“Son pocos los que llegan a la selectividad”, apuntan desde las asociaciones que apoyan a alumnos con dislexia y dificultades de aprendizaje. Sin embargo, estos días en los que se están examinando de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) no todos cuentan con las mismas ayudas. La sensibilidad del gobierno de su comunidad autónoma (algunas de ellas ya han hecho la prueba y otras empiezan la próxima semana) determinará, en parte, su nota final.
Si se examinan en Baleares no tendrán la presión del reloj, ya que no hay un tiempo límite establecido. Además tienen a su disposición los recursos que necesiten (ordenador, calculadora, diccionario...) y aulas individuales. Una gran ayuda en comparación con la que reciben los jóvenes madrileños con dislexia o TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) que hacen el examen en el mismo aula que sus compañeros y a los que tiene en cuenta las faltas de ortografía.
40% de fracaso escolar
Según la asociación europea de la dislexia, entre el 5 y el 12 % de población europea sufre este trastorno neurobiológico. “Presenta dificultades al leer, al escribir y en la ortografía. En general, con todo lo que tenga que ver con la decodificación de los símbolos (las letras y los números)”, apuntan desde la organización internacional que engloba a este colectivo. Según la coordinadora de las asociaciones regionales de dislexia, María Sanz Pastor, 4 de cada 10 jóvenes que no terminan sus estudios tienen trastornos del aprendizaje.
Guillermo Gómez, pertenece a la otra proporción, después de superar la Selectividad en Málaga está a punto de terminar Ingeniería Técnica de Diseño Industrial, a falta de la entrega del trabajo final de grado. “Las adaptaciones me ayudaron a concentrarme. Me examiné en un aula mucho más reducida que la de mis compañeros, éramos tres en clase. Podíamos preguntar a los profesores, me echaron una mano en la prueba de inglés para comprender un enunciado”; cuenta este joven de 22 años que se presentó hace 4 a la PAU y que en esta convocatoria se vuelve a examinar para subir su nota media, ahora quiere comenzar a estudiar Ingeniería Mecánica.
Las asociaciones denuncian que el hecho de examinar a un alumno con dislexia de forma “ordinaria” es “como si una persona que tiene miopía no usa gafas para hacer los exámenes. ¿Y por tener miopía le vas a suspender? No, ponle las gafas y verás cómo aprende”, explica Cristina González, logopeda. Medidas sencillas como exámenes orales, aumentar la duración, utilizar una fuente tipográfica más grande en el texto y tener a su disposición instrumentos informáticos; puede suponer la diferencia entre entrar o no en la universidad.
La Comunidad en la que se examinó Guillermo, Andalucía, lleva años teniendo en cuenta las adaptaciones. Pero no ha sido hasta el curso pasado cuando la Junta ha aprobado un protocolo por el que se comprometen a que los estudiantes diagnosticados cuenten con las mismas adecuaciones que han tenido en secundaria y bachillerato. Además, pueden tardar en cada examen 30 minutos más que el resto de sus compañeros y acceder a un ordenador que corrija sus problemas ortográficos.
Cataluña y Baleares lideran las adaptaciones
En Murcia y Canarias también hay acuerdos firmados con las universidades que organizan estas pruebas. Los alumnos murcianos cuentan con un cuarto de hora más y pueden preguntar a los profesores las dudas que les surjan. Por su parte, los jóvenes canarios podrán estar hasta 45 minutos más en el aula, dependiendo del grado de trastorno educativo que sufran. También tienen la opción de hacer el examen oral, contar con un editor de texto que solucione sus problemas de escritura. En el archipiélago tienen en cuenta que estos alumnos no se sienten al lado de la ventana, para que no se distraigan.
Para contar con adaptaciones en Galicia, se tienen que desplazar al centro que tiene la ONCE en Pontevedra, allí realizan los exámenes en aulas que no están “masificadas” y cuentan con más tiempo. Mientras en Castilla y León depende de la sensibilidad de las facultades ya que no hay una normativa regional que establezca unas pautas a seguir.
En Cataluña, los jóvenes con problemas de aprendizaje tienen media hora más que el resto para elaborar la prueba, son examinados por un tribunal específico que tiene en cuenta las dificultades educativas de estos jóvenes. “Tienen unas normas específicas para evaluar la ortografía”, apunta Neus Buisán, directora de la organización catalana de dislexia. Gracias al tribunal han conseguido que la nota media de selectividad se iguale a la conseguida por los alumnos en Bachillerato.
La asociación madrileña envidia las medidas implementadas en Cataluña y Baleares. Los jóvenes madrileños con dislexia se examinan en las mismas aulas que sus compañeros y les penalizan las faltas de ortografía. En esta convocatoria han incluido alguna adaptación, han aumentado el tamaño del texto de los enunciados, aunque el colectivo considera que estas medidas siguen siendo insuficientes. “La fuente tipográfica pasa a 16 puntos, así la lectura es más sencilla. Además, tienen 20 minutos más para terminar el examen que el resto de compañeros y se pueden sentar en primera hora”, apunta Sanz Pastor. “Son medidas muy insuficientes, el futuro de los disléxicos se ve truncado si no hay adaptaciones 100% correctas. Nos da rabia que no acepten las medidas que están funcionando en otras Comunidades”, dice Iñaki Muñoz, presidente de DISFAM, la asociación de baleares que fue la precursora en apostar por estas adaptaciones
“El Ministerio no nos escucha”
Las asociaciones regionales llevan años pidiendo al Ministerio de Educación equidad en las adaptaciones, quieren que el modelo de Baleares y Cataluña se extienda en el resto de Comunidades Autónomas: “Siempre nos han dicho ya haremos, ya haremos. Pero nunca han hecho nada. Lo normal hubiese sido que cuando entra en vigor la LOMCE emitiesen una normativa que establezca un marco jurídico igual para toda España”.
Según explican desde la coordinadora de asociaciones, España se encuentra a la cola de la educación inclusiva en Europa. Recuerdan que países como Francia, Alemania, Portugal e Italia tienen normativas que regulan la enseñanza a este colectivo. “El mejor modelo es el de Reino Unido, es un sistema muy personalizado. Hay más de 18 adaptaciones estipuladas, se elige cuál le conviene en base a un informe de un especialista”, añade.
Por su parte, los afectados ven como la escasez de adaptaciones, no solo durante la selectividad, impide a muchos compañeros continuar con sus estudios. “La gente con dislexia no va a la universidad. El colegio ha podido con muchos de ellos. Encontrarte con profesores que no entienden que la dislexia es un problema de aprendizaje, te hunde. Dejan de estudiar porque consideran que van a suspender siempre”, apunta Guillermo, que durante su tiempo libre da clase de apoyo a jóvenes que como él tienen dislexia y se están preparando la selectividad.