Retrato de ómicron, la variante que ha marcado un antes y un después en la pandemia

Ómicron ha roto los registros de contagios del mundo. La nueva variante, detectada por primera vez en Sudáfrica aunque ya circulara antes por otros países, fue declarada por la OMS como “preocupante” el 26 de noviembre al detectarse en su genoma decenas de mutaciones que se habían relacionado con una mayor capacidad de transmitirse y un cierto grado de escape a la vacuna.

Dos meses después, cientos de estudios científicos en todo el mundo han tratado de escudriñar su incubación, cómo infecta, qué gravedad produce o cuánto de rápido se elimina del organismo para explicar cómo ha logrado desbancar en tan poco tiempo a su predecesora dominante, delta; y a nivel social, político y científico se ha abierto un debate inédito sobre si es momento de empezar a gestionar el coronavirus de otra manera. La OMS ha anunciado que planteará el próximo mes una transición de pandemia a “fase de control” y la Unión Europea (UE) ha dado el primer paso para recuperar la movilidad sin restricciones generalizadas, aparcando el mapa de contagios que ha utilizado hasta ahora para gestionar las cortapisas a los desplazamientos en pandemia. Las previsiones de la OMS es que el 50% de la población europea se haya contagiado en dos meses, lo que, junto a la extensión de las terceras dosis, generará un importante nivel de inmunidad en la población. Una vez pasado el golpe de la sexta ola.

Varias especialistas consultadas coinciden en que la irrupción de ómicron generó una demanda de información y certezas científicas a la que era complicado responder en tan poco tiempo. “Al comunicar la evidencia siempre hay una tensión entre ofrecer certezas lo más rápido posible y la buena calidad del dato”, explica el epidemiólogo Mario Fontán. “La cantidad de información es brutal y todo está disponible. Los trabajos más completos necesitan tiempo. Por ejemplo, ahora estamos viendo investigaciones muy sólidas sobre inmunidad celular, pero basadas en datos de hace meses”, indica, por su parte, Guillermo López Lluch, catedrático en Biología Molecular de la Universidad Pablo de Olavide.

La evidencia ha ido avanzando y ahora “vemos más claro con el tiempo que delta no es blanco y ómicron es negro, sino que hay una serie de grises que nos están haciendo revisar algunas interpretaciones iniciales que pudieron ser simplistas”, señala la viróloga e investigadora del CNB-CSIC Isabel Sola, que codirige el proyecto de vacuna del CSIC contra la COVID-19.

¿Por qué es tan efectiva contagiando?

“Ómicron ha acumulado muchas mutaciones respecto a la versión de la proteína que se usa en la vacuna. Los anticuerpos que las vacunas crean han perdido efectividad, pero recordemos que también produce respuesta celular. Esa sí se mantiene, por eso la inmunidad que dan las vacunas siguen evitando los síntomas graves”, argumenta el biólogo López Lluch. El virus, añade, es “más efectivo contagiando”. “Se transmite más porque no encuentra anticuerpos que lo neutralicen a la entrada”, sostiene Sola, que apunta como otra de las hipótesis, además del mayor escape vacunal por las numerosas mutaciones, a que el virion –la partícula vírica completa e infecciosa– “sea más estable en el medio” y se transmita mejor por aerosoles.

La detección de la variante ómicron dejó sorprendidos a los científicos de Sudáfrica por su composición genética: se diferenciaba de la versión original por 37 mutaciones, un gran salto de evolución viral. Un equipo internacional de científicos ha publicado un estudio, del que se hizo eco el 'NewYork Times', que indaga sobre este misterio y que muestra que 13 de esas mutaciones rara vez o nunca se encontraron en otros coronavirus. A priori eso puede haber perjudicado a la variante ómicron, pero al actuar en conjunto, parecen ser la clave.

Por otro lado, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de British Columbia han hecho el primer análisis estructural a nivel molecular de la espícula o proteína 'spike' de la variante ómicron, con la que el coronavirus se adhiere a las células humanas. El estudio revela que algunas mutaciones crean nuevos puentes salinos y enlaces de hidrógeno entre la proteína de espícula y el receptor celular humano conocido como ACE2 que parecen aumentar la afinidad de unión, es decir, la fuerza con la que el virus se adhiere a las células humanas.

Mucha más transmisión y reinfecciones

Casi dos de cada cinco contactos estrechos de un contagiado de ómicron terminaron siendo positivos (39%) frente al 26% de infectados con la variante delta, según la primera investigación española sobre cómo se transmite ómicron, realizada por el Observatorio de Salud Pública de Cantabria y especialistas del hospital Marqués de Valdecilla de Santander. El estudio hace seguimiento de 622 casos detectados en esta comunidad en diciembre de 2021 y sus 1.420 contactos estrechos. Los datos se comparan con 1.708 notificados en noviembre, cuando la variante dominante era delta.

Una divulgada investigación del Imperial College de Londres, publicada a mediados de diciembre, calculó un riesgo de reinfección con ómicron 5,4 veces superior al de delta, lo que confirma la “gran capacidad de ómicron para evadir la inmunidad previa dada tanto por la infección como la vacunación”. Los datos mostraron pronto que dos dosis o un contagio previo protegían poco frente a la infección con la nueva variante. Dos tercios de las personas positivas en enero en Reino Unido habían tenido COVID-19 antes, según un informe de enero del mismo centro. Sobre la efectividad de los sueros para evitar la enfermedad grave y la muerte no ha habido dudas.

Después, empezó a observarse también que las terceras dosis también perdían efectividad ante el riesgo de infección. “Hay evidencia de un declive en la protección contra cuadros sintomáticos […] diez semanas tras la dosis de refuerzo, con entre un 15% y un 25% de reducción en efectividad tras las diez semanas. Esta pérdida es más rápida para las infecciones por ómicron que por delta”, apuntó un documento publicado por la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido (UKHSA). Otro estudio, ya de 2022, mostró que la efectividad estaba menguando en mayores de 65 años a partir de las cuatro semanas.

No tanto más leve

Esta tesis fue ampliamente defendida en las primeras semanas, pero varios estudios la han matizado después. Una investigación del Imperial College de Londres y otra realizada en Sudáfrica sugieren que más que la variante lo que ha cambiado son las armas que tiene el cuerpo para defenderse de ella. Bien por inmunidad natural, al haber pasado ya la enfermedad, bien por la protección que proporcionan las vacunas. O por ambas. Los estudios manejan una reducción del riesgo de hospitalización del 25%, aunque los investigadores de la Universidad de Ciudad del Cabo advierten de que “en ausencia de inmunidad, ómicron podría ser tan grave como la variante ancestral”.

“Estas investigaciones apuntan a que muy posiblemente ómicron podría ser menos virulento, pero no algo exagerado. Lo que a día de hoy no podemos decir es que es la variante atenuada, el catarro que todos esperábamos y deseábamos porque va a acabar con la pandemia. Sigue habiendo gente que se muere”, apunta Solá, que advierte de las limitaciones de los estudios al corregir parámetros para que los datos entre los infectados por delta y por ómicron sean comparables.

El biólogo López Lluch lo comparte. “Si no hubiéramos desarrollado inmunidad, un virus altamente eficiente, como este, habría generado una gran mortandad. Es el factor inmunitario lo que hace que las personas no desarrollen neumonía”. En España, los ingresos han alcanzado cifras altas en planta (19.000) y en UCI (2.200) como para tensionar el sistema, pero con una correlación muy desacoplada respecto a la explosión de contagios. El pico de ingresados –sobre todo no vacunados y personas inmunocomprometidas– ha quedado, además, muy lejos de la tercera ola.

Ómicron abre la puerta a un "periodo de transición", a vigilar la enfermedad de otro modo, paso que escama a algunos expertos, que se preguntan si podemos asumir este nivel de impacto por olas en los hospitales o convivir con 100 muertes diarias por COVID

Sola apunta que hay algunas evidencias de que ómicron entra de “manera diferente” en las células“ y eso podría estar relacionado con que infecte peor los pulmones. ”Las variantes anteriores necesitan el receptor ACE2, una puerta de entrada, pero se ayudaban de otra proteína (la proteasa TEMRRS2) que está en la superficie de las células y que parece que ómicron no necesita. Y eso implicaría que infecta peor, que crece peor, que es menos virulento“, explica, aunque replica que ”es difícil tener datos limpios“ porque la gente, de una manera u otra, tiene inmunidad previa.

Existen ya algunas primeras estimaciones de estudios realizados en laboratorio con ratones y hámsters que van en la misma dirección: una atenuación del impacto del virus en los pulmones. En humanos se dan las mismas observaciones. “El virus llega con menos frecuencia a los pulmones y se queda en las vías respiratorias altas, la garganta o la nariz, provocando congestión nasal, mucosidad y tos”, algo más parecido a un resfriado, afirmaba hace unas semanas el jefe del servicio de enfermedades infecciosas del hospital Vall D'Hebron, Benito Almirante.

Investigadores de la Universidad de Hong Kong infectaron células humanas en el laboratorio y concluyeron, en un estudio muy divulgado, que el virus se replicaba con éxito en los bronquios pero mucho menos en los pulmones, lo que podría explicar la menor gravedad.

Se incuba antes, ¿y se elimina más pronto?

Varios estudios sugieren que ómicron tarda menos en incubarse y, por tanto, los síntomas emergen antes. El periodo medio desde la infección hasta que se manifiesta la enfermedad –en el caso de sintomáticos– se ha situado en una media de tres días, frente a los cuatro de delta y cinco incluso de alfa.

Un estudio del Instituto Noruego de Salud Pública, que analizó un brote surgido en una fiesta de Navidad, confirma la facilidad de ómicron para transmitirse entre vacunados: de los 117 asistentes al evento, 81 se contagiaron. Manifestaron síntomas de media a los tres días, asumiendo que se infectaran en la fiesta, “lo cual es menos tiempo en comparación con los informes anteriores relativos a delta y otras variantes que circulaban anteriormente (que era de 4,3 y 5 días, respectivamente)”. También en otra investigación del Departamento de Salud de Nebraska sobre un grupo de seis contagios en una casa, incluyendo a un hombre procedente de Nigeria que fue el caso índice, se observa el mismo patrón: un acortamiento de los días el contacto con el positivo y el desarrollo de síntomas.

La hipótesis de que la rapidez esté relacionada con la producción de una gran cantidad de virus “está en duda”, según Sola, que considera que tiene que ver con una respuesta más rápida del organismo por la inmunidad previa: “Los síntomas son consecuencia de la respuesta inmune que se activa”. Por eso, advierte la viróloga, es posible que en los primeros momentos con síntomas no se detecte el virus en las pruebas caseras de antígenos.

El estudio del Observatorio de Salud Pública de Cantabria muestra una ventana de tiempo menor entre el inicio de síntomas en el primer contagiado y su aparición en los casos secundarios. Con ómicron se reduce a 4,8 días, frente a los 5,4 de delta. López Lluch confirma que el “proceso es más rápido” en todas las fases, también en la eliminación del virus, por la actuación del sistema inmune.

Sobre este punto descansa un controvertido debate sobre la duración de los aislamientos de los casos positivos. En países como Reino Unido o Estados Unidos son de cinco días, frente a los siete de España. Hasta finales de 2021, eran diez días. El estudio de Cantabria sostiene que solo el 2% de los casos secundarios se contagiaron después del quinto día; con delta eran el 5%.

Las conclusiones entre unas investigaciones y otras difieren. Un estudio del Instituto Nacional para el Control y la Prevención de Enfermedades Infecciosas de Japón marcó, sin embargo, el mayor periodo de infectividad de ómicron entre los días 3 y 6 desde el inicio de síntomas. Otra arista a tener en cuenta para hacer un retrato de la variante que ha puesto en jaque al mundo con un estallido sin precedentes de casos es la capacidad de infectar antes del inicio de síntomas. La mitad de los contagios monitorizados el Observatorio de Salud Pública de Cantabria se produjeron en una fase asintomática previa.

Las incógnitas que abre el “periodo de transición”

Las certezas que vamos teniendo sobre ómicron impactan en un clima social dividido ante el debate, ya instalado en las insitutuciones, de empezar a manejar el coronavirus de un modo más parecido a la gripe. Por su enorme potencial contagiador, ómicron ha propiciado –más por exigencia ante unos servicios médicos desbordados que por una planificación meditada– lo que algunos expertos ya llaman el “periodo de transición”, el más complejo e incierto de la pandemia. “Son lo peor y hemos tenido muchos. El modelo de esta pandemia es espiral que cae en 3D: se adelgaza pero nunca se sabe si el último ciclo de periodo interpandémico fijo”, explica el epidemiólogo Adrián Aginagalde, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria. “Vemos que tiene cierta estacionalidad, la gran pregunta es si solo será epidémico en esa fase estacional”, añade.

Abrir la puerta a vigilar la enfermedad de otro modo escama a algunos médicos y expertos en salud pública, que se preguntan si podemos asumir este nivel de impacto por olas en los hospitales –aunque no colapsen, dejan de atender otras enfermedades– o convivir con 100 muertes diaria solo por este virus. “No tenemos indicios claros de que la cosa vaya a cambiar en los próximos meses. Se está hablando de endemia y gripalización como sinónimo de que no genera problemas, pero todo incremento de ocupación de UCI de una sola enfermedad a unos niveles no muy altos significa que esos recursos se dejan de usar para otra enfermedad”, manifiesta el epidemiólogo Mario Fontán. Mientras en otros foros, como la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Seymc), se empuja ya hacia el cambio con el argumento de que la excepcionalidad de los dos últimos años daña más que beneficia porque orilla otras patologías.

España está a punto de recibir 344.000 dosis del primer antiviral de Pfizer, ya autorizado por la EMA, para evitar que la enfermedad se complique en personas vulnerables con síntomas leves, aunque aún falta por determinar quién podrá acceder al fármaco. Estas novedades terapéuticas también obligarán a la revisión de las medidas. “Habrá que evaluar cuánto disminuye la gravedad, cuánto nos quita de hospitalización”, sostiene Aginagalde, también uno de los autores del primer estudio en España sobre cómo se transmite la variante ómicron.