Era uno de los obispos más aperturistas del país, a favor de un mayor papel de la mujer en la Iglesia, en contra de la guerra de Vietnam. Llegó a marchar junto a Martin Luther King en Selma por los derechos civiles... Pero detrás de esta imagen progresista y de respeto por los derechos de las personas se escondía otro hombre: un brutal pederasta que se aprovechaba de la necesidad de una familia y de la vulnerabilidad de una niña de apenas cinco años. Peter Gerety llevaba comida a una familia en apuros y se ofrecía a cuidar a la pequeña cuando su madre, costurera, trabajaba. Pero el que fuera antecesor de otro depredador sexual, el cardenal McCarrick en Newark, aprovechaba esas ausencias para violar a la niña o masturbarse delante de ella.
“No digas nada de esto porque le hará daño a tu madre”, decía Gerety a la pequeña. “Este es nuestro secreto”. Era el año 1976. El obispo, que falleció en 2016 con 104 años (siendo entonces el obispo más longevo del mundo), era hasta hace poco recordado como un defensor de las libertades. Pero el año pasado, con motivo de la apertura de una ventana de dos años para denunciar casos de abusos prescritos, esta diócesis de Nueva Jersey recibió las acusaciones de una mujer. Y les dio credibilidad. Más de cuatro décadas después aquella niña indefensa contó su verdad. Y la Iglesia católica le ofreció un acuerdo de compensación de 5.000 dólares.
La mujer rechazó la oferta, y en marzo presentó una demanda contra la Iglesia por 50 millones, alegando que los abusos sufridos siendo niña (ahora tiene 49 años) le causaron problemas de salud mental (intentos de suicidio incluidos) que aún arrastra.
La noticia ha caído como un jarro de agua fría en la Iglesia de Estados Unidos. Y, en especial, en Newark, que ya ha sufrido el oprobio de ver cómo otro de sus obispos, Theodore McCarrick, era expulsado del Colegio cardenalicio y, después, del sacerdocio, tras llevar una vida continuada de abusos a menores.
McCarrick sustituyó a Gerety en la diócesis, ahora presentada como un lugar donde los pederastas podían campar a sus anchas. La diócesis rehusó hacer comentarios sobre la demanda, aunque sí reconoce que Gerety aparecía en numerosas demandas por encubrimiento de clérigos abusadores en la diócesis de Newark. Nunca, hasta ahora, en las listas de abusadores.
El actual prelado, el cardenal Joseph Tobin, es uno de los hombres de total confianza del papa Francisco, y uno de los que más está trabajando por erradicar esta lacra en la Iglesia estadounidense. “Sería inapropiado discutir o comentar sobre asuntos en litigio, pero es importante señalar que la Archidiócesis de Newark sigue plenamente comprometida con la transparencia y con nuestros programas de larga duración para proteger a los fieles y continuará trabajando con las víctimas, sus representantes legales y las autoridades policiales en un esfuerzo continuo para resolver las acusaciones y poner fin a las víctimas”, ha asegurado Sean Quinn, un portavoz de la archidiócesis.
“De niña, pensaba erróneamente que Dios había enviado al arzobispo Gerety a mi madre y a mi familia para rescatarnos y ayudarnos a conseguir algo para poder comer. Sentí que no tenía otra opción que hacer lo que él me indicaba”, señaló la mujer ante los tribunales. Tiempo después de comenzar los abusos, su madre la envió a casa de su tía. Sólo con 13 años se atrevió a contárselo a su hermana, que corroboró los hechos ante el tribunal. La madre nunca lo supo. Ahora, lo sabe todo el mundo.
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