“¡Díselo! Diles quiénes son los que vienen a pegarnos por las noches, diles que este pueblo está lleno de fachas”. Dos adolescentes de Alpedrete, en la sierra norte de Madrid, se lo espetan a un concejal que responde a preguntas de la prensa. Las paredes del municipio, rubricadas con esvásticas, refuerzan el contenido de su queja. “Alpedrete resiste, seguimos vivos”, rezan las pintadas. Pegatinas con eslóganes fascistas salpican señales y mobiliario urbano. Muchos en el pueblo se sienten presa de unos pocos. Sobre el sentimiento de persecución se impone el del abandono del Ayuntamiento, para el que los grupos neonazis en la localidad son, al parecer, inexistentes.
“Hay un movimiento de extrema derecha organizado, hasta el punto de que Alpedrete puede parecer la capital neonazi de Madrid. Es un paradigma, en un pueblo aún afectado por el caciquismo de años pasados, donde el poder político sí genera cierto caldo de cultivo”, señala Javier García Centeno, concejal de IU en la localidad.
Por encima del sentimiento de persecución y amenaza, se impone el del desamparo a causa de unas instituciones que no reconocen el problema. Son alrededor de 40 jóvenes, todos de la localidad y muchos de ellos menores. Su bastión, una de las dos antiguas canteras del municipio. Su altavoz, el blog Orgullo Cantero. Entre los últimos post, un mensaje a un antiguo concejal: “Algún día acabará con un cuchillo en el gaznate y sangrando como el guarro que es”. Otro dato. Alpedrete fue el único municipio de la zona donde hubo candidatura de Alianza Nacional, cuya ilegalización estudia la Fiscalía del Tribunal Supremo tras el ataque a Blanquerna en Madrid en la última Diada. En Alpedrete obtuvieron 122 votos, insuficientes para alcanzar representación.
El mercadillo celebrado el 28 de septiembre en un colegio público de Quijorna donde se ofrecía parafernalia neonazi ha abierto el debate sobre la tolerancia de las corporaciones locales ante este tipo de episodios. “España gana la última Eurocopa. En Alpedrete sale un grupo de extrema derecha a celebrarlo a la plaza de la Constitución con megafonía. La propia alcaldesa sale y baila con ellos, salta con euforia, a los sones de un himno nacional con una letra que no existe. Ellos saben que existe una tolerancia clara”, relata García Centeno.
“Aquí no pasa nada”
La regidora, Marisol Casado, del PP, no reconoce que en el pueblo exista ningún grupo organizado y se remite a que los informes de la Guardia Civil y la Policía Local no revelan conflicto alguno.
“Los hechos son que ante cualquier acto convocado por los colectivos ciudadanos de izquierda existe un boicoteo, las paredes se cubren de pegatinas, y no pasa nada. Si un grupo ecologista coloca un cartel se le impone una multa. Hay una doble vara de medir”, explica García Centeno. “A dos miembros del 15M de Alpedrete se les ha multado con 700 euros por colocar carteles, y con esta gente no ha pasado nada”, comenta un vecino que prefiere mantenerse en el anonimato.
“En el último acto de homenaje el pasado julio a Guillermo Elvira, fundador de la Juventud Socialista Unida, se presentó un grupo numeroso a boicotearlo. Llamamos a la Guardia Civil, que inexplicablemente les permitió la entrada porque aquello era un acto público, hasta que los tuvo que echar cuando empezaron a montar jaleo. Eso es poder, eso es impunidad. Y si se pide al equipo de Gobierno que condene la violencia, lo hace pero con el latiguillo de 'venga de donde venga', equiparando innecesariamente, porque en Alpedrete solo llega de un lado”, señala Centeno.
“En Alpedrete la calle es suya”, zanja Esteban Ibarra, presidente del Movimiento Contra la Intolerancia (MCI), que enmarca los acontecimientos de Alpedrete dentro de una estrategia general de la extrema derecha. “Su primer objetivo es tener un ejército en las calles. Que haya 2.000 personas en Madrid que intimiden y que dejen sentir su presencia”. Fuentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional ubican alrededor de 1.000 sujetos activos en la región. La mayoría son captados entre los 14 y 15 años, de clase media o media alta y que ejercen una violencia más difusa. Se dejan sentir en las pintadas que cubren Alpedrete, pero también en Galapagar, Pozuelo, Soto del Real y lo que los investigadores consideran su “reino natural”, el Corredor del Henares, desde Canillejas hasta Guadalajara, donde proliferan cruces celtas y el número 88, que alude a la octava letra del abecedario, la H, y encripta un Heil Hitler.
Durante 2012, el MCI recogió 46 episodios de xenofobia y neofascismo en la región. “Enganchan bien entre parados y no estudiantes, receptivos ante el discurso de un futuro vacío, en el que lo poco que hay se lo llevan los políticos y los inmigrantes, que revientan nuestra tradición cultural. Son captados en ambientes radicales, como los fondos ultras en los estadios de fútbol. Los adoctrinan por internet y los fanatizan en los conciertos, donde se repiten las consignas de odio con el consentimiento de los poderes públicos”, explica Ibarra. Un total de 26 conciertos fueron celebrados durante el año pasado en España, el año en el que la música OI! más ha sonado en la última década. El último concierto estaba planeado para el pasado sábado, justo después de la manifestación convocada por el Movimiento Social Revolucionario y Acción Nacional Revolucionaria, en el Templo de Debod de Madrid bajo el lema “Por la república social española”.
La Policía Nacional desplegó un amplio operativo en San Sebastián de los Reyes, donde se ubicaba también la sede del grupo neonazi Blood&Honour, ilegalizado en 2010. La Policía identificó a un total de 307 asistentes al concierto, más del doble del aforo permitido en el local, de 140 personas, que además tampoco contaba con licencia para organizar conciertos, según la Policía. Entre el público que esperaba la actuación de cuatro grupos, los agentes encontraron a menores de edad, algunos de solo 13 años, dispuestos a escuchar letras como esta de Estirpe Imperial, el grupo español en cartel: “Eh, negro, vuelve a la selva, Europa es blanca y no es tu tierra. Los jóvenes blancos, orgullosos skins, tarde o temprano os sacaremos de aquí”. Durante la intervención policial en el concierto, dos asistentes fueron detenidos por atentar contra uno de los agentes.
Tolerancia y crisis, una combinación peligrosa
Ibarra percibe que hay “una ausencia de acción” por parte de determinadas administraciones. “Sobre todo desde el punto de vista de las víctimas, hay un daño generado socialmente por omisión”, resume Ibarra con una pirueta del lenguaje. “En materia de violencia hay continuidad, pero el activismo es netamente superior. Los conciertos, las páginas webs y su permanencia hacen que los chavales vean una normalización hacia el fascismo, con una libertad de expresión que lo aguanta todo”, señala Ibarra.
Para el profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Carlos Monedero, “el fascismo es hoy en día problemático como tendencia”. Monedero, autor de La transición contada a nuestros padres, coincide con Ibarra en que existe cierta permisividad hacia el fascismo. “En España, la doble vara de medir de los cuerpos de seguridad, que se comportan como cuerpos de 'orden público'; la tolerancia de comportamientos o simbología fascista dentro de la Policía, muy conocida en los antidisturbios; la diferencia entre el trato aplicado a unos estudiantes que protestan por la subida de tasas y el dispensado a los grupos de falange o fascista; la amabilidad con los ultras en el fútbol o la vinculación del PP con el franquismo son elementos preocupantes”, precisa. “Nos dice la historia que en tiempos de crisis, el fascismo crece. Ser tolerantes con el fascismo, como ocurrió en los años treinta, es darle alas. El capitalismo expulsa a la marginalidad a millones de personas que no entienden qué han hecho mal. Si alguien les ayuda a encontrar un culpable, van a estar agradecidos. Por eso, cualquier mínimo gesto de amabilidad con el fascismo –y el franquismo es el fascismo español– debiera ser un delito”, opina Monedero.
La ecuación, sin embargo, no reúne los elementos suficientes para que partidos del corte del griego Amanecer Dorado alcancen las instituciones. “La cuestión del extremismo en España es marginal”, señala el profesor de la Universidad Autónoma Ángel Rivero.
“La extrema derecha no ha tenido un apoyo popular, aunque en algunos sitios puedan darse situaciones extraordinarias. Sobre qué políticas públicas se deben seguir, creo que la libertad de expresión es un derecho fundamental. En la medida en que el extremismo no venga acompañado de violencia hacia las personas, lo natural es que sea respetable. Es funcional y bueno escuchar la disidencia siempre que sea pacífica, porque genera una discusión permanente sobre el valor del sistema. Es así como la democracia aumenta su superioridad moral”, señala Rivero, quien percibe una cierta obsesión hacia los colectivos de ultraderecha. Y añade: “Es una cuestión de oportunidad. La búsqueda del fascismo es una cultura perniciosa para la democracia, una especie de obsesión inquisitorial sobre algo que no ha ocurrido”.
Para Monedero, la actitud de los partidos políticos hacia los movimientos sociales contribuye no obstante a derribar las barreras que contienen el avance de la extrema derecha. “En Grecia, la extrema derecha crece por la crisis económica, algo propio de cualquier crisis del capitalismo. En España, el 15M frenó esa deriva. Sin embargo, crece porque el PP la alienta y la tolera. Fue el portavoz del PP, Rafael Hernando, quien dijo que la bandera republicana, la bandera de una democracia, era igual que la bandera franquista, la bandera de una dictadura. Y el PSOE también tiene culpa. Fue Bono quien puso a desfilar el 12 de octubre de 2004 a un miembro de la división azul que fue a ayudar a Hitler, junto a un soldado republicano de los que liberaron París en la columna de Lecrec al final de la guerra mundial”.