España tiene hasta 20.000 hectáreas para el cultivo legal de marihuana
Aunque no lo parezca y, desde luego, no se hable de él, en España existe un sector del cannabis legal. Cinco empresas tienen permiso del Ministerio de Sanidad para cultivar cannabis en nuestro país con fines terapéuticos y de investigación. 20.000 hectáreas. Pero básicamente hasta ahí llega la información que ofrece el Gobierno. Todo lo relacionado con esta sustancia es opaco bajo el argumento de que es un estupefaciente y de las drogas no se habla. Y, ya se sabe, si de algo no se habla de algo, no existe.
El Ejecutivo explica en una respuesta parlamentaria a la diputada socialista María Aurora Flórez, que ha autorizado a DJT Plants Spain S. L. y a Alcaliber, S. A. a cultivar cannabis con un contenido superior al 0,2% de THC (el principal principio psicoactivo de la planta) con fines terapéuticos. Además, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) también ha dado permiso a Phytoplant, la Universidad Politécnica de Valencia, CIJA Preservation S.L. Y DJT Plants Spain, S.L para cultivar cannabis con más del 0,2% de THC con fines de investigación.
Sanidad también informa en su respuesta de que la AEMPS ha autorizado el cultivo de “aproximadamente 20.000 hectáreas” –20.000 campos de fútbol– de plantas de cannabis con fines de investigación, aunque no especifica si se ha plantado efectivamente todo este terreno. El otro dato sobre la cuestión que ofrece el Ministerio es que ha recibido 160 solicitudes de autorización de cultivo y solo ha aprobado las seis mencionadas.
Silencio empresarial
El cultivo de esta planta está muy regulado y controlado por la ley 17/1967 (cuando se estableció que el cannabis era una droga y su consumo estaba prohibido), explica Sanidad. Las razones principales para denegar permisos, según informa la AEMPS, son que la finalidad del cultivo no se encuentre entre los que prevé la ley (“no se permitirán otros usos de los estupefacientes que los industriales, terapéuticos, científicos y docentes autorizados”, dice la norma en su artículo 22), que no se haya designado un fabricante autorizado al que se entregará la cosecha y se encargará del tratamiento para su transformación y que no se acredite el origen lícito de las semillas y/o plantas que se pretenden.
Una de las compañías agraciadas es Alcaliber, empresa líder en producción mundial de morfina y tebaína, que ha conseguido un permiso para cultivar 1.085 hectáreas en España, según publicó 20minutos —una licencia muy golosa a la que aspiran muchas compañías— aunque, dice el Ministerio, aún no ha comenzado su actividad. La compañía no ofrece información alguna sobre su trabajo. Al otro lado del teléfono, una operadora explica que no tienen departamento de prensa, comunicación o márketing porque no pueden hablar de su actividad ni publicitarse, y remite al Gobierno.
Dicho y hecho, Sanidad explica que “Alcaliber está autorizada para el cultivo, producción, fabricación, importación, exportación, distribución y comercio de Cannabis sativa y sus productos. El destino del cannabis y de los productos del cannabis obtenidos de estos cultivos [extractos, tinturas, principios activos como cannabidiol (CBD), cannabinol (CBN), etc.] sería tanto la exportación, como la fabricación de medicamentos en entidades autorizadas por la AEMPS, la realización de ensayos clínicos autorizados por esta Agencia o fines de investigación”.
Cabe matizar que, actualmente, solo existe un medicamento autorizado en España basado en el cannabis, el Sativex. Este hecho genera muchos problemas a los usuarios del producto con fines terapéuticos, porque se ven abocados a la clandestinidad y aún así es probable que no sepan qué se están administrando.
La otra empresa con permiso para cultivar cannabis con más del 0,2% de THC es DJT Plants Spain. Una rápida búsqueda en la web revela que esta es una pequeña compañía compañía fundada en 2015 con 3.000 euros de capital. Los intentos de este diario de contactar con la compañía han sido infructuosos. Sanidad informa que la empresa “está autorizada para la producción y exportación de semillas y esquejes de plantas de cannabis. La especie de cannabis que esta empresa cultiva es una variedad de bajo contenido en THC y alto contenido en CBD y el destino de los esquejes y semillas que se obtienen es la exportación”.
Los problemas de investigar con cannabis
Mientras llega o no llega la aprobación del uso de derivados del cannabis con fines terapéuticos en España —lo cual no parece que vaya a ocurrir en breve, toda vez que, aunque la cuestión ha entrado en el Congreso y tiene el apoyo de varios partidos no se va a tratar de momento— la investigación con los principios activos de la planta con fines médicos y terapéuticos es la otra gran pata del cannabis legal en España.
Para los investigadores, tratar con una planta cuyo cultivo no es legal en España y por tanto es difícil de adquirir no supone un gran problema per se, según explican. “La inmensa mayoría no trabajamos no cannabis sino con cannabinoides, que no es lo mismo”, explica José Martínez Orgado, jefe de neonatología del Hospital Clínico San Carlos. “Lo raro, aunque hay gente que lo hace, es coger un planta e investigar con ella”.
La razón es que la planta contiene unas 200 sustancias y para estudiar el efecto específico de una de ellas (entre las más comunes están el cannabidiol, CBD, o el tetrahidrocannabinol, THC) si se prueba con toda la planta no se puede saber con exactitud qué resultados son achacables a esa sustancia y cuáles a la acción de otras.
Sin embargo, esto no quiere decir que los investigadores no afronten problemas. Si se quiere trabajar con ciertos compuestos “puedes tener algún problema a la hora de adquirir o importar algún tipo de THC que venga de fuera, tienes que pedir permiso a Aduanas con un papeleo tedioso”, explica Martínez Orgado.
Y esta burocracia hace que algunos investigadores ni lo intenten. “Es cierto que, al no ser legal, te planteas menos cosas por las trabas que encuentras si quisieras utilizar la planta entera”, concede Ekaitz Agirregoitia, investigador al Universidad del País Vasco y miembro del Observatorio Español de Cannabis Medicinal, quien también trabaja con los compuestos.
El verdadero problema que encuentran los investigadores aparece a la hora de realizar ensayos clínicos. Por un lado, explica Martínez Orgado, por la dificultad de encontrar alguien que te suministre plantas con una determinadas características, que sean siempre las mismas. El cannabis tiene infinidad de variaciones y en cada variante de la planta la concentración de un principio activo es diferente.
“Cuando coges una planta, sacas la yerba y la inhalas, ¿qué estás inhalando? ¿Cuánto THC, cuántos terpenos, cuánto CBD? No se puede saber exactamente qué se está tomando”, sostiene este médico. “Y eso es un problema cuando investigas, tienes que saber qué estás investigando y de qué está compuesto. Es como si haces una dieta sin saber cuántos hidratos o proteínas tiene la comida que ingieres”.
Y si es difícil para los investigadores, ni hablamos de los pacientes. “Un gran hándicap es que les cuesta mucho conseguirlo y cuando lo haces te la estás jugando hasta cierto punto”, afirma Agirregoitia. “Y aún así no es ese el mayor problema. El mayor inconveniente es que tienes que pasar por un comité de ética en el que vas a utilizar pacientes que están consumiendo esta sustancia y te van a preguntar de dónde has sacado los pacientes, de dónde sacan ellos el producto...”, argumenta.
Martínez Orgado concluye con una reflexión amarga. “Hay más problema en cuanto al escepticismo de la profesión que los problemas legales que puedas tener ante una cosa”, lamenta. “La gente, los compañeros, levantan la ceja cuando les dices que estás investigando con cannabidiol. Hay bastante renuencia y prejuicio ante el hecho de que sea cannabis”.