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Ser LGTBI y crecer sin espejos: qué pasa cuando lo que eres no sale en televisión

El beso entre Marina y su novio en una gala de Operación Triunfo

Marta Borraz

Agarraba su mp3 y, tumbado en la arena, escuchaba una y otra vez la misma canción. La sintonía en bucle de aquel verano en la playa. Tenía unos 18 años y aún no había salido del armario. Acababa de empezar la universidad, solía salir con sus amigos al menos un par de veces a la semana y vivía con sus padres. De vez en cuando y, siempre clandestino, hablaba con chicos por algún chat o buscaba en Google explicaciones que solo contribuían a aumentar la confusión. Aquel verano las vacaciones fueron algo más que vacaciones; fue también el momento que aprovechó Rubén para decirles a algunos de sus amigos que era gay.

La banda sonora fue una canción de La Oreja de Van Gogh que versionó Xabi San Martín. Se la ponía en bucle porque al mantener la letra original escrita para Amaya Montero, el resultado de la versión era un chico que se declaraba a otro. Rubén estaba acostumbrado a que si un hombre cantaba, la receptora fuera siempre una mujer. “Yo sentía un vacío tremendo y esa canción fue como una especie de salvavidas. Me sentía interpelado. Si la homosexualidad hubiera sido algo más visible durante mi adolescencia, creo que me hubiera ahorrado mucho sufrimiento”, dice el joven, que ahora tiene 24.

La escasez de referentes LGTBI ya no es tan acusada como años. Cada vez más figuras públicas declaran su orientación sexual –las personas trans están prácticamente ausentes– y los jóvenes tienen más espejos en los que mirarse, sobre todo en plataformas y formatos a los que son asiduos, como Youtube. El tema está más presente, incluso en Operación Triunfo, el clásico programa que vivió en directo el beso entre una concursante y su novio trans, aunque esta semana ha vivido un momento polémico por el comentario homófobo de otra integrante.

Sin embargo, el camino es largo y todavía es necesario rebuscar mucho para encontrarlos, tanto en la ficción como en la realidad. La música, el cine, las series, el deporte o la política siguen siendo ámbitos en los que los personajes o referentes LGTBI son excepciones. Lo es el colectivo en general, pero mucho más las lesbianas, los bisexuales o las personas trans. Y los que están, ¿a quién representan? ¿qué piensa de ellos la opinión pública? ¿cómo influye su ausencia en el proceso de construcción de la identidad?

“Los referentes son imprescindibles porque crean posibilidades de existencia. No tenerlos desde el principio, desde siempre, es injusto y violento porque nos ha impedido construir nuestra identidad”, dice la psicóloga feminista Mai Insua. Esta gallega de 31 años define su adolescencia como un “estar en tierra de nadie. No eres una mujer con la que la gente te identifica y tampoco un hombre, pero el resto no sabes lo que es”.

El poder del espejo

Insua dice que ella misma fue su primera lesbiana conocida. Eso sí, después de ver un beso entre dos mujeres en una película cuando tenía 12 o 13 años. “Lo supe desde siempre pero sin saberlo, con una especie de certeza interior pero sin colocarme en ese lugar. Es que yo ni siquiera sabía que eso era una posibilidad. A partir de esa película pude empezar a pensarme así”, explica. Para Andrea Momoitio, coordinadora de Pikara Magazine, fueron Maca y Esther, la pareja lésbica de la serie Hospital Central. “No es broma –dice– a mí Maca y Esther me cambiaron la vida”.

En aquella época Momoitio todavía vivía su identidad como algo traumático, pero aquellas dos mujeres –que luego analizaría en su tesina De la invsibilidad a la irreverencia: Lesbianas en televisión– fueron imprescindibles para ella. “Al menos tan raro no sería si se estaba haciendo ficción con ello y salía en Telecinco a esa hora. No lo cambia todo, pero facilita cosas”.

Y es que los espejos en los que se mira uno, también construyen identidad, tal y como explica el psicólogo Miguel Ángel López. “Los otros son los ejemplos que necesita nuestra mente no solo para saber cómo somos, sino cómo queremos ser. Cuando no los hay sentimos incertidumbre, nos sentimos raros y fuera de algo. Es necesario para reforzar la autoestima, para vernos como posibles”.

Eli tiene 17 años y es una chica trans. Confiesa que la falta de personas como ella y visibles en la escena pública le pasó factura a la hora de salir del armario y asegura que se habría ahorrado mucha soledad, miedo al rechazo y tiempo de no haber sido así. Y es que muchas personas LGTBI lamentan que el proceso interno de reconocerse como tal –con el temor y la confusión que a veces acarrea– no haya sido más corto. “Si hubiera tenido referentes seguramente me habría dado cuenta antes”, pero “no es solo un proceso interno; también provoca aceptación social y que no nos enfrentemos al rechazo cuando salimos del armario”.

“Reivindicar la diversidad, no solo la existencia”

Todas las personas consultadas para este reportaje ponen el foco en la falta de diversidad de esos cada vez más presentes referentes LGTBI. Por ejemplo las mujeres trans suelen estar, fuera de la ficción, ausentes, y dentro responden a un modelo de mujer marginal, excluida, que ejerce la prostitución o dedicada al mundo de la noche. “Para que una joven llegue a creerse de verdad y desde una edad temprana que puede ser política o deportista necesitamos otros roles”, esgrime Eli.

Por ello, el colectivo LGTBI demanda heterogeneidad a la hora de representar a personas con identidades u orientaciones diversas y piden dejar atrás la estigmatización con la que, por ejemplo, se suele tratar a los gays con pluma. “Es hora de revindicar la diversidad, no solo la existencia”, apunta Insua, que interpreta la homogeneidad como una forma de “desactivar el potencial subversivo de lo LGTBI”. “Puede que salga un joven trans en Operación Triunfo, pero ¿cuántos trans salen en los medios? Puede que haya un marica con pluma en First Dates, pero ¿cuántos más?”, se pregunta López.

Cumplir con el patrón socialmente establecido –tener pareja y formar una familia– es la manera en la que, dice Andrea Momoitio, las personas LGTBI “son aceptadas por el sistema”. En su estudio sobre las lesbianas en la ficción española, la periodista concluyó que todas pasan “por el trinomio amor-matrimonio y maternidad”, apenas viven lesbofobia más allá del trauma de salir del armario, ninguna necesita del activismo o de otras amigas lesbianas para compartir, responden a un canon estético muy determinado, sin pluma, y se insiste todo el rato en que son “perfectamente normales”.

Cada vez la presencia es mayor, pero el colectivo LGTBI ya no está solo en el escalón de ser representado de alguna manera; sino de ser muy representado y de forma variada. Insua hace hincapié en que la adolescencia es la etapa de construcción de la identidad, pero también hace referencia a que los referentes son importantes durante toda la vida y aunque lamenta su ausencia, también le da la vuelta a la moneda: “No tenerlos da la maravillosa libertad de que nos lo inventamos todo”.

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