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¡Salud! es lo que deseamos a la gente que queremos porque, sin ella, todo lo demás es mucho más difícil. Cada sábado, nos acercamos a este asunto universal a través de un boletín que presta especial atención a la sanidad pública, da un cariño a las buenas noticias (que falta nos hacen) y deja en tu bandeja de entrada información de servicio público para malestar menos y vivir mejor.

¡Es la renta, estúpido!

Un niño bebe un refresco.

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En 1992, Bill Clinton se enfrentaba por primera vez a George Bush padre por el poder en la Casa Blanca. El entonces presidente republicano se dedicaba a vender sus logros en política exterior (el fin de la Guerra Fría o de la Guerra del Golfo) para volver a ganar las elecciones mientras la economía no pasaba por su mejor momento. El equipo de Clinton, para el que parecía que estaba todo perdido, se inventó la famosa frase “the economy, stupid” para poner el foco donde Bush no quería y, a través de ahí, ganar a los electores con cuestiones que les afectaban en su día a día. Funcionó. 

Esta historia me vino a la cabeza cuando estaba escribiendo esta semana sobre el nuevo estudio sobre sobrepeso y obesidad infantil del Ministerio de Derechos Sociales y Consumo. La investigación, que lleva haciéndose en diferentes rondas desde 2011, nos deja dos noticias. La buena es que se ha reducido un poco el porcentaje de niños y niñas con exceso de peso (del 40% al 36%); la mala, que en las familias pobres no ha habido mejoría. La renta y la obesidad se repelen: a menores ingresos, más peso. 

Y sí, casi todos los caminos conducen a la renta en salud. Las personas con menos nivel económico tienen una salud más deteriorada. Consumen más pastillas para el dolor, la ansiedad o la depresión. Hay infinitas investigaciones y documentos. En salud pública está muy estudiado a través de lo que se llaman determinantes sociales de la salud. La renta es uno; el nivel de estudios, otro. 

Volviendo a los niños, la relación es impepinable: los chicos y chicas de 6 a 9 años que viven en familias con ingresos menores a 18.000 euros al año comen menos fruta, menos verdura, desayunan peor y beben más refrescos. También van a menos actividades extraescolares de ejercicio físico dirigido (deportes o baile) y pasan más tiempo sedentario en las pantallas. El resultado de este cóctel es el obvio: la obesidad afecta el doble a los niños pobres. Un desastre anunciado; un desastre que no es nuevo. 

Las cifras de este informe nos recuerdan que el exceso de peso infantil, catalogado como un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud y que tiene consecuencias sobre los adultos que serán esos niños en el futuro, no es un asunto individual y nunca se resolverá si lo tratamos como tal.

Mientras tanto, España espera medidas que podrían contribuir a mejorar esta brecha y, sin embargo, están atascadas. Como la prohibición de la publicidad de alimentos insanos que el exministro Alberto Garzón intentó sacar adelante hace tres años. Si los niños más pobres son los que más tiempo permanecen frente a las pantallas, son también los que más exposición tienen a esta publicidad. El Ministerio de Derechos Sociales y Consumo asegura que quiere intentar volver a aprobarlo, pero sabe que su socio, el PSOE, ya lo frenó una vez. Y es poco probable que la postura del Ministerio de Agricultura haya cambiado. Las políticas públicas sirven para reordenar y equilibrar lo que es desigual. Y en este ámbito la urgencia es indiscutible. 

Mientras estabas a otras cosas...

 

  • Cinco pacientes se han peleado hasta la extenuación para que Sanidad financiara dos fármacos muy caros para el cáncer de mama metastásico. Lo han conseguido.
  • Solo los médicos especialistas podrán realizar operaciones de cirugía estética. El Ministerio intenta poner coto a la jungla
  • De superviviente de cáncer a investigadora de uno de los tumores más letales. Se llama Meritxell Rovira, tiene un gran proyecto entre manos y la hemos entrevistado esta semana

El elefante en la habitación 

 Las personas mayores de 80 años tienen la tasa más alta de suicidios en España y, sin embargo, son muertes invisibles a las que nadie presta mucha atención. Pregunté a psiquiatras, a sociólogas y a supervivientes por qué pasa esto y las respuestas son muy interesantes.

El edadismo explica muchas cosas: “Nos confunde e identificamos cuestiones psicológicas con cuestiones de la edad. Como eres mayor, es normal que estés más enfadado y más triste. A veces parece que robamos a las personas de más edad la complejidad que tiene el ser humano o pensamos que la propia vejez es el motivo del suicidio”, me contaba Irene Lebrusán, doctora en Sociología e investigadora del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE). lEl reportaje completo está en este link. 

Para acabar, una recomendación: el último libro de Maruja Torres, una señora de 81 con muchas ganas de vivir. O eso dice al menos la portada. Esta entrevista con ella es bien chula

Sofía

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