La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería para siempre
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Lo ocurrido en los Feroz no es una excepción: el tabú del acoso sexual en el mundo LGTBI

Marta Borraz

4 de febrero de 2023 22:04 h

0

Tras la detención del productor de cine Javier Pérez Santana por las denuncias de acoso sexual por parte de hombres y una mujer en la fiesta posterior a los premios Feroz se acumularon varios testimonios más que le han señalado por estos mismos hechos. A la mañana siguiente se sumó Bob Pop, que también relató haber sufrido lo mismo en la fiesta: “Vino tres veces a intentar comerme la boca sin mi permiso mientras le esquivaba como podía”. En Instagram lo contó el director Marc Ferrer, que dijo haber sido acosado por Pérez Santana en dos ocasiones. Y añadió: “Que no quede en la anécdota, que entre maricones el acoso está muy invisibilizado”.

Es algo en lo que coinciden varias voces consultadas para este reportaje. A la violencia sexual entre hombres aún no se le ha puesto nombre y apellidos, pero ocurre. “Es un tabú y está silenciada, pero no porque no pase, sino porque pasa pero no la reconocemos. Que existe es indudable e incuestionable”, se muestra tajante el periodista especializado en derechos LGTBI Rubén Serrano. Un “melón por abrir” dentro de la comunidad gay y bisexual masculina lo define Miguel Ángel López Sáez, investigador y profesor de Psicología de la Universidad Rey Juan Carlos especializado en estudios de género y queer.

Apenas hay aún datos y estudios al respecto y no hay evidencias sólidas sobre qué tipos de violencias son más frecuentes entre hombres o con qué intensidad. Pero en general lo poco que existe sobre prevalencia, sobre todo en Canadá y Estados Unidos, apunta a que el riesgo de sufrir violencia sexual “es mucho mayor para las mujeres” y también para los hombres gays y bisexuales, explica López Sáez.

Coinciden los hombres consultados en apuntar a que en el caso de la violencia sexual dentro de la propia comunidad gay y bisexual masculina un aspecto clave es su normalización. A ello apuntó Bob Pop en su intervención tras los Feroz al afirmar que en ningún momento creyó que era denunciable, sino que lo que pensó fue “me ha tocado mi cuota de borracho baboso que te toca en todas las fiestas y te aguantas”. Una experiencia que resuena a lo que las mujeres enfrentan de forma sistemática y sobre lo que sí se logrado poner el foco en los últimos años.

“Es una conversación que tengo con mis amigos y compañeros activistas, que es algo que se da en espacios maricas sobre todo nocturnos y de ocio, un lugar en el que parece que las líneas son difusas. Está lo festivo, el ligue...Ocurre cada día, cada hora. El sábado pasado fui a una discoteca famosa de Barcelona conocida por sus fiestas con público gay y a los tres minutos de llegar a un amigo un hombre le tocó el culo. A mi también me ha pasado. No solo tocamientos, que te besen, que te agarren por detrás sin consentimiento, que te insistan. Lo que pasa es que la mayoría de veces no sabemos cómo reaccionar”, ejemplifica Serrano.

Una cuestión pendiente

Pablo Santos, sociólogo y coordinador del área de masculinidades de Otro Tiempo, también coincide en el diagnóstico de la “normalización”. Y añade que también es relativamente frecuente el “acoso online” a través de redes o aplicaciones de citas. “Como os pasa a las mujeres, no es poco habitual recibir fotopollas sin consentimiento o mensajes directamente de 'me esperas en casa y te violo' sin un 'hola qué tal'. Ese lenguaje está ahí”, explica Serrano. López Sáez apunta a “determinadas lógicas” que no ponen en el centro el consentimiento: “Existe la idea de que si empiezas algo ya no puedes parar o muchos casos en los que es difícil negociar utilizar medios para preservar la salud sexual, por ejemplo”.

Por eso para las personas consultadas es aún una cuestión pendiente a abordar dentro de la propia comunidad frente a la minimización que a su juicio suele ser habitual. Y apuntan a la necesidad de pensar en cómo construir espacios centrados en los cuidados. “Parece una obviedad pero en el mundo marica pasa una cosa y es que no hay mujeres, que son las que habitualmente y debido a la socialización de género, tienen más en cuenta los cuidados. En los espacios masculinos no se da, ya sea en la junta directiva de La Caixa o en una sauna marica, simplificando un montón”, esgrime Santos.

Con todo, Sáez López advierte de la importancia de no caer en prejuicios. “Hay que alejarse de las narrativas que en este sentido vinculan lo gay a lo promiscuo, debemos ser capaces de vivir nuestra sexualidad con libertad y hacer gala de ello y al mismo tiempo poder reflexionar como comunidad”, añade el experto, que menciona varios estereotipos a desterrar. “Ahora el discurso público con la violencia sexual a las mujeres está muy en 'ya no se va a poder hacer nada', poniendo de víctima al hombre hetero. Con nosotros está el riesgo del 'ellos que están todo el día follando deben verlo como normal'”.

Hombres agresores, el denominador común

Los entrevistados coinciden en que en los casos de violencia sexual entre hombres, aunque las víctimas no sean mujeres, tienen una lectura de género y es “patriarcal”. “Está claro que la violencia sexual la sufren las mujeres, pero si cambiamos el foco y lo ponemos en los sujetos agresores, la cuestión es que quienes se permiten este tipo de violencia son los hombres”, explica Santos. Y aunque sea en el caso de homosexuales o bisexuales “tiene que ver con la idea de reafirmar la pertenencia a una masculinidad hegemónica y a una posición de poder sobre el otro, al que piensan en un lugar de sumisión”, añade López Sáez.

El psicólogo considera que en estos casos se suma otra variable que tiene que ver con la construcción de la sexualidad de las comunidades de hombres disidentes y apunta a que la liberación sexual “debemos reivindicarla”, pero también reflexionar sobre “si desde ahí estamos asumiendo determinadas licencias” en el trato hacia los demás que pueden llevar “a banalizar” algunas prácticas violentas.

A la pregunta de quiénes suelen ser los agresores, Serrano responde que son “hombres con poder”, ya sea por que “te pueden abrir puertas” en lo laboral, como es el caso del productor Pérez Santana, o en el ámbito del ocio nocturno “suele ser un hombre que tiene capital sexual y cree que eso le da vía libre a hacer lo que quiera”. En el otro lado, las víctimas, “a las que, de alguna manera se feminiza”, cree el experto, y “es más común” que encarnen estereotipos de género asociados a las mujeres “y no una masculinidad hegemónica” o que sean “super machos”.

¿Y más allá?

Más allá de los espacios LGTBI específicos, hay casos también de violencia sexual hacia hombres por parte de otros hombres, asegura el investigador Erik Porro, que está realizando una tesis sobre el tema en los contextos español e italiano. Y “la matriz común”, afirma, es que “tiene mucho que ver con la construcción de la masculinidad fuerte, agresiva, que ejerce poder” y que además “es un proceso que nunca se acaba”, que “debe demostrarse continuamente” y entre otras vías a través de la violencia sexual, explica el experto.

Un poder que en ámbitos como el laboral o la academia, debido a las jerarquías, suele ampliarse. Es lo que le ocurrió a Jorge, un hombre que denuncia haber sido acosado y agredido sexualmente por un catedrático de la Universidad Complutense de Madrid ya jubilado que era su director de tesis y del equipo de investigación al que pertenecía. “Había acoso psicológico y manipulación que fue creciendo cada vez más, así como lo físico, que empezó poniéndome la mano en la pierna. Lo que ocurre es que la propia dinámica de poder te paraliza”, recuerda.

Aunque nunca llegó a denunciar, sí asegura que hubo responsables en la universidad que tuvieron conocimiento de los hechos, y que tiene conocimiento de otros tres hombres a los que les ocurrió igual. “La vulnerabilidad con la que conviví con esto fue enorme porque no tenía referentes, me costó muchísimo ponerle palabras”, denuncia Jorge.