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Profesionales de la salud mental en España: pocos, precarios y desbordados

Celso Arango, psiquiatra, fotografiado en el exterior del hospital donde trabaja, el Gregorio Marañón, Madrid.

Cristina Armunia Berges

7 de enero de 2023 22:06 h

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Los tres suenan cansados. Celso, psiquiatra; José Antonio y Vanessa, psicólogos. Cada uno desde su consulta reconoce que últimamente no dan abasto y que es muy difícil llegar a todas las personas que lo necesitan. Las listas de espera son interminables y llegar a ver a un paciente una vez por semana, o como mínimo una vez cada 15 días, es una quimera. Muchos, a causa de los colapsos en la atención primaria, son derivados tarde con problemas muy cronificados que, de haber llegado antes, podrían haberse solucionado. Otros se ven abocados a acudir a costosos psicólogos privados. Esto no sería un problema si no fuera porque no todo el mundo puede pagarlo. Y la pandemia lo ha empeorado casi todo, excepto la oportunidad de dar visibilidad a la salud mental en España. 

El debate debe seguir encima de la mesa. Este es el momento. Y el objetivo es muy claro: que nadie tenga que esperar tres meses por una primera cita con un psicólogo y que la frecuencia entre las visitas sea menor a 15 días. Esto, entre otras muchas cosas, es lo que piden los psiquiatras y psicólogos que han visto cómo la pandemia ha resquebrajado todavía más un sistema que ya en 2020 estaba al límite. 

Los profesionales están completamente desbordados. Las voces del psiquiatra Celso Arango (director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del hospital Gregorio Marañón y vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental) y de los psicólogos José Antonio Luengo (decano del Colegio de Psicólogos de Madrid) y Vanessa Fernández (doctora en psicología por la Universidad Complutense de Madrid) atestiguan que, sin un mayor número de expertos trabajando en los diferentes escalones relevantes para la salud mental, dar respuesta a todos los pacientes será imposible.

Los tres especialistas coinciden en que la contratación de más profesionales en atención primaria y en la atención especializada es primordial, pero también apuntan a que la existencia de la figura del psicólogo y la psicóloga en otros espacios de vital importancia, como por ejemplo en los centros educativos, podría prevenir en un estadio temprano complicaciones futuras. Que se oferten más plazas PIR (psicólogo interno residente) y que los psicólogos que aprueben la oposición tengan después más opciones de estabilizar su plaza debería ser otro de los objetivos a conseguir a corto plazo. 

En España hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. Es un tercio de la media europea, que se sitúa en 18. Además, esto es solo una media, apuntan desde la Asociación Nacional de Psicólogos y Residentes (ANPIR). En algunas comunidades como Andalucía y Galicia solo llegan a los tres psicólogos por la misma proporción de población. A la cabeza se encuentran Catalunya y Navarra, que superan los 10 especialistas por cada 100.000 ciudadanos, según los datos que maneja la asociación.

“La situación es que hay una media de seis psicólogos en España por cada 100.000 habitantes. Basándonos en informes de la OMS y en el incremento de la demanda, consideramos que hacen falta 12 por cada 100.000 habitantes. Ese sería un número óptimo”, indica Laura Armesto, psicóloga clínica y vocal de la junta directiva de ANPIR.

En cuanto al número de psiquiatras, según Eurostat, en España hay 11 especialistas por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, países como Francia, Noruega o Alemania duplican ese número y en Suiza hay casi cinco veces más. ¿A qué se debe este número tan bajo de ambos tipos de especialista? “A que en España se prioriza la salud mental dentro del gasto sanitario menos que en otros países europeos. Hay países más ricos y más pobres. Cada uno tiene lo que tiene. Pero de la tarta que tiene, el trozo que se dedica en España a la salud mental es inferior”, ejemplifica el psiquiatra Celso Arango,

Algo nunca visto “en 25 años de profesión”

Arango no recuerda una situación de desborde como esta en algunos ámbitos de la psiquiatría. Desde 2021, asegura el psiquiatra, han vivido un gran aumento en el número de pacientes y también un incremento en la llegada de casos más complejos y con peor pronóstico. En muchos casos, porque debieron llegar antes. 

“Hemos experimentado un incremento importante de la demanda. Llegan muchos más pacientes derivados de la atención primaria. Algunos que deberían haber llegado antes, pero como la primaria estaba colapsada, no llegaron cuando tenían que llegar y ahora están en peor situación”, explica. 

Según Arango, en estos últimos años también están llegando más pacientes desde las urgencias. “Ahí lo que estamos viendo son muchos trastornos afectivos, ansiosos graves, con intentos de suicidio –asegura–. La demanda se ha incrementado mucho más en población joven, sobre todo en adolescentes, que en población adulta”. El psiquiatra echa en falta más recursos intermedios para poder tratar a los pacientes más jóvenes sin tener que llegar al ingreso completo y habla de la necesidad de reducir cuanto antes las listas de espera en salud mental. En esto coinciden todos. 

Los profesionales que trabajan con adolescentes no habían vivido nada igual a lo largo de sus carreras, confiesa el especialista. “Los incrementos en trastornos de conducta alimentaria, de anorexia nerviosa, el incremento en adolescentes con conductas autolesivas, con cortes e intentos de suicidio y a una edad de inicio cada vez menor... es algo que yo, desde luego, en 25 años de profesión no lo recuerdo”.

La pandemia solo ha traído un efecto colateral en positivo, dice Arango, y es que en la esfera política se haya empezado a hablar de salud mental. “Y bienvenido sea”. Sin embargo, el especialista pide que esto “no se politice”. “Que esto no se utilice para conseguir votos o tener la atención de la gente. Que realmente se haga un análisis exhaustivo y técnico por parte de los profesionales de cuáles son las necesidades no cubiertas, de las prioridades y de dónde hay que mejorar”. Arango pide que, ya que se tiene completamente identificado cuál es uno “de los mayores obstáculos” para la atención de la salud mental y es la falta de profesionales, el plan del Gobierno, dotado con 100 millones de euros a invertir en los próximos tres años, sirva para contratar a más personal. 

“Es un pozo sin fondo”

“Esto es como un pozo sin fondo en el que empiezas a mirar y no ves dónde están los recursos”, compara José Antonio Luengo, decano del Colegio de Psicólogos de Madrid. Con voz pausada, señala a la pandemia y, sobre todo, al confinamiento como artífices de este gran empeoramiento en la atención de la salud mental. “Esto ha hecho mucho daño a la población; a toda la población en general, pero ha hecho mucho daño a las poblaciones más vulnerables”, diferencia el psicólogo. 

Desde el punto de vista de Luengo, si algo bueno ha sucedido en estos dos últimos años es que el debate esté sobre la mesa y que “aparezca en la agenda política, en la agenda social y en la reflexión colectiva”. “Debemos intentar que se mantenga porque es el momento. Una situación extraordinaria debería llevar aparejada respuestas extraordinarias”, exige. 

Este especialista, que trabaja con adolescentes, cree que, además de invertir en la contratación de profesionales dentro del circuito público sanitario, otro de los lugares donde debería estar presente la figura de un experto en salud mental es en los centros educativos, y no solo contar con orientadores. “Hay profesionales que hacen un trabajo fantástico en lo que podríamos considerar orientación didáctica. Pero en el siglo XXI, viendo cómo está el patio, es imprescindible incorporar a profesionales que tengan un rango de formación que garantice que se van a atender esas necesidades de orden socioemocional”, añade. En este caso, sería más una tarea de prevención que de hacer terapia en un sentido clínico. 

“El psicólogo en atención primaria debería estar y no está”

La doctora en Psicología por la UCM y profesora en la misma universidad, Vanessa Fernández, considera que la falta de expertos se debe de manera directa al escaso número de plazas PIR que se ofertan cada año, y a las dificultades que tienen los especialistas para estabilizar su plaza al terminar la residencia. La tendencia en el número de plazas PIR que se convocan está en aumento. Este año, por ejemplo, se han convocado 204, apuntan desde ANPIR, pero todavía no es suficiente.

“Hay muchos profesionales que se quieren dedicar al campo de la psicología clínica, pero hay muy poquitas plazas. Hay psicólogos que han terminado su residencia, pero que no están trabajando en hospitales públicos”, asegura Fernández. 

Esto provoca dos consecuencias: un efecto disuasorio en los psicólogos que quieran optar al PIR y que haya listas de espera en muchas comunidades. “En Madrid, la posibilidad de acceder a un psicólogo clínico es muy difícil y cuando vas, no vas simplemente porque tengas baja autoestima o te sientas inseguro, vas porque ya te has deprimido”, lamenta. 

Aparte de dar clases en la universidad, Fernández también trabaja en la consulta privada, donde admite que también se encuentran sobrepasados. “Los psicólogos PIR son muy buenos, pero al estar a su vez desbordados no pueden dar la atención que se requiere de tiempo y de frecuencia”, asegura. 

“Ahora mismo tenemos las consultas llenas y eso que la psicología privada es cara. A mí me parece un bien de lujo, algo a lo que no puede acceder mucha gente”, reconoce. Para Fernández, una de las soluciones que deberían ponerse en marcha y cuanto antes es que también haya psicólogos dentro de la atención primaria. “El psicólogo en atención primaria debería estar y no está”, concluye. 

¿Más psicólogos, mejor salud mental?

Los expertos lo tienen clarísimo. A mayor número de especialistas en salud mental (psicólogas, psiquiatras y profesionales de enfermería especializados), menores listas de espera y una mejora palpable en la salud mental de la población. 

“Hay una clarísima correlación inversa entre el número de profesionales y la atención que se da en salud mental. Primero porque se asume la lista de espera. Y la lista de espera significa que hay gente muy grave, con mucho riesgo, que está esperando mucho tiempo –confirma Arango–. Y, segundo, porque lamentablemente muchas de las patologías que vemos son crónicas, entonces es muy importante reducir la lista de espera, pero también es muy importante tener huecos y ser capaz de poder hacer revisiones. Si yo le voy a hacer psicoterapia a un paciente, no sirve de nada que le vea la primera vez y que luego le dé cita dentro de tres meses”. 

“Tenemos que pelear por una sanidad, por una salud justa, equitativa y más igualitaria, que permita que todas las personas tengan acceso a los sistemas de salud en las mismas condiciones que una persona que tiene posibles económicos o que quiere ser atendido por un especialista del ámbito privado”, defiende por su parte Luengo. 

“Si hay más oncólogos, se podrá trabajar mejor el cáncer. Si hay más cardiólogos, se podrá ayudar más a la enfermedad coronaria. Si hay más psicólogos y especialistas de la salud mental, tendremos más capacidad para poder ayudar a aquellas personas que lo necesiten, y antes. Pongo mucho énfasis en que el paciente ya no te llegue con toda su vida desbordada”, añade Fernández.

Llegar antes. Que se reduzcan las listas de espera. Que para cuando acuda un paciente a la consulta no sea demasiado tarde. Que la ansiedad no se convierta en un trastorno que acarree complicaciones que pudieron evitarse. 

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