El furor viajero que protagonizó el rey Juan Carlos entre 2008 y 2018 ha supuesto un abultado incremento de su huella ambiental: los vuelos privados utilizados por el emérito esa década le han añadido, al menos, 3.400 toneladas de CO2 a su factura climática personal. Es tanto como lo que emitiría cada ciudadano durante 586 años, ya que las emisiones netas per cápita en España de 2019 fueron 5,8 toneladas, según el Inventario Nacional de Emisiones. A Juan Carlos le sale así una media de 340 toneladas al año. Es tanto como una flota de 130 automóviles circulando un año entero. Esa cantidad de gases de efecto invernadero es la que lanzan 85 hogares españoles por su consumo eléctrico anual.
La aviación privada a la que tanto se aficionó Juan Carlos de Borbón es una de las fuentes de emisiones de CO2 con mayor desigualdad: muy pocas personas exacerban el cambio climático con la expulsión de gran cantidad de gases durante sus vuelos. El gusto del rey emérito por los vuelos en jet privado ha quedado patente en el rastro de facturas abonadas por la fundación Zagatka de su primo Álvaro de Orleans a empresas de aviación. Ocho millones de euros en esos diez años, según publicó El Confidencial.
Se trató de un dinero opaco ajeno a la hacienda española que el emérito acaba de regularizar con algo más de cuatro millones de euros reunidos a base de préstamos amistosos recibidos de una decena de personas. Unos préstamos que no parecen ajustarse el código ético impuesto por Felipe VI para la familia real. Sin embargo, el perjuicio ambiental es difícilmente regularizable.
El gusto a los vuelos de lujo era tal que hizo que Zagatka contratase bonos de 100 horas de vuelo a 980.000 euros el bono (9.800 euros por hora de vuelo privado) con la idea de abaratar los gastos que imponía el tren de vida del rey de España. De esta manera se fueron sumando, al menos, 800 horas de vuelo en diferentes jets para acudir al golfo Pérsico, a complejos turísticos en Bermudas o República Dominicana o llevar a la tripulación del Bribón a regatear con él en Vancouver (Canadá).
La acumulación de singladuras en aviones tipo Gulfstream 550 o Boeing Business Jet para los viajes de ocio del rey de España fueron abultando el impacto ambiental atribuible a Juan Carlos. Es cierto que no viajaba solo, pero el pasaje (ya fuera su escolta o sus amistades) no habría embarcado por su cuenta. Grosso modo, esas 800 horas habrían supuesto no menos de 3.400 toneladas de CO2 achacables a una década de viajes de placer. Una cantidad enorme si se tiene en cuenta que cada persona en España acarrea 5,8 toneladas de CO2 al año: todas la emisiones netas de España en 2019 fueron 277 millones de toneladas que divididas entre 47 millones de habitantes suponen esas 5,8 toneladas per cápita. Con ese nivel de emisiones, se necesita juntar 586 años de emisiones por persona para cubrir las 3.400 toneladas liberadas por los vuelos de ocio de Juan Carlos.
La media anual que implica esa actividad voladora se sitúa en las 340 toneladas de dióxido de carbono imputables a la acción de una persona. Es tanto como 130 coches circulando un año entero. Un automóvil nuevo emite unos 190 gramos de CO2 por kilómetro en circunstancias reales de circulación (no en los tests controlado de homolagación). Como cada coche de entre 0 y 4 años se mueve unos 14.000 kilómetros de media anual, según el Instituto Nacional de Estadística, cada automóvil de última generación emite 2,6 toneladas.
Las 340 toneladas de los vuelos de Juan Carlos son como las que liberan 130 coches en 12 meses. O un automóvil que durara 130 años. En este sentido, cada hogar español consume unos 9.900 kw/ h al año, según una encuesta del IDAE. Como a cada kw/h se le atribuyen 0,4 kg de CO2 (si no hay fuentes de energía renovables), el consumo anual promedio de las casas es de 3,96 toneladas. Hace falta juntar la huella de carbono de 85 hogares para sumar las emisiones anuales de los vuelos de Juan Carlos. 850 para cubrir la cantidad de CO2 de la actividad voladora del emérito entre 2008 y 2018.
El cálculo de emisiones de gases totales que expulsa un avión no es una operación sencilla. Depende del modelo de avión, los ciclos de aterrizaje y despegue (que consumen más combustible) o el peso que se transporte. Con todo, el buscador de vuelos ejecutivos Paramount Business Jets dispone de un calculador de emisiones para el sector que atiende a las horas efectivas de vuelo y el modelo de avión que se utilice. Es una herramienta pensada para que los clientes habituales de estos servicios puedan calcular su huella de carbono y “compensarla” con pagos económicos a diferentes programas ambientales.
El Caribe, el golfo, el Bribón
Además, cuando el rey paso de ser jefe del Estado a emérito, se multiplicó su actividad viajera para disfrutar de tiempo libre en localizaciones lejanas. Y para acudir a sus destinos recurría a este modo de transporte exclusivo.
La investigación de El Confidencial detalla un puñado de los vuelos que contrató Zagatka para disfrute de Juan Carlos de Borbón a partir de 2014: origen, destino, escalas o el tipo de aeronave aparecían pormenorizados en algunas facturas, lo que permite singularizar el coste ambiental que supuso una determinada escapada.
Una ruta que Juan Carlos repetía era la que unía el aeropuerto de Torrejón (Madrid) y el de La Romana en la República Dominicana. El salto de charco del océano Atlántico para disfrutar del mar Caribe le suponía unas 14,6 horas de vuelo (entre ida y vuelta). 42 toneladas de CO2.
Otro de los destinos repetidos era el golfo Pérsico, donde vive actualmente. El vuelo privado a Abu Dabi y su regreso a Madrid de noviembre de 2016 lo llevó unas 12 horas y media, lo que implicó 54 toneladas para su huella ambiental, según el calculador de emisiones. La gira por Baréin, Abu Dabi y Kuwait de noviembre de 2017 –más la vuelta a casa desde el país árabe– añadió 12,9 horas de jet y expulsó, al menos, 56 toneladas de CO2 para un viaje de seis días.
Uno de los trayectos más lesivos para la atmósfera fue el viaje organizado por Juan Carlos de Borbón para competir, junto a sus compañeros del Bribón, en un campeonato del mundo de vela en 2017 en el Pacífico canadiense. El vuelo, según detalla El Confidencial, se hizo desde Santiago de Compostela hasta Vancouver. 19 personas a bordo de un Boeing Business Jet: un modelo de gama superior a lo que usaba habitualmente el rey emérito. La ida y vuelta agrega 18,9 horas de vuelo y unas 138 toneladas de dióxido de carbono.
La aviación comercial en general ha multiplicado casi por dos sus emisiones en 20 años. Son ahora el 3,7% de todas las emisiones de la UE. Aproximadamente el 1% de la población mundial provoca la mitad de todas las emisiones del sector, según concluyó un grupo de investigadores suecos, noruegos y alemanes en noviembre pasado. Todas las flotas, incluido transporte y aviones militares, rondan los 1.000 millones de toneladas de CO2. “Se da una significativa concentración de la demanda de transporte aéreo a cargo de una pequeña proporción de la población”, explicaban los investigadores en Global Environmental Change, que avisaban de la escasa regulación climática que se aplica a un sector que, además, quedó fuera de los cálculos de reducción incluidos en el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático.
La aviación ejecutiva en avión privado está en la cúspide de la “desigualdad en la emisión de carbono”, asegura un análisis de la organización Common Wealth, que aboga por una prohibición de vuelos privados a base de combustibles fósiles para 2025 –y su sustitución por energía eléctrica–. “Un viaje estándar en avión privado dentro de la Unión Europea emite diez veces más CO2 por viajero que si se hace en un vuelo regular”, afirman.
En España este sector ha experimentado un crecimiento en casi todas sus variables. La denominada aviación corporativa española suma más de 45.000 vuelos al año, el sexto lugar en la Unión Europea, que suponen el 5% del tráfico aéreo. La mayoría de los vuelos se realizan dentro de España, más de 17.000, seguidos por los trayectos con Francia, Reino Unido y Alemania.