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Madrid y Barcelona están entre las peores de Europa en la lucha contra la contaminación

Madrid y Barcelona, las dos grandes urbes españolas, están a la cola de las ciudades europeas en cuanto a la lucha contra la contaminación del aire que respiran sus ciudadanos. Ambas salen mal paradas en el ranking Sootfree de la Oficina Europea del Medio Ambiente que evalúa las medidas, política y logros que estas poblaciones acumulan durante cuatro años. Si en 2011 Madrid terminó octava, para este 2015, sus calificaciones la dejan en 18º lugar. La capital catalana ha sido evaluada por primera vez. Se ha quedado la 15ª.

El listado lo lidera Zurich (Suiza) que ha escalado tres posiciones. Los análisis se fijan en una batería de variables relacionadas entre sí: cada población es mirada desde el éxito en la reducción de emisiones locales, la implantación de zonas de baja emisión y la prohibición de grandes contaminadores, el uso de incentivos económicos, la flota de coches municipales, las fuentes de contaminación distintas al transporte por carretera, la promoción del transporte público, del uso de la bicicleta, la política de tráfico y movilidad y la transparencia de información. Además, la Oficina pidió a los gobiernos municipales información concreta. No todas la facilitaron. Madrid no contestó al cuestionario de los ecologistas. Barcelona sí.

En el caso de Madrid, los esfuerzos se han quedado estancados. Según este examen, la mayoría de categorías están en situación parecida que en 2011. Pero los esfuerzos de otras capitales la han dejado en evidencia y de ahí la caída acusada. En este periplo, la ciudad gobernada por Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella (PP) ha mostrado “poca acción aunque algún esfuerzo” en cuanto al recorte de emisiones, la creación de áreas con baja polución o las fuentes de contaminación no relacionadas con la carretera. El problema es que Madrid lleva desde 2010 sin cumplir con el límite legal establecido por la normativa europea en cuanto a las concentraciones de dióxido de nitrógeno cuyo origen está (en un 75%) en los motores de los vehículos, especialmente los diésel.

De hecho, en enero de este año, algunas estaciones medidoras de la ciudad ya se habían gastado el número de superaciones de este gas que la ley les permite para todo el año. El nitrogenazo, como lo bautizó la asociación Ecologistas en Acción, provocó que la alcaldesa Ana Botella se excusara en las “muy altas exigencias de la Unión Europea” que son “muy difíciles de cumplir”. El 1 de marzo entró en vigor el plan de restricción de tráfico según los niveles de contaminación que van desde la limitación de velocidad en las autovías de acceso y circunvalación a la prohibición de estacionamiento en la almendra central de la ciudad y la utilización de sólo la mitad de los automóviles.

Así que aunque el Bicimad (el alquiler de bicicletas), la red de metro y la flota de buses a gas compensan en alguna medida: con notas desde el “ni bien, ni mal” hasta el simple “bien”, la ciudad ha perdido puntuación global y se queda en el 57,8%. Es un “suspenso”, según los autores del estudio. En esta clasificación, sólo hay tres capitales por detrás de la española: Roma, Lisboa y Luxemburgo. Estas cuatro junto a Dublín y Glasgow son las que conforman el paquete de cola que no alcanzan el aprobado.

A Barcelona, el ranking le concede un “aprobado” pero por los pelos ya que pone la línea roja en el 60% y la ciudad catalana se clava en el 62%. Aunque en la mayoría de categorías se sitúa en la zona tibia, ni positiva ni negativa, sí se le llama la atención respecto al trazo de parcelas especialmente protegidas o la acción directa contra grandes contaminadores: “Demasiada poca accion”, dicen los evaluadores. En enero pasado tuvo que activarse un protocolo especial (aprobado en septiembre de 2014) ante los datos disparados de polución tanto por el NO como por las partículas microscópicas (PM) que ennegrecían la atmósfera barcelonesa.

Barcelona comparte situación con la italiana Milán y está cerca, sin alcanzar, los esfuerzos de Lión y Bruselas. La capital belga, sin embargo, ha crecido un 6,8% y ha abandonado así el grupo de las que no llegaban a los mínimos.

Visión general

Aunque ninguna de las analizadas llega al sobresaliente, los notables se los llevan Zurich, Estocolmo, Copenague y Viena. Entre ellas se intercambian las posiciones de podio respecto a 2011. Berlín ha pasado de ser la número uno a ocupar el cuarto lugar. Son destacables los progresos que han hecho las dos megalópolis del continente: Londres y París. Ambas han multiplicado sus esfuerzos para paliar los efectos de ser ciudades de más de ocho millones de habitantes. La británica ha mejorado un 13% su puntuación –ayudada por el plan específico adjunto a la celebración de los Juegos Olímpicos–. La francesa gana un 9,1%. Las dos empatan en la sexta posición.

En una perspectiva más amplia, el Sootfree destaca que los valores de micropartículas en suspensión muestran un “progreso considerable”. Y, de hecho, atestiguan que si se toman medidas, el aire se limpia efectivamente ya que Stutgart quedará dentro de los límites legales “en dos años”, cuando venía de una situación muy negativa “con más de 100 superaciones sobre los límites diarios”.

Sin embargo, el agujero sigue llegando con el cada vez más célebre y familiar NO (el gas en el que suspenden las ciudades españolas). De hecho, el documento hace referencia expresa a los recortes presupuestarios como los que se han dado en España “donde los programas de transporte público han sufrido recortes”.

Arne Fellerman, de la organización Amigos de la Tierra en Alemania que ha hecho el trabajo de campo, reivindica que la Unión Europa debe “introducir reglas efectivas que reflejen las emisiones de los vehículos en condiciones reales de conducción”. Una referencia expresa a las críticas que los grupos ambientalistas españoles vertieron, por ejemplo, cuando Alberto Ruiz-Gallardón modificó la ubicación de las estaciones medidoras de Madrid. La ley europea le amparó pero, de un día para otro, la ciudad tuvo valores más benignos.