El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, ha considerado que la oleada de incendios forestales que ha vivido estos días esa comunidad es fruto de enfermos mentales. Ha llamado a la población a que “denuncie a los psicópatas que queman el monte”. Buscar culpables en desequilibrios o tramas siniestras es un recurso repetido por parte de los gestores políticos cuando arden los montes que están bajo su responsabilidad. Tras la devastación vivida en Galicia en octubre de 2017 (que conllevó cuatro víctimas mortales), el presidente de la Xunta, Alberto Nuñez Feijóo, aireó la idea de que una acción terrorista incendiaria estaba detrás de los fuegos.
Sin embargo, los datos y las investigaciones niegan análisis como el de Revilla. Cinco de los seis municipios españoles que más han ardido respecto a su superficie desde 2001 son cántabros, según una recopilación de datos que hizo Civio en septiembre de 2018: Arredondo, Cabuérniga, Los Tojos, Selaya y Vega del Pas han ardido todos los años desde esa fecha. En la vecina Asturias, el 80% de los incendios son intencionados (frente a la media nacional del 55%), según las Brigadas de Investigación de Incendios del Principado.
En el caso gallego, la Fiscalía determinó, meses después de que se apagaran las llamas, que “las diligencias de investigación concluyen que no se puede acreditar una planificación criminal organizada”. Era abril de 2018, habían pasado seis meses desde los siniestros y el humo de los incendios ya se había disipado. No hubo mayores reproches a la Xunta por diseminar la acusación de que sus montes se quemaban porque había terroristas del fuego detrás de ello. El Gobierno de Feijóo gastó 77.000 euros en insertar publicidad en 12 medios impresos repitiendo ese mensaje.
Cantabria ha contado hasta 160 focos en cinco días, lo que ha copado la atención pública y la referencia del presidente autonómico a los psicópatas. También ha activado el nivel 2 del Plan Especial sobre Incendios Forestales de Cantabria, lo que implica la “incorporación de medios estatales” o la previsión de “situaciones de emergencia que deriven hacia el interés nacional”. Además de los recursos del Gobierno cántabro, han debido movilizarse cientos de soldados de la Unidad Militar de Emergencias, helicópteros de la UME, aviones del Ministerio de Agricultura...
Los incendios de este mes superan el pico que se vivió en diciembre de 2015, en plena acumulación de incendios en el norte cantábrico peninsular, cuando en la Comunidad Autónoma de Cantabria llegaron a declararse más de 80 fuegos. “No son psicópatas ni terroristas. Que Revilla diga qué sector es, que lo sabe”, ha respondido Theo Oberhuber, coordinador de campañas de Ecologistas en Acción.
Un patrón repetido año tras año
Las memorias de la Fiscalía de Medio Ambiente ilustran, año tras año, qué actividad está detrás de los incendios invernales: la ganadería. En 2015, los fiscales hicieron una mención especial al “episodio de incendios forestales que se sucedió en la Cornisa Cantábrica durante la segunda mitad de diciembre de 2015”. Dejaron por escrito que se produjo una “propagación incontrolada de fuegos originados fundamentalmente por conductas imprudentes de quemas de monte bajo para obtención de pastos”.
En la memoria de 2014 puede leerse que “la causa más abundante [de los incendios forestales] continúa siendo la quema tanto de residuos (…) como regeneraciones de pasto”. La secuencia no se detiene. En la recopilación fiscal de 2016 se dio cuenta de que “descendieron notablemente los incendios provocados por perturbados/pirómanos”. Por el contrario “se aprecia un importante incremento con respecto al ejercicio anterior en los incendios causados por prácticas tradicionales inadecuadas (quemas de vegetación para pastos)”. ¿En 2017? El mismo documento incorpora el análisis de los fiscales de, por ejemplo, Zamora, que insisten: “La mayoría de los fuegos son intencionados por el uso del fuego como herramienta de gestión del matorral para la creación de pastos para el ganado”. En Asturias, los incendios “se encuentran relacionados con actividades de regeneración del pasto, lo que hace que se encuentren muy condicionados por las situaciones climáticas de los meses de enero a abril”. Los incendios invernales.
Las fincas ganaderas se queman en invierno para que, tras las llamas, rebroten pastos en prados sin matorrales ni árboles. De hecho, la presencia de vegetación distinta al pasto puede traducirse en pérdida de ingresos. Los pagos directos por el mantenimiento de pastos permanentes incluidos en la Política Agraria Común de la Unión Europea (PAC) prevén el descuento de las hectáreas subvencionables de la superficie con matorral o arbolado “impenetrable” para el ganado. Los pagos directos de la PAC ascienden a 40.000 millones anuales para la UE.
Las modificaciones de la PAC han ido admitiendo como “elegible” para las ayudas fincas con algunos tipos de esta vegetación que sirvan para que el ganado coma: ya sea las propias plantas o sus frutos, pero el riesgo de perder hectáreas subvencionables sigue presente. Estas variedades vegetales “leñosas” son admitidas para que lleguen las ayudas económicas, pero no puede haber demasiadas ya que “debe seguir cumpliéndose el requisito de que sea accesible para el ganado”, según explica el Fondo Español de Garantía Agraria.
Calor y sequedad
Las condiciones climáticas de febrero de 2019 han ayudado a extender las llamas de estas quemas en Cantabria. Los resúmenes de la Agencia Estatal de Meteorología indican que los pasados 16, 17 y 18 de febrero hubo 0 milímetros de lluvia, vientos con rachas de entre 25 y 70 Km/h y temperaturas –en pleno invierno– de casi 23ºC. En la estación de Los Tojos superaron los 20ºC. Así, las quemas se han descontrolado.
La organización WWF utiliza el término “polvorín del noroeste” tras la temporada de incendios vivida en 2017 para describir las condiciones locales y regionales que van desde Galicia al País Vasco incluyendo además a provincias como Zamora o León. Y apuntan a otras variables diferentes a las personas perturbadas o los terroristas para abordar el problema. Llama a los ejecutivos regionales a “buscar alternativas consensuadas para reducir el uso del fuego como herramienta de regeneración de pastos” y replantear la gestión de la ganadería extensiva (que es la que consume los pastizales frente al pienso habitual de las cabañas intensivas estabuladas) que aborde “la normativa, ayudas, mercados y otros obstáculos” para esta actividad.
En este sentido, ya en 2008 los fiscales de medio ambiente señalaban en la raíz del problema “la necesidad de un mayor compromiso de la Administración concienciando a la ciudadanía sobre lo negativo e irreversible que resultan los incendios forestales, contrariamente a lo que se suele creer por los ganaderos que los provocan para obtener pastos.”