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El sorpasso de las mujeres juezas

Las magistradas Samantha Romero y Eleonor Moya (d) durante la presentación de las conclusiones del juicio del caso Nóos /EFE

Javier Téllez

Sonia, María José, Laura y Luz tomaron posesión en abril de su plaza como juezas titulares después de varios años a la espera de destino definitivo. Ahora son ellas quienes administran la justicia en los cuatro tribunales que componen el partido judicial de Cambados, Galicia. Y son reflejo de la tendencia que se ha convertido en norma en las oposiciones a la judicatura, en las que la mayoría de personas que obtienen plaza son mujeres.

Por cada hombre que lo consiguió, dos mujeres obtuvieron plaza como jueza en los últimos siete años. Esta proporción llega al 70,7% en la última promoción. Una tendencia que marcó su particular ‘sorpasso’ hace tres años, cuando el número total de togadas en ejercicio superó al de jueces. Es un hito importante teniendo en cuenta que el acceso de la mujer a esta profesión estuvo vetado hasta 1966 –como medida de “protección de sus sentimientos ante determinadas actuaciones que el cumplimiento del deber haría ineludibles”– y  tuvieron que pasar otros seis años para que María Jover Carrión, la primera magistrada de España, comenzara a dictar sentencias.

Además, estos datos no se explican por la proporción de mujeres en las facultades de Derecho. Su presencia en las clases es del 55,2%, según datos del Ministerio de Educación, una cifra sensiblemente menor a la proporción de nuevas juezas. 

“Creo que no debemos caer en los típicos estereotipos o adjetivos que se atribuyen a las mujeres, como que son más constantes o más pacientes y que por eso optan por opositar”, opina Elena Gutiérrez, jueza desde el año pasado y número uno de su promoción. “Es la proyección, la personalidad y la capacidad de esfuerzo la que empujan a una persona, ya sea hombre o mujer, a opositar”. 

Sonia Rey, una de las cuatro juezas del partido judicial de Cambados, tomó la decisión al acabar la carrera. “Un profesor nos llevó a ver un juicio y me gustó mucho, aunque nos decían que eran muchos años y que supone un esfuerzo a nivel económico”, recuerda.

Según un informe realizado por el Consejo General del Poder Judicial en 2014, entre las personas que superaron la oposición para la judicatura, el 73% estaba muy o bastante de acuerdo en que la estabilidad del empleo fue un motivo importante para decidirse por ese camino. La cifra baja hasta el 25% cuando se habla de que la compatibilidad de las tareas de la profesión con la vida familiar sea una razón de peso.

En el caso de Lucía Avilés, presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas, fueron las “vivencias personales” las que le impulsaron a trabajar como magistrada. “Eres una privilegiada, una espectadora del mundo”. 

También asume que su profesión puede facilitar, en algunos aspectos, una conciliación: “Me siento una afortunada porque pude coger una excedencia por maternidad y el trabajo me estaba esperando después”.  La presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, Amalia Fernández, también apunta en una dirección similar: “Creo que las mujeres que opositan a jueza piensan que va a ser más fácil conciliar”.

“Hay predominio de mujeres en todos los perfiles para los que se preparan oposiciones”, comenta Purificación Pujol. Ella conoce bien dos facetas del mundo judicial. Comenzó como abogada, posteriormente ejerció de jueza durante 27 años y hace un año dejó la judicatura para presidir una escuela que prepara oposiciones  y volver a ejercer como letrada. Ella destaca “la seguridad de saber que estás fija”. “Ir por libre es mucho más duro, luchando con miles de abogados, con una competencia tremenda, pero se gana más dinero”. 

A pesar de que la situación ha cambiado, Lucía Avilés, presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas, reconoce que se ha encontrado con personas “de edad avanzada o que por ideología” no aceptaban que una mujer les juzgara. Son “anecdóticas, pero existen”, apunta Avilés. Sonia Rey, la magistrada de Cambados, también recuerda cómo un hombre le espetó: “Quiero hablar con el juez y no con la mujer del juez”.

El techo de cristal

La incorporación femenina a la cúpula judicial aún no se ha hecho efectiva. Hay un 13,9% y un 34,9% de mujeres entre los miembros del Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional, respectivamente, y 8 entre los 21 componentes del CGPJ son mujeres. Los datos son aún más elocuentes en el caso de los tribunales superiores de justicia de las comunidades autónomas, donde, de los 17 órganos, solo uno está presidido por una mujer, Pilar de la Oliva (Valencia). 

“Las mujeres ascienden en los puestos en los que la selección se hace por causas objetivas”, comenta Amalia Fernández, Presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, para quien  la oposición a jueza representa un caso paradigmático en el que el sexo femenino obtiene las mejores notas. “En otros cargos, al estar dominados por hombres, no se accede a los puestos de poder”.

Por ejemplo, el CGPJ nombra a los presidentes de los tribunales superiores de justicia, mientras que para acceder al Supremo, son los miembros de esta misma instancia, junto con el Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial, quienes dirimen el acceso.

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