Huele a viejo, a rancio. Al rastro claustrofóbico del fantasma de la dictadura. Huele a Franco. El Pazo de Meirás (Sada, A Coruña) es la marca viviente del botín que el militar golpista sacó de los derrotados en la guerra civil española. Y, como ha comprobado una delegación de eurodiputados, las huellas del ‘caudillo’ siguen estampadas en cada rincón de una finca que los descendientes del dictador venden por ocho millones de euros.
Una delegación internacional de eurodiputados ha visitado este viernes el pazo. La comitiva estaba compuesta por Ana Miranda, del BNG; Miguel Urban, de Podemos; Izaskun Bilbao, del PNV; Jordi Solé, de ERC; y Jill Evans, de Plaid Cymru de Gales. La visita a Meirás es parte de las propuestas del ‘Grupo de Memoria Histórica del Parlamento Europeo’ con el objetivo de “dar a conocer y denunciar internacionalmente la situación de impunidad de la que goza el franquismo en España”. En marzo ya estuvieron en el Valle de los Caídos, el mausoleo donde está enterrado Franco y la mayor fosa común del país que calificaron como “un insulto a las víctimas”.
El recorrido por la finca está guiado por un miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco. “Personalmente siento una profunda admiración por Franco”, reconoce al final del trayecto. Sin complejos. Cada viernes, en cuatro turnos, los visitantes oirán las explicaciones del lobby que ensalza al dictador sobre el “generalísimo” o el “caudillo”.
Meirás es un doble símbolo. Del expolio de Franco y de la impunidad del franquismo. La entrada al edificio principal ofrece una escalera presidida por un tapiz con el águila franquista y un busto de Franco. Por la parte alta de la estancia hay varias pinturas que muestran el general golpista, en uno de ellos ataviado con el uniforme falangista. Las cabezas disecadas de animales cazados salpican las habitaciones de más muerte.
Lorca y las “banderas victoriosas”
Un libro sobre Federico García Lorca reposa en la biblioteca personal de Franco en Meirás. La pieza es un testigo mudo de los miles de desaparecidos forzados por el terror golpista. Cerca hay un cuadro, una alegoría de la guerra civil española que muestra al militar subido a caballo con el brazo alzado ante las tropas formadas por legionarios y regulares. Un letrero firma la parte superior: 'el caudillo'. Y otro, debajo, reza 'Volverán banderas victoriosas. III año triunfal'.
Meirás tiene el aire viejo que transmite la madera gastada de su mobiliario. Unas entrañas de tonos ocres que contrasta con el verde brillante y salpicado de gotas de rocío del césped que rodea el edificio enclavado en 6 hectáreas de terreno con decenas de especies diferentes de árboles. Castaños, plataneros, eucaliptos, limoneros... y el paseo de las magnolias por donde paseaba Emilia Pardo Bazán.
La familia Franco se hizo con el Pazo de Meirás usando un sistema de “donaciones” forzosas. Las entregas de dinero estaban supervisadas por la Falange y la 'Junta Pro-Pazo del Caudillo' ordenaba a los ayuntamientos de la provincia el procedimiento a seguir: “visitar personalmente”, casa a casa, y reclamar dinero para sufragar el “regalo”.
El militar golpista recibió el traspaso de la finca en diciembre de 1938. En plena guerra de España. Un informe jurídico encargado por la Diputación de A Coruña confirma que la transmisión de Meirás a los Franco fue mediante un contrato simulado. El convenio se firmó en 1941, cuando la familia ya usaba la vivienda usurpada a los herederos de la escritora Emilia Pardo Bazán. El estudio es clave como aval en los tribunales para solicitar la nulidad de la supuesta venta y la recuperación del lugar como “bien público”, según señalan sus autores.
Franco como “centro de la política”
La visita a Meirás tiene cierto halo de tensión. Las puertas nunca se habían abierto para una delegación de europarlamentarios acompañados por medios de comunicación. El guardia de seguridad que custodia el Pazo dice, una vez en el interior del inmueble: “aviso que no se sacan fotos, el que saque el teléfono tiene que abandonar las instalaciones”.
La Fundación Nacional Francisco Franco gestiona las visitas a un inmueble que usa, según advirtieron, para elogiar la “grandeza” del exgeneral. Tras la muerte de la única hija del dictador, Carmen Franco, los herederos venden el Pazo de Meirás a través de una inmobiliaria de lujo como parte de la “historia de España”.
El guía de la Fundación Franco dice que el dictador “coge a España en la hambruna y la dejó convertida en la décima nación del mundo”. El miembro de la sociedad fascista no entiende “por qué se ha colocado sobre él un estigma que nadie sabe por qué”. Y que Franco “lleva 42 años muerto y sigue siendo el centro de la política”.
El Pazo de Meirás es la punta del iceberg del expolio franquista y de la fortuna corrupta de Franco. Un enriquecimiento ilícito iniciado en mitad de la guerra con ejemplos como el saqueo pueblo a pueblo o el trabajo esclavo como exponente del uso de los derrotados como botín, como ha comprobado el ‘Grupo de Memoria Histórica del Parlamento Europeo’.
La delegación internacional también se ha reunido con el Gobierno de la Diputación de A Coruña. La vicepresidenta de la institución, Goretti San Martín, ha explicado el impulso a la recuperación para el dominio público de la finca con la creación de la ‘Comisión Pro-Devolución del Pazo’.
Entre las actividades programadas, los eurodiputados han mantenido reuniones en la Fundación Galiza Sempre con asociaciones de Memoria Histórica y con los autores del libro Meirás: Un pazo, un caudillo, un expolio. Los actos también han incluido un recorrido por los “espacios de la memoria” de la ciudad de A Coruña, como el Campo da Rata y la Casa Cornide. Antes, el fantasma de Franco sobrevoló por las frías estancias del Pazo de Meirás, mirando desde coloridos cuadros de estética fascista, escondido tras las cabezas de animales disecados, sonriendo a la ignominia desde el lomo gastado de un libro sobre Lorca.