Fue la voz de los sin voz, el padre de la Teología de la Liberación y uno de los teólogos más perseguidos durante el pontificado de Juan Pablo II. A los 96 años, Gustavo Gutiérrez ha fallecido en Lima, después de un mes ingresado en el hospital. Nada más conocerse la noticia, el cardenal de Lima, Carlos Castillo, alababa al dominico como “un defensor incansable de la opción preferencial por los pobres, frase que él acuñó y que se integró al Magisterio de la Iglesia como un camino fundamental para vivir nuestra fe”.
“Agradecemos a Dios por haber tenido un sacerdote teólogo fiel que nunca pensó en el dinero, ni en los lujos, ni en nada que se pareciera a creerse superior. Pequeño, como era él, supo con su pequeñez anunciarnos el Evangelio con fuerza y ánimo”, señaló Castillo, quien quiso recordar expresamente que, pese a las persecuciones, “este amigo nuestro acompañó a la Iglesia durante toda su vida, siendo fiel en los momentos más difíciles”. Durante el pontificado de Francisco se ha avalado que el de la Teología de la Liberación “es un camino prometedor, sabiendo que el Evangelio es el primero que contiene esa opción”. De hecho, uno de los primeros gestos de Francisco tras ser elegido Papa fue invitar a Gutiérrez al Vaticano, oficializándose la reconciliación entre la Iglesia oficial y la teología de los pobres.
Gutiérrez nació en Lima en 1928 y se ordenó como sacerdote cuando tenía 31 años, tras lo cual publicó numerosos libros y artículos sobre teología y el activismo social. Con más de 30 doctorados honoris causa en universidades de todo el mundo, el dominico siempre defendió que “nunca ha habido una condena” a la teología de la Liberación, pese a lo que todavía hoy aseguran los sectores rigoristas en la Iglesia. Perseguido por los Legionarios de Cristo, el Opus Dei o el Sodalicio, Gutiérrez se mantuvo siempre firme en su defensa del Evangelio de los pobres, y de la lucha por la dignidad de los pueblos oprimidos.
A pesar de las críticas que recibió, especialmente durante el papado de Juan Pablo II, Gustavo Gutiérrez mantuvo siempre una postura de diálogo con la Iglesia, especialmente con el cardenal Ratzinger, con quien mantuvo una estrecha relación, al igual que con otro de los líderes del rigorismo eclesial, el ex prefecto de Doctrina de la Fe Gerhard Müller. Nunca se negó al diálogo, y tampoco abandonó el sacerdocio ni su pertenencia a la orden dominica.
La llegada al papado de Jorge Bergoglio sirvió para reinvidicar a quienes como él, habían luchado por una Iglesia más comprometida con los vulnerables y descartados de la historia, como Leonardo Boff o Ernesto Cardenal. Así, se canonizó a monseñor Romero, y está abierto el proceso de otro de los obispos de los pobres, el brasileño Hélder Cámara. También, se espera, la de otro de sus grandes amigos de la Liberación, Pedro Casaldáliga.
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