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El Orgullo toma la calle en defensa de los derechos LGTBI y frente a la ofensiva ultra: “Vamos a seguir aquí”

Marta Borraz

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Que se les vea. Que se vean sus plumas, sus manos agarradas, su pisada firme en el asfalto que tantas veces les fue negado. Con ese espíritu que quiere dar de lado a la vergüenza y al estigma se dan cita este sábado en Madrid miles de personas que, como cada año, convierten el Orgullo de la capital en uno de los más masivos del mundo. Esta vez bajo el lema Educación, Derechos y Paz: Orgullo que transforma, la movilización toma la calle en forma de riada arcoíris contra la ola reaccionaria que pone en la diana los derechos LGTBI y muestra su lado más reivindicativo: frente a los que quieren armarios, visibilidad.

Como cada año, la gran afluencia de gente ha obstaculizado el arranque de la cabecera, que ha echado a andar con los primeros acordes de ‘A quien le importa’, de Alaska. “Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”, tararean los manifestantes y quienes sujetan la pancarta principal: las activistas de los colectivos comparten este año espacio con varios representantes del Gobierno, entre ellas la ministra de Igualdad Ana Redondo y la vicepresidenta y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, pero también el ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska o el titular de Cultura, Ernest Urtasun, además de representantes de partidos políticos como la senadora de Sumar Carla Antonelli.

“No podemos dormirnos en los laureles”. Es la mejor receta que se le ocurre a Renato, un hombre gay de 79 años, para intentar conservar los avances conquistados. La experiencia le permite decir que “hace 15 o 20 años pensábamos que todo seguiría avanzando”, pero tiene claro que “ahora lo que estamos viendo es que no es así, que en cualquier momento pueden acabar con los derechos conquistados y lo harán si no seguimos en las calles”. Con una camiseta que reza “love is not a crime” (amar no es un crimen, en inglés), Renato lamenta las retiradas de banderas de los balcones institucionales: “Es un símbolo pero de alguna manera nos está diciendo que tenemos derecho a estar aquí y además con todos los honores”.

Desde antes de que dé comienzo la marcha, el ambiente festivo, la música y la purpurina se entrelazan con los mensajes políticos de la forma en la que solo ocurre en el Orgullo. En la retina de los manifestantes están las retiradas de banderas arcoíris de las instituciones por parte de Vox y el PP, los carteles del Ayuntamiento de Madrid con dibujos de tacones y condones o los recortes de las leyes LGTBI y Trans de Isabel Díaz-Ayuso. Un contexto que forma parte de la ofensiva global a los derechos del colectivo en todo el mundo.

Por eso, este año la protesta pone el foco en las aulas y reclama educación en diversidad como forma de contener “los mensajes de odio” en auge así como el cumplimiento de la Ley Trans. Porque sí, muchos derechos se han conquistado y la diversidad y visibilidad alcanza grandes cotas, pero también empiezan a emerger datos que preocupan: las denuncias por delitos por orientación sexual o identidad de género han subido un 9% en un año y el 66% de las personas LGTBI considera que los prejuicios y la intolerancia han crecido en España en los últimos cinco años, revela la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA), que acaba de alertar de un repunte de la violencia sobre el colectivo.

Una explosión de colores se abre paso mientras centenares de personas ven pasar la manifestación a ambos lados de la calle. Laura (19) y Lucía (17) llevan el arcoíris de todas las formas que pueden: en pulseras, pintada en la cara, en el abanico que ayuda a amortiguar el calor y en la bandera atada al cuello. Son de Atienza y Sigüenza (Castilla-La Mancha), se conocen del instituto y es la primera vez que vienen, así que han querido ataviarse para la ocasión y han comprado los elementos arcoíris esta mañana, al bajar del tren. 

“Porque es importante la visibilidad” es la respuesta que da Laura, que se identifica como lesbiana, a por qué este par de amigas primerizas ha decidido venir este año. “Siempre hemos existido, pero durante mucho tiempo se nos ha querido ocultar. Vamos a seguir aquí”. Lucía asiente y añade: “Además socialmente todavía sigue habiendo violencia y discriminación, insultos, palizas… La gente hace comentarios, nosotras lo hemos vivido, que se dicen, medio en broma medio en serio, pero se siguen haciendo”.

“Me gustan las peras, me gustan las manzanas y en la cama me meto con quien me da la gana” o “el Orgullo no es solo de ciudad”, corean los manifestantes a ritmo de batucada. Muchas organizaciones venidas de distintos puntos del país se dan cita en la calle. Es el caso del colectivo Plural, de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), al que pertenece Gonzalo, un joven trans de 26 años que porta la bandera del colectivo. “He venido porque todavía tenemos que ser más visibles. Hasta hace poco las personas trans estábamos ocultas y no ha sido hasta hace muy poco cuando hemos podido hablar de nosotras mismas”, cuenta.

Familias, niños, jóvenes y mayores marchan en colectivos o a título individual. La diversidad es, una vez más, la seña característica de la movilización. Pistolas de agua con las que mojar al compañero, una foto a la drag queen con tacones infinitos que posa ante las cámaras, gente que incluso ha traído sillas para ver pasar el desfile. De todo cabe en el Orgullo. Al tiempo que la cabecera avanza hacia Colón, donde culmina la marcha, todavía hay pancartas y gente, mucha gente, esperando para avanzar en el punto de partida, Atocha. Detrás vendrán las carrozas con las que los asistentes bailarán y cantarán en la parte más festiva de la cita. Max, de 22 años, va dentro de la manifestación y recuerda “los más de 60 países” en los que “ser parte del colectivo es ilegal”, en algunos casos incluso penado con la muerte. “Aquí lo que veo es cada más gente que normaliza mensajes de odio pero también más gente comprometida”, explica sobre la polaridad que caracteriza al contexto español.

“España es un país referente en el mundo, aunque quedan muchos derechos por ganar”

“Hoy estamos aquí para celebrar y reivindicar. Celebrar quienes somos, nuestra identidad y diversidad y reivindicar el fin de los discursos de odio y aulas libres de homofobia, bifobia y transfobia”, ha dicho Rony de la Cruz, presidente de COGAM poco antes del inicio de la manifestación. Le ha seguido Uge Sangil, presidenta de la Federación Estatal LGTBI+, que ha querido dar las gracias al Gobierno de coalición “por no esconder la bandera LGTBI en ningún cajón” y ha reclamado que el Orgullo es un espacio “inclusivo” con los derechos de las personas con discapacidad y racializadas, los migrantes, las mujeres y otros derechos como el de la vivienda. 

A las presidentas de los colectivos organizadores les acompañaban este año miembros del Gobierno que junto a ellas van en la cabecera de la manifestación como Yolanda Diaz y Ana Redondo. Ambas han reivindicado al Gobierno como “dique de contención” frente a “la ola de ultraderecha que quiere devolvernos al armario y recortar la igualdad y la libertad”, ha dicho Redondo, que se ha comprometido a “seguir avanzando en derechos”. Díaz, por su parte, ha nombrado directamente a PP y Vox y sus “ataques a las personas LGTBI en muchas comunidades”: “Pero hay que decirles que no van a ganar […] España es un país referente en el mundo, aunque quedan muchos derechos por ganar”.

Personas a título individual y colectivos sociales venidos de todo el país, sindicatos y partidos políticos se dan cita en el madrileño Paseo del Prado. Muchos claman también por “el fin del genocidio de Israel en Palestina”, que es la tercera de las grandes reivindicaciones en las que la Federación Estatal LGTBI+ y COGAM han querido centrar la manifestación. “Paz para Palestina, viva Palestina libre, viva el Sahara libre. Nadie nos va a volver a meter en cárceles ni en el armario”, ha zanjado Sangil.