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Toda la ciencia y la magia del Renacimiento, en los grabados de Robert Fludd

Toda la ciencia y la magia del Renacimiento, en los grabados de Robert Fludd

EFE

Sevilla —

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Rico, casto, médico, boticario, conjugó como alquimista la magia, la ciencia y el arte como ramas de un mismo saber, coqueteó con los rosacruces y era tal la amplitud de sus conocimientos que recurrió a imágenes para explicarlos con una serie de grabados renacentistas ahora rescatados por Atalanta.

Robert Fludd (1574-1637) tuvo como mecenas a Carlos I de Inglaterra y, aunque cristiano, se mantuvo a salvo de cualquier sectarismo, “dispuesto a reconocer la sabiduría dondequiera que la encontrara” con una “convicción de que la realidad consta de múltiples estados del ser”, según describe Joscelyn Godwin al recrear la vida y la obra del sabio en “Macrocosmos, microcosmos y Medicina: Los mundos de Robert Fludd”, recién publicado por Atalanta.

Este volumen en folio, con los textos de Godwin a doble columna, reproduce doscientos grabados de Robert Fludd que conforman el corpus iconográfico prácticamente íntegro de este sabio que recurrió a estas figuras como herramienta imprescindible en la trasmisión del conocimiento.

“Lo que él ha expresado con abundantes palabras y largos análisis, yo lo he comprimido en unas pocas frases y lo he explicado por medio de jeroglíficos y figuras particularmente elocuentes”, respondió el propio Fludd al criticar lo prolijo de los textos de Johannes Kepler, con quien sostuvo varias diatribas de carácter científico.

Los grabados de Fludd no parecen en absoluto gratuitos y cuatro siglos después sugieren tener muchos más significados de los que las formas aparentes revelan, de modo que, vayan acompañados o no de algunas leyendas o brevísimas indicaciones escritas, siguen inquietando como debieron hacerlo hace cuatro siglos, como si encerraran una verdad que está cerca de mostrarse.

En su época hubo cierto auge de los libros de emblemas, un género que floreció en el paso del siglo XVI al XVII por la idea de que una imagen podía expresar lo que las palabras no podían decir, una creencia que justifica la edición de muchos textos alquímicos, magníficamente ilustrados y de los que se publicaron una gran variedad en torno a 1600.

Joscelyn Godwin advierte en el arranque de su libro de que “el número de ilustraciones que se pueden encontrar en las obras de Fludd excede el de cualquier obra de literatura enciclopédica anterior a Diderot” y de que fueron precisamente sus dibujos los que mantuvieron viva “la reputación de Fludd” y “sus obras en las bibliotecas de los bibliófilos, aunque más por curiosidad que por respeto”.

Editor, traductor, profesor universitario especializado en música y autor de varios libros de erudición, el estadounidense Godwin dice de Fludd que posee “un mundo intelectual sin rival en su amplitud y ambición” y que con él “pronto quedaría atrás la época en que la mente de un hombre podía abarcar un conocimiento tan amplio”.

Paradojas de la historia, precisamente sería esa ambición, al decir de Godwin, “una de las causas de que Fludd quedara oculto en la oscuridad, olvidado casi inmediatamente después de su muerte, pese a su ”contribución más permanente“, la que se refiere a ”la tradición esotérica, y específicamente a la combinación del hermetismo cristiano con las ciencias ocultas“.

Su “Historia del macrocosmos y el microcosmos” se publicó por entregas entre 1617 y 1621 en Alemania, donde la impresión le resultaba mucho menos gravosa que en Inglaterra, y de mucha mayor calidad por el empleo de planchas de cobre que sustituyeron a las antiguas de madera.

Fludd se consagró al ejercicio de la medicina -sus biógrafos atribuyen su éxito a su capacidad de persuasión convenciendo a sus pacientes de la eficacia de sus remedios-, y se fijó la tarea titánica de escribir una especie de enciclopedia médica o 'medicina universal' que él tituló “Medicina Catholica” y que dejó inconclusa -se conserva el primer volumen, sobre las causas de la enfermedad, pero no el segundo, que debía versar sobre los remedios-.

Su ambición, de ahí el título de su enciclopedia médica, fue reemplazar el conocimiento heredado de la autoridades paganas, desde Aristóteles hasta Galeno e Hipócrates, por una medicina “estrictamente cristiana”.

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