y el uso frecuente de insecticidas para intentar reducir las poblaciones del insecto vector.
Sin embargo, estas medidas no son sostenibles a largo plazo.
Hasta hace pocos años, el Mediterráneo era la única región citrícola importante que no se encontraba amenazada, pero esto podría cambiar muy pronto. El HLB asiático ha llegado a Irán y se acerca a Turquía. Ambas bacterias y sus vectores se hallan ampliamente diseminados en la península arábica.
Por otro lado, el HLB africano se está desplazando hacia el norte del continente. En el centro de África se ha encontrado también, recientemente, el HLB asiático.
El insecto llega a España
En 2014, el insecto vector africano se detectó en Pontevedra y, en pocos años, se ha desplazado hacia el interior y sur de Galicia, atravesando buena parte de la costa portuguesa hasta llegar a Almada, al sur de Lisboa, a unos 200 km del área citrícola del Algarve.
Esta región es limítrofe con Huelva y Sevilla, importantísimas para la citricultura española. La experiencia en otros países muestra que el establecimiento del insecto vector va acompañado, al cabo de unos años, de la bacteria. Una vez que el animal se adapta a la región, el microorganismo se difunde como un fuego entre los huertos.
Las bacterias causantes del HLB y su vector asiático aún no han sido detectadas en la UE, pero el riesgo de entrada es elevado debido a la enorme circulación de bienes y personas, así como a las importaciones ilegales de material vegetal.
Una llamada a la acción
Ante la gravedad del problema y la urgencia de buscar soluciones, hemos establecido un consorcio internacional en el que participan 24 grupos de institutos de investigación, universidades, autoridades fitosanitarias, empresas y asociaciones agrarias de 9 países (más EEUU como asesor externo). También hemos conseguido financiación, tanto en Europa a través del proyecto Pre-HLB, como en Brasil y China, para emprender acciones a corto, medio y largo plazo.
Las primeras medidas propuestas para la UE son informativas, para concienciar a los citricultores de la existencia del HLB y de su agresividad. También para enseñarles cómo identificar los síntomas, fácilmente confundibles con los derivados de deficiencias nutricionales.
Para intentar que la bacteria no llegue a la UE identificaremos e inspeccionaremos los puntos críticos de entrada, también monitorizaremos la presencia y dispersión de los insectos vectores.
Estableceremos modelos de dispersión del vector africano en diferentes áreas citrícolas de la UE para prever su movimiento y desarrollar modelos de manejo y gestión de las explotaciones citrícolas para luchar contra el HLB.
Propondremos a las autoridades fitosanitarias europeas y nacionales planes de contingencia adecuados a partir de los datos obtenidos durante los primeros años. También crearemos nuevas herramientas de control de los insectos vectores, similares a las que se están ya poniendo a punto en otros países asociados, así como técnicas de diagnóstico precoz de la bacteria.
Esperamos con todo ello poder limitar la propagación del HLB si se produce la fase inicial de la epidemia.
El proyecto Pre-HLB es un reto científico mundial y la primera colaboración entre Europa, América y Asia. Importantes centros de investigación en biotecnología, epidemiología, entomología, genética y citricultura comenzarán a explorar nuevas vías para desarrollar estrategias sostenibles para limitar el impacto del HLB en la citricultura. Por ejemplo, mediante el uso de biopesticidas, péptidos y agentes antimicrobianos, o variedades y portainjertos que sean genéticamente resistentes a la enfermedad.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.The Conversationaquí