BrainNet: un sistema para interconectar cerebros y jugar al Tetris con la mente

Se llama BrainNet y sus creadores lo definen como “una interfaz de colaboración directa entre cerebros”. Han presentado su sistema en la revista Nature, demostrando su funcionamiento gracias a tres voluntarios que se coordinaron exclusivamente a través de sus ondas cerebrales para jugar al Tetris, el mítico juego de apilar bloques y hacer líneas.

El ruso Alekséi Pázhitnov ideó en 1984 lo que más tarde se convertiría en la sensación de las videoconsolas de la época y que hasta hace poco era el videojuego más vendido de la historia, destronado por Minecraft. La mecánica es sencilla: bloques de varias formas y colores van cayendo desde lo alto de la pantalla y el jugador tiene que orientarlos de tal forma que consiga encajarlos y hacer líneas horizontales con ellos en la parte inferior de la pantalla. Cuando completa una, esta desaparece para que así el juego pueda continuar. 

A pesar de que BrainNet no es tan potente como el casco del Profesor Xavier de X-Men, los investigadores han conseguido dar con una forma para que los sujetos puedan transmitir sus pensamientos sin mediar palabra. Mientras que dos de ellos actúan de emisores de la información, el tercero es el encargado de recibir las señales y colocar los bloques en los lugares que los otros dos le señalaron.

Los investigadores que han desarrollado el proyecto forman parte de la Universidad Carnegie Mellon (Pensilvania) y de la Universidad de Washington. En el paper, publicado en arXiv, hablan de que es posible coordinar a dos personas a través de sus cerebros para jugar a un videojuego, pero en la demostración usaron a tres sujetos todo el tiempo.

Coordinados a través de sus cerebros

Es “la primera interfaz multipersona no invasiva directa de cerebro a cerebro para la resolución colaborativa de problemas”, explican los autores del estudio. El sistema combina dos tecnologías: la electroencefalografía (EEG) para grabar las señales del cerebro y la simulación transcraneal magnética (STM), que estimula el área cerebral que se corresponde con las reacciones.

Los tres voluntarios están monitorizados permanentemente a través de varios electrodos colocados en sus cabezas. El receptor es el único que puede manipular los bloques. Sin embargo, no puede ver la parte inferior de la pantalla (que es donde se hacen las líneas), justo al contrario que los emisores, que sí pueden verla. La labor de estos últimos se limita a responder a una pregunta: “¿Debería moverse este bloque?”.

Si quieren hacerlo, han de concentrar su mirada en una luz parpadeante de 15 Hz provocando la creación de ondas cerebrales a la misma frecuencia que serán transmitidas al receptor. Los dos emisores tienen que ponerse de acuerdo para responder lo mismo y que la otra persona interprete de forma correcta las señales, que recibe en forma de un punto de luz en su visión gracias al STM al que está conectado.

El estudio fue repetido cinco veces en rondas de tres personas. Los investigadores aseguran que han conseguido tasas de éxito superiores al 80% incluso provocando el fallo en los emisores, ya que algunas veces les hacían enviar señales incorrectas al receptor, que tenía que adivinar cuál de las instrucciones era la buena. No descartan que BrainNet sea el primer paso para crear “una red global de cerebros”, a la que ya comparan con el funcionamiento de la comunicación social en la vida real.