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Nagasaki, cuna del catolicismo japonés, espera impaciente la visita del papa
Nagasaki espera la llegada este domingo del papa Francisco para hacer un alegato antinuclear y homenajear a los mártires del catolicismo en el país, donde el credo fue brutalmente perseguido y sus creyentes se vieron abocados a la clandestinidad durante siglos.
Relegada a un segundo plano en la tragedia de los bombardeos atómicos, Nagasaki es el principal bastión del catolicismo (y del cristianismo) en Japón: un 4,4 % de su población profesa la fe católica, mientras que en el resto de regiones no llegan al 0,6 %.
La cantidad es bastante significativa en un país donde la número de estos creyentes es residual. Los católicos representaban apenas un 0,34 % de la población total japonesa en 2018, según las cifras más recientes de la Conferencia de los Obispos Católicos de Japón.
ORIGEN Y PROHIBICIÓN DEL CRISTIANISMO
El simbolismo cristiano de Nagasaki, apodada “la Roma de Oriente”, se remonta al siglo XVI, cuando los primeros misioneros, encabezados por portugueses jesuitas, la orden de Francisco, llegaron al país a través de su puerto, prácticamente la única puerta que permaneció entreabierta durante su etapa de mayor aislamiento.
La llegada de los shogunes, los caudillos militares que gobernaron el país entre 1603 y 1868, marcó el inicio de más de dos siglos de aislamiento y la prohibición total del cristianismo, cuya actividad misionera ya había sido reprimida previamente.
Obligados a pisotear literalmente su fe a través del “efumi” (una práctica que los obligaba a pisar una imagen de Virgen o Jesús y a la que muchos se sometieron para no morir), los creyentes fueron brutalmente perseguidos y se sumieron en la clandestinidad, pasando a ser conocidos como “kakure kirishitan” (cristianos ocultos).
Se cree que unos 5.500 cristianos fueron asesinados entonces.
Uno de los episodios más recordados, considerado la semilla de la sangrienta persecución y que inspiró a Francisco en su incumplido deseo de ser misionero en Japón, fue la crucifixión el 5 de febrero de 1597 de 26 mártires en la colina Nishizaka de la ciudad, cuyo monumento y museo serán visitados por el sumo pontífice.
VESTIGIOS DE LA CLANDESTINIDAD
El monumento y Museo de los 26 Mártires se ubican en el área de la colina donde estos devotos fueron martirizados. Entre ellos se contaban cuatro misioneros españoles, uno portugués y uno mexicano.
En su interior se exponen documentos y objetos usados por los “cristianos ocultos”: rosarios, crucifijos, tablillas “efumi” o estatuas de aspecto nipón como “María Kannon”, imagen de la Virgen María retratada como Kannon, la representación budista de la misericordia, con las que querían evitar ser descubiertos.
Cuando a finales del siglo XIX se levantó la prohibición impuesta al cristianismo, algunos creyentes volvieron a la Iglesia, pero otros no reconocieron el catolicismo como la fe de sus antepasados.
Siglos de ocultación y aislamiento transformaron su religión en un culto totalmente diferente y tras más de 250 años participando públicamente de las prácticas budistas y sintoístas que coexisten en Japón, muchos se vieron incapaces de abrazar el monoteísmo.
LA CATEDRAL DE URAKAMI Y LA BOMBA ATÓMICA
En la ruta del papa Francisco también se encuentra la Catedral de Santa María, más conocida como la catedral de Urakami.
Desde este área del oeste de Nagasaki partió un grupo de campesinos en 1865 para revelar su fe en la iglesia Oura, en el denominado “descubrimiento de los cristianos ocultos”, que marcó una nueva represión sangrienta que culminaría con el levantamiento del veto religioso y el renacimiento del cristianismo en Japón.
La catedral comenzaría a construirse una década después como símbolo de la gran presencia de estos creyentes en el área y en su momento llegó a ser la mayor de Asia Oriental. El edificio actual es, no obstante, una reconstrucción de 1959.
La iglesia está situada a unos 500 metros del epicentro de la explosión de la bomba atómica arrojada por el ejército de Estados Unidos el 9 de agosto de 1945 y quedó prácticamente destruida.
El alegato en contra de las armas nucleares que el papa hará desde la ciudad cobra así especial significado, pues el bombardeo fue el último gran golpe para los cristianos de Nagasaki: unos 8.500 católicos murieron en él, el 70 % de los 12.000 bautizados que había registrados en la ciudad en aquel año.
PRIORIDAD A NAGASAKI
La de Francisco es la segunda visita papal de la historia a Japón tras la protagonizada en febrero de 1981 por Juan Pablo II.
Al contrario que en aquella ocasión, en la que Nagasaki fue el punto y final de la gira nipona, Francisco ha puesto prioridad en esta ciudad, la primera gran parada de su viaje por el país y donde se dará su primer y previsiblemente modesto baño de masas.
El número de católicos no ha variado mucho desde 1981, pero la trascendencia de la visita se antoja mayor en la era de las redes.
El mensaje antinuclear y la petición por la paz volverán a ser el eje de la visita papal, mensajes con el mismo significado para católicos y no creyentes. Las enseñanzas religiosas tendrían poco calado en una población predominantemente budista y sintoísta que, sin embargo, conoce bien los horrores de la guerra y el átomo.
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