Cookies are good for you
Uno de los mensajes comerciales que más han perdurado en el tiempo por lo diferente y sorprendente del mismo fue el “Guinness is good for you”, slogan de Guinness en los años 30 y 40. Lo cierto es que estudios médicos realizados en el siglo XXI, han demostrado que, efectivamente, la famosa cerveza irlandesa contiene un alto nivel de antioxidantes que ayudan a licuar la sangre, evitando el riesgo de coágulos y por lo tanto, de ataques al corazón. Sorprendente, ¿verdad?
Desde hace tiempo asistimos a un debate sobre la interpretación de la modificación de la LSSI de abril de 2012 entre la Agencia de Protección de Datos y la industria digital, en particular la publicitaria. El asunto más espinoso se centra sobre la información a los usuarios para el consentimiento en la utilización de las cookies. Ello ha supuesto el convencimiento por una gran parte de la población digital de que las cookies son malas por no decir dañinas y ponen en peligro nuestra identidad digital. En medio de este debate y a la espera de que las partes lleguen a un acuerdo sobre si el consentimiento debe de ser explicito o tácito, yo me atrevo a decor: cookies are good for you.
Para entrar en materia, ¿qué son las cookies? Un horroroso anglicismo, literalmente galleta, que viene a definir a un pequeño paquete de información que, cada vez que accedemos a un sitio en internet, éste deja en nuestro ordenador para saber algo más de nosotros la próxima vez que entremos. Las cookies son tecnología y la tecnología no es buena o mala en sí misma, lo es según el uso que se haga de ella.
Sin entrar en mayores detalles, hay tres tipos de cookies:
- Las cookies de identificación. Se usan para guardar nuestro login y contraseña. De esta forma, no tenemos que volver a introducirlos cada vez que volvemos a un sitio web con registro, Facebook o Gmail, por ejemplo. Sin ellas, la navegación en la mayoría de las páginas web sería muy pesada. Un claro beneficio para el usuario.
- Las cookies de analítica y medición. Permiten que las páginas web que visitamos puedan, por ejemplo, conocer el número exacto de usuarios únicos que las visitan al mes. Este dato es fundamental para valorar el potencial publicitario de una página web y es el auténtico valor que los anunciantes buscan para publicitarse en ellas. Además, estas cookies son las que evitan que un servidor de publicidad nos bombardee con la misma campaña o creatividad. Es lo que llamamos la frecuencia de una campaña publicitaria. Por ejemplo, una frecuencia de 2 al día, significa que un usuario sólo verá dos banners de la misma campaña cada 24 horas. Esto no solo beneficia al usuario por lo pesado que puede ser ver siempre la misma publicidad, sino que beneficia también al soporte que optimiza su tráfico.
- Las cookies de seguimiento: El tercer tipo son las que más dudas generan y sobre todo, más enfrentamientos. Son las tracking cookies o cookies de seguimiento, lo que se ha llamado OBA (Online Behavioural Advertising). Con ello, las páginas web depositan cookies en nuestro ordenador en función del contenido de la página o de las secciones que hemos visitado dentro de la misma definiendo un perfil de comportamiento e intereses del usuario. Cuando navegamos por Internet, los complicados algoritmos que están debajo de muchas de las páginas web que visitamos, crean y utilizan enormes bases de datos en las que agrupan a las cookies en función de sus intereses y comportamientos lo que permite volver a mostrar una creatividad publicitaria a un usuario si éste ha demostrado antes interés al haber pinchado en el banner.
Es cierto que, a veces, aburre seguir viendo banners de ofertas de viajes a Túnez porque hace tres meses estuvimos considerando un viaje que finalmente decidimos no hacer pero que los dichosos algoritmos desconocen y siguen pensando que tenemos ganas de viajar al Norte de África. A veces un beneficio para el usuario, soporte y anunciante puede volverse en contra de éste último sin, por ejemplo, una buena gestión de la cookie o la limitación en la duración de la vida de la misma.
En este contexto es fundamental aclarar e insistir que las cookies son sólo eso, cookies y no son datos personales de los usuarios, ni son virus ni troyanos ni toda esa jerga médico mitológica que tanto asusta a los usuarios de Internet. Es cierto que un programador avanzado y malintencionado no tardaría mucho en identificar una cookie con la correspondiente información asociada. Sin embargo, esta práctica es ilegal, si no se tiene el consentimiento del usuario y la gran mayoría de los profesionales que trabajan en publicidad en internet son, doy fe, bienintencionados.
Además, resulta sorprendente que tengamos tanta animadversión a las cookies y no le demos importancia a la cantidad de información personal que subimos a Facebook o Tuenti y, peor aún, que esa información personal esté a disposición de todos los que visitan tu página.
La publicidad, por ahora, es una de las pocas fuentes de ingresos que los medios de comunicación de calidad -y este diario es uno de ellos- disponen para ayudar a que la cuenta de resultados sea positiva y garantice así su supervivencia. Las cookies no sólo facilitan nuestra navegación sino que permiten que se optimice y mejore la publicidad en las páginas web que visitamos, manteniéndolas gratis. Las cookies permiten que esa publicidad sea más efectiva, por lo que me atrevo a decir que cookies are good for all.