El temor a que la inteligencia artificial no cumpla las enormes expectativas que los fondos de capital riesgo han depositado sobre ella crece. Cada vez más voces avisan de que esta tecnología podría tardar mucho más de lo esperado en generar beneficios, lo que está disparando la volatilidad del mercado. El miedo radica en la posibilidad que cualquier nuevo fallo o traspiés de las multinacionales que la están desarrollando genere una huida masiva de los inversores y provoque una explosión de una burbuja similar a la de las puntocom.
Los últimos en advertir de que la IA no va a ser el pelotazo inmediato que muchos esperaban han sido la división de gestión de activos de JPMorgan y la unidad de análisis de mercado de BlackRock. “Observamos una desconexión entre la visión a corto plazo de algunos inversores y la visión a largo plazo de los proveedores de servicios tecnológicos y en la nube”, ha avisado Jean Boivin, director de esta última. “Se necesita paciencia en el desarrollo de la IA”, insiste, recalcando que “tomará años, no trimestres” empezar a ver los réditos de las inversiones que las tecnológicas están desplegando hoy.
JPMorgan lo asocia con una epidemia de “COVIDIA”, cuyo paciente cero es Nvidia. El fabricante de semiconductores ha multiplicado su valor bursátil un 900% en los dos últimos años, impulsado por su gran ventaja competitiva en el campo de los chips avanzados de IA, en el que es casi el único proveedor. Pese a que sus beneficios también están aumentando enormemente âse han multiplicado por cinco respecto al año anterior, según las cuentas de su último trimestre presentadas la pasada semanaâ no parece suficiente para cumplir las expectativas de los mercados.
Esa descoordinación entre expectativas y resultados ya se está dejando sentir. Nvidia se dejó un 9,5% en la jornada del martes en Wall Street, equivalente a una pérdida de valor de unos 250.000 millones de euros, la mayor en una empresa estadounidense en la historia. Otras compañías del sector la siguieron. Intel se dejó un 8,8% y la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), un 7%. Esta serie de batacazos arrastró al Nasdaq y al Nikkei e hizo temer un contagio internacional como el de primeros de agosto, pero finalmente se ha contenido en las bolsas europeas. Llega después de que Nvidia anunciase un beneficio récord de 16.599 millones de dólares en el segundo trimestre, pero advirtiese de unas decepcionantes perspectivas para el tercer trimestre de 2024.
Expectativas disparadas
Con todo, “el pronóstico para la COVIDIA no está tan relacionado con las finanzas de Nvidia como con la posibilidad de que se produzca la transformación de la IA que los mercados están anticipando”, avisan desde JPMorgan. “Nvidia no se parece en nada a líderes del mercado puntocom”, ya que “sus márgenes operativos son elevados y van en aumento”, aclaran. Curiosamente, el paciente cero es el que menos peligro corre en esta situación. Son las demás empresas del sector que pueden contagiarse de ese pánico a la IA, con negocios menos sólidos, las que preocupan al departamento de gestión de activos del mayor banco de inversión de EEUU.
Según los datos de su informe, el 40% de las startups que han llegado al peldaño de unicornio (al superar una valoración de 1.000 millones de dólares) en 2024 están directamente relacionados con el negocio de la IA. “Más del 60% del aumento de las valoraciones estuvo respaldada por capital riesgo”, destaca el banco.
El resto de inversiones han estado muy determinadas por las propias tecnológicas. Es otro de los avisos que lanza JP Morgan, que considera que las inversiones en IA tampoco darán los réditos esperados si el sector tecnológico no consigue atraer capital de fuera de la industria. Entre los casos paradigmáticos están los desembolsos que Microsoft ha hecho en OpenAI o la financiación de Anthropic (su máxima competencia) por parte de Amazon.
La propia OpenAI prepara una nueva ronda de financiación en las que, de nuevo, los mayores inversores serán Microsoft y Nvidia, según han adelantado medios como Financial Times o Wall Street Journal. La ronda elevará la valoración de la empresa por encima de los 100.000 millones de dólares (actualmente está en unos 86.000) a pesar de que atraviesa uno de sus momentos más complicados, ante sus dificultades para desarrollar un modelo de negocio sostenible y su perenne necesidad de capital para mantener sus operaciones.
La opinión mayoritaria de los especialistas, incluso los que defienden que existe una burbuja financiera en torno a esta tecnología, es que la inteligencia artificial generativa ha llegado para quedarse. La duda es si los actores que mueven ahora mismo el mercado serán los que logren establecerse o si unas expectativas exageradas se los llevarán por delante. “La IA como tal sí que va a tener una trascendencia total y un impacto directo en el mercado de trabajo. El tema está en si lo estás comprando excesivamente caro y cómo se va a poder aplicar cada modelo”, explicaba Borja Rivero, profesor de EAE Business School, en una conversación con este medio.
“Todavía hay una gran duda sobre el retorno de la inversión de todo este gasto. Y si nos remontamos a la era de las puntocom, los primeros ganadores de Internet no siempre fueron los ganadores finales”, coincide Paul Nolte, estratega de mercado de Murphy & Sylvest Wealth Management, entrevistado por la agencia Bloomberg. “Más allá de las grandes empresas tecnológicas que se compran entre sí, no hemos visto que la IA se haya extendido por toda la economía”, recalca.
Esa situación ha castigado también a Google y Microsoft, las dos multinacionales que más avanzado tienen el despliegue de la IA en sus propios productos ya en el mercado. La primera ya se dejó un 12,5% de su valor en bolsa en julio después de que informara que esos grandes despliegues no habían tenido apenas impacto en sus ingresos, aunque se recuperó tras el rebote de las bolsas en agosto.
En este contexto, la pregunta clave que enfrentan las empresas de IA podría no ser si lograrán demostrar que se trata de una tecnología transformadora, sino si lograrán convencer al capital riesgo de que no retire sus inversiones antes de que consigan satisfacer los desafíos actuales.