“Si lo intento con la dos...¿lo conseguiré con alguna?”, “y en el sexo, ¿no te falta algo?”, “cómo me gustaría montármelo con vosotras”, “¿quién es el chico?”. La lista sigue y así lo comprobaron las activistas de Orgullo Vallekano cuando comenzaron a preparar la campaña sobre la visibilidad lésbica que hicieron pública hace unas semanas. A este colectivo LGTBI madrileño le sirvió una simple ronda entre las compañeras del grupo para evidenciar la larga ristra de comentarios cotidianos a los que suelen enfrentarse las mujeres lesbianas y que denotan la discriminación específica que siguen sufriendo. Un cruce entre machismo y homofobia que ellas conocen bien.
“Son frases que escuchamos casi cada día. Queríamos mostrar algo que de verdad fuera llamativo para poner sobre la mesa que la lesbofobia que sufrimos es real y que no se suele ver”, explica Helena Nievas, integrante de Orgullo Vallekano. La campaña #StopLesbofobia, formada por 24 frases –una para cada hora del día–, llenó las redes sociales el pasado 26 de abril, Día de la Visibilidad Lésbica, pero los comentarios que incluyeron, en su mayoría y habitualmente hechos por parte de hombres, no les son ajenos a ninguna de las mujeres consultadas para este reportaje.
“Eso es que no has probado un buen rabo...”, recuerda Rebeca que ha escuchado en más de una ocasión. La concepción del lesbianismo como algo incompleto y con carencias sigue siendo uno de los elementos más destacados de la lesbofobia, el término con el que se define la discriminación específica que sufren las lesbianas, tanto por mujeres como por lesbianas. “Este tipo de expresiones son claramente machistas. Lo que se esconde detrás de ellas es que las mujeres no somos personas con deseos independientes, sino que siempre se nos compara en relación a la masculinidad dominante”, explica Rebeca, profesora de 33 años.
El germen de esta concepción radica en concebir las relaciones entre mujeres partiendo de que la norma sigue siendo la heterosexualidad y el resto siempre estará medido respecto a ella. Es lo mismo que piensa Helena cuando le dicen que ella en su pareja hace 'de chica' y su novia 'de chico'. “Mi pareja es más masculina y yo soy bastante femenina, así que me ha pasado de decir que me gusta la Fórmula 1 y decirme que no puede ser, que será a mi pareja. Lo dicen como de broma, pero es ofensivo”, cuenta. Esta mujer de 40 años recuerda algún otro comentario habitual; nunca falla el de “no pareces lesbiana” o el de “qué pena que seas lesbiana, eso es que no has estado conmigo”.
Kika Fumero ha sido docente durante una década y ahora es formadora especializada en coeducación. También alude a comentarios que, como mujer lesbiana, ha recibido por parte de hombres y lo califica de “algo continuo”. La experta apunta a que estas ideas están muy instaladas en el imaginario colectivo y tienen su raíz en la doble discriminación que sufren las mujeres lesbianas: “El heteropatriarcado nos señala porque nos salimos de la norma. El lesbianismo es una orientación que viene a decirle a la masculinidad hegemónica que no le vamos a amar ni a desear; y eso pone en cuestión el sistema de forma profunda”, señala.
Lesbianas sexualizadas
Helena coincide y aunque apunta a que la penalización es mayor dependiendo de otras discriminaciones como el ser una mujer racializada o ser trans, también agrega que “las reglas son masculinas”. En este sentido, llama la atención sobre el hecho de que muchos de los comentarios que reciben las mujeres lesbianas se refieren al sexo y la sexualidad. Esto es así, prosigue, “porque dentro de esas reglas, si las mujeres servimos para algo es para el servicio sexual al hombre heterosexual”.
Así, las mujeres consultadas para este reportaje nombran frases como las habituales “¿Me puedo unir?”, “Cómo me gustaría montármelo con vosotras?” o “Yo os cogería y no sé que os haría”. “Las lesbianas hemos sido consideradas objetos sexuales a lo largo de la Historia y el imaginario sigue muy marcado por ese mito por el que para el hombre heterosexual, una pareja de dos mujeres es un aliciente sexual. Por ello, nuestra sexualidad como mujeres está obviada y al servicio de ellos”, explica Cristina Pérez, coordinadora del grupo de Políticas Lésbicas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).
El colectivo ha experimentado un impulso en el último año y ya cuenta con 20 integrantes que suelen reunirse cada dos meses. Pérez asegura que tanto la hipersexualización de las mujeres lesbianas como la poca denuncia pública de sus discriminaciones específicas son algunas de las conversaciones que salen habitualmente en el grupo. “Es algo muy oculto y no se ha investigado mucho sobre el tema. Se está construyendo ahora en base a nuestra propia narrativa. Está todo por construir”, dice aludiendo a las pocas denuncias de mujeres lesbianas que suele haber sobre incidentes y delitos de odio.
Según el último informe de la FELGTB sobre el tema, que registró 50 denuncias al mes por homofobia, bifobia o transfobia en 2017, existe “un sesgo en los datos”, puesto que el perfil de denunciante es un hombre, blanco, gay y no transexual. En cuanto al género de las víctimas de los incidentes contabilizados, un 71% eran hombres y un 22% mujeres y analizando la orientación sexual, la más representada era la gay (un 73%), seguida de las mujeres identificadas como lesbianas (21%). “Cuando hablamos del mundo LGTBI hay letras que se han visibilizado mucho menos y nos parecía que esto no estaba contado lo suficiente. Había que poner de manifiesto lo dañado que está el imaginario en este sentido”, cuenta Helena sobre la campaña de Orgullo Vallekano.
Rebeca también ha identificado algunas otras dinámicas y actitudes que ha recibido con el paso de los años por parte de hombres y, entre otras, señala una muy clara: el compadreo. “Mira, no me digas que esa tía no te gusta a ti también”, le han dicho en más de una ocasión. “Te miran con complicidad para ver qué opinas tú y que les des tu aprobación, pero a la vez nos están cosificando como a la chica de la que hablan. Es una especie de incluirte dentro de su juego machista, en el que hablan delante de ti intentando hacerte cómplice de cómo convierten en objetos a las mujeres”, ejemplifica Rebeca, que contó algunos de estos ejemplos en este reciente post para el blog Micromachismos.
Aunque pudieran parecer inofensivos, este tipo de comentarios y de discursos tienen consecuencias para las mujeres lesbianas y entran dentro de lo que se considera discriminación sutil y más invisible. Según un estudio publicado hace un año por la UNED, que realizó una investigación en base a 500 mujeres lesbianas y hombres gays, este tipo de discriminación es mayor que la directa en España y tiene un efecto determinante en el bienestar psicológico de quién la recibe. “A pesar de la existencia de legislación avanzada y de la aparente tolerancia, hay una amplia evidencia de que en la sociedad española aún hay prejuicios y discriminación”, concluyó el informe.