La curva de la COVID-19 sigue en ascenso. Los contagios se multiplican día tras día mientras España se adentra en una tercera ola que, sin embargo, ha arrancado de forma distinta a la anterior: con un nivel de casos, ocupación hospitalaria y fallecimientos mucho más elevado que cuando se inició la segunda. Entonces, nuestro país había logrado llevar la curva, no a cero, pero sí a incidencias muy bajas que fueron escalando progresivamente desde julio. Ahora el nivel del que parte este nuevo repunte es mucho más elevado, lo que, según los expertos, provoca una especie de “solapamiento” de ambas olas que dispara los contagios e implica un sostenimiento de las cifras de muertes, que no han llegado a bajar de las cien diarias desde mediados de septiembre.
Los especialistas coinciden en que la situación es preocupante y llaman a mirar las tendencias. En apenas tres semanas la incidencia acumulada a 14 días se ha duplicado y ha pasado de los 262 casos por cada 100.000 habitantes del 24 de diciembre a los 575 de este viernes. Pero la escalada ya había comenzado antes de la Navidad, más o menos en la primera semana del mes, coincidiendo varios factores: por un lado, fue el momento “en que muchas comunidades desescalaron las medidas que habían tomado en la segunda ola”, explica desde la Sociedad Española de Epidemiología Pedro Gullón. Pero, además, “las Navidades no son solo a partir del 24, sino que las actividades que hacemos en todo el mes pueden haber contribuido: compras navideñas, masificaciones... No tanto por la gente en la calle, sino en las tiendas. Seguramente son momentos de más encuentros entre amistades, y debido al frío es probable que se realizaran en interiores”.
En ese momento, lo que podría considerarse la transición entre la segunda y tercera ola, el suelo de contagios al que llegó nuestro país superaba la IA de 150 casos, muy por encima del alcanzado en julio, por debajo de los diez, tras conseguir aplanar el pico de marzo con el confinamiento domiciliario. Es decir, hemos iniciado un incremento partiendo de un punto muy alto de la curva, lo que Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria de la OMS, denomina “una tercera ola que se ha montado en la cresta de la segunda”. Y esa tendencia ascendente se ha producido a las puertas de las Navidades, “lo que ha amplificado mucho la transmisión”. Solo en número de infecciones, esta semana España alcanzó el dato más alto desde junio, cuando la capacidad de detección ya era amplia y comparable con la situación actual.
Una segunda ola que “no se controló”
Para los expertos, una de las claves del fenómeno es, precisamente, que la distinción entre la segunda y la tercera ola no es tan clara. Al fin y al cabo, se ha generalizado el término para referirnos a un repunte de casos en un momento determinado, pero no es algo matemático y el comportamiento de una enfermedad no tiene por qué ser siempre igual. De hecho, varios especialistas advirtieron hace algunos meses de que, más que una ola delimitada como la de primavera, el otoño y el invierno traerían consigo una “meseta inestable” de contagios. El término, que viene de la epidemia de 1918, aunque a posteriori, “puede confundir más que aclarar. Entre otras cosas, no sabemos los límites y la distinción entre la segunda y la tercera es muy tenue”, piensa Fernando García, epidemiólogo y portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública.
Pero más allá del debate y de las fechas, casi imposibles de determinar con exactitud, en lo que sí coinciden los expertos es en que entre las consecuencias del solapamiento está “el incremento del ritmo al que se reproducen los contagios”, en palabras de Saúl Ares, investigador del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, que analiza diariamente los datos. En este sentido, Fernando Simón, director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, informó a finales de la semana de que la “velocidad de crecimiento se ha estabilizado” –lo que no implica que no suba la curva–, pero también habló del “rápido incremento en los últimos días respecto a la tendencia que ya veníamos observando”. Tras el suelo de noviembre, “hemos tenido un incremento de seis semanas, al principio más suavemente y ahora, en esta última semana, más rápido. La subida desde el valle hasta el pico actual ha sido más lenta, al menos que en la segunda ola”.
Esa rápida escalada reciente tras los encuentros de las fiestas navideñas puede deberse, según Ares, “a haber entrado en diciembre con una base alta de contagios porque ”el crecimiento de casos es mucho mayor que si nos hubiera pillado más tranquilos“. Lo apunta también Pedro Gullón, para el que ”llegar a Navidad con una incidencia acumulada de 200 fue la explosión definitiva“ porque ”las posibilidades de hacer una reunión de seis personas –como ocurrió en las comidas, cenas y encuentros– y que una esté contagiada y contagie al resto con una incidencia de 25 son más pequeñas, pero cuando es cuatro veces más, empiezan a aumentar“. Relajar las medidas e incrementar los contactos con una IA alta ”abre rápidamente la vía a que enseguida se vuelvan a producir cadenas de contagio, lo que explica el efecto multiplicador“ de las fiestas.
“En la medida en que no se controló la segunda ola, podemos decir que ha quedado una transmisión comunitaria residual muy importante de entonces, que es la que ha alimentado los nuevos contagios”, añade Fernando García. Es lo que López-Acuña resume con una afirmación: “Lamento decirlo porque contradice al ministro de Sanidad, pero es que no hemos llegado a doblegar la curva. Hemos tenido una reducción, pero no la hemos llevado al suelo y eso es fundamentalmente porque no tomamos las medidas que se debían”.
Tensión en los hospitales y ascenso de fallecidos
Al margen de la incidencia, la misma dinámica se observa en cuanto a los fallecimientos: en los primeros días de julio, tras lograr aplanar la curva de la primera ola, Sanidad reportaba cifras de una media diaria –calculada a partir de la semanal– de menos de diez muertes, mientras que a finales de noviembre y principios de diciembre había en torno a las 200. García aclara que “los muertos no desaparecieron al final de la segunda ola, como quiera que la llamemos, solo bajaron un poco” para después mantenerse más o menos estables –en ningún momento por debajo de los cien al día–, y es ahora “cuando observamos incrementos”. Como existe un decalaje de al menos dos semanas entre las infecciones y los decesos, lo que estamos viendo hoy son una buena parte de los fallecimientos de contagios de la segunda ola, pero también de diciembre y las fiestas navideñas. De nuevo se ve el solapamiento. “De alguna manera, los fallecimientos son un efecto acumulado” que ha llevado a Sanidad a notificar este viernes 201 muertes.
Lo esperable, además, es que el incremento de la incidencia actual tenga todavía su efecto en la mortalidad, como explica López-Acuña: “Aún nos queda por ver la expresión en términos de ingresos y fallecimientos del pico de la curva, y lo veremos en un tiempo”. Lo secunda García: “Los fallecidos de la semana pasada se contagiaron a final de noviembre o en la primera quincena de diciembre. Cabe esperar un aumento de fallecidos importante en las próximas semanas, proporcional al aumento de la incidencia. Pero es pronto todavía para verlo”.
Quienes sí están ya en alerta roja son los centros de salud y hospitales, donde el incremento de la incidencia acumulada está haciendo estragos en número de ingresos. La situación se agudiza precisamente por el solapamiento entre ambas olas: muchos no llegaron a niveles de ocupación mínimamente aceptables, por lo que suman ahora pacientes a la bolsa ya elevada que tenían. El pico más bajo que alcanzaron fue el día de Nochebuena, con 10.744 enfermos de COVID hospitalizados. En las UCI, ya entonces un 20% de la camas estaban ocupadas por estos pacientes, y en algunas comunidades como en Catalunya o La Rioja llegaba incluso al 30%. Ahora el número de ingresos se ha multiplicado y se sitúa en los 19.000, mientras que las unidades de críticos usan en el total de España un 28% de las plazas para pacientes de coronavirus.
Con todo, tras las excepciones de las fiestas, prácticamente todas las comunidades están ya endureciendo las restricciones para intentar frenar la tercera ola. Los toques de queda se han adelantado en Andalucía, Asturias o la Comunidad de Madrid, mientras Castilla y León o Galicia piden poder limitar la movilidad nocturna antes de esa hora. La mayor parte de las autonomías han aprobado, además, limitaciones en el ámbito del comercio y la hostelería, o bien con cierres totales, como en Extremadura o Asturias, o adelantando su hora de clausura: Madrid lo hará a las 22.00; otras como La Rioja o la Comunitat Valenciana, a las 17.00. A ello se suman los territorios que han limitado aún más las reuniones, al máximo lo han hecho Murcia o Baleares, que prohíbe las que no son entre convivientes. Con esta tanda de medidas, Sanidad confía en detener la curva, según ha explicado el ministro, Salvador Illa, que descarta por el momento un confinamiento domiciliario estricto como piden algunas comunidades.