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The Guardian en español

El Gobierno chino quiere que haya más nacimientos, pero sus ciudadanos no están nada convencidos

A finales de los años ochenta, el número de nacimientos anuales era de unos 28 millones, mientras que a mediados de los noventa esta cifra había descendido a 18 millones.

Lily Kuo

Pekín —

Liu Wen, una funcionaria de la provincia noroccidental de Qinghai, en China, recuerda la noche anterior a su regreso al trabajo después de una baja por maternidad de tres meses. Estaba ansiosa. “Me repetía a mí misma que no había motivos para estar preocupada, que me relajara, que durmiera bien y que mañana sería un nuevo comienzo”. Su marido, un doctor, estaba de guardia esa noche, así que estaba sola con el bebé. Alrededor de la una de la madrugada, su hijo empezó a llorar. Mientras lo abrazaba, ella también se echó a llorar.

“El bebé lloraba y yo lloraba”, explica. Esa noche decidió que no tendría más hijos. “Gracias, planificación familiar, un hijo es más que suficiente”.

Durante décadas, desde finales de los setenta, la política de hijo único en China ha impedido que muchas familias puedan tener dos o más hijos. En los últimos cinco años, esta política ha ido cambiando gradualmente, se han hecho excepciones y finalmente se ha permitido que las parejas puedan tener dos hijos.

Ahora, las autoridades se están planteando terminar con estas restricciones. Sin embargo, los expertos dicen que es poco probable que el cambio afecte el rumbo demográfico del país. Debido al alto coste de la educación, de la vivienda y del cuidado de los niños, son pocas las parejas del país que quieren tener más de dos hijos. De hecho, incluso pudiendo tener dos, muchas parejas han preferido plantarse con uno.

“Incluso en el caso de que el Gobierno termine con las restricciones a la natalidad, no creo que haya un gran aumento en el número de recién nacidos”, explica Wen Xi, de 28 años, responsable de marketing de una emisora de radio de Pekín. “Ya es bastante difícil mantenernos como para además alimentar una nueva vida”. Wen ha optado por gastar su energía y dinero en cuidarse y cuidar de su madre, que la crió sola.

Esta semana se ha informado de que el Consejo de Estado de China (es decir, su Gobierno) ha encargado un estudio sobre el impacto que tendría para el país acabar con las restricciones a la natalidad, un paso que se podría dar este mismo año.

Se pondría fin a uno de los mayores experimentos de ingeniería social que se han hecho a escala mundial, un experimento que muchos consideran un error.

En estos momentos, la población china está envejeciendo sin que haya una generación de jóvenes que pueda garantizar una red de apoyo social. El país también se enfrenta a una fuerza laboral que ha ido disminuyendo en tamaño y a una de las tasas de natalidad más bajas del mundo.

“Esta medida fue un error histórico, y el Gobierno, y tal vez también la sociedad, preferiría eliminarla de la memoria colectiva, pero no será fácil”, afirma Wang Feng, profesor de Sociología de la Universidad de California en Irvine.

Liu, por ejemplo, ha estado esquivando las presiones de su suegra para que le dé otro nieto. “”Desde el mismo día del nacimiento del bebé, hemos estado compitiendo con otros padres sobre qué tipo de leche en polvo es la mejor, qué tipo de instrumento musical debe aprender a tocar, qué guardería es mejor, qué escuela primaria es mejor, qué tutor es mejor. Toda esta presión nos hará enloquecer y también volverá loco a nuestro hijo“, reconoce.

Las mujeres más jóvenes y profesionales sólo quieren un hijo o simplemente prefieren no tener hijos. “Claramente no”, afirma Wei Teng, una académica dedicada a estudios culturales y que vive en Guangzhou, cuando se le pregunta si consideraría la posibilidad de tener un segundo hijo.

Incluso si las parejas estuvieran dispuestas a tener más hijos, lo cierto es que la cifra de padres es relativamente pequeña.

Del 'baby boom' al 'baby bust'

Yong Cai, profesor asociado de Sociología de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, dice que China experimentó un “baby bust” (lo contrario al baby boom) en la década de 1990, una década después de que se aplicara la política de un solo hijo. A finales de los años ochenta, el número de nacimientos anuales era de unos 28 millones, mientras que a mediados de los noventa esta cifra había descendido a 18 millones.

“Ahora hay menos personas que tienen hijos con lo cual el número de nacimientos seguirá disminuyendo con independencia de que se eliminen los límites a la natalidad”. Ahora estamos sufriendo las consecuencias de la bajada de natalidad.

Yi Fuxian, demógrafo de la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin, explica que el año pasado el número de nacimientos en China cayó un 4% con respecto al año anterior y la tasa de fecundidad se situó en 1,24 nacimientos por mujer, por debajo de la tasa esperada de 1,63.

Las restricciones a la natalidad se han implementado a través de abortos y esterilizaciones, así como fuertes multas. Ahora, algunos comentan en tono jocoso que el Gobierno chino no dudará en buscar tácticas para lograr todo lo contrario y fomentar la natalidad. Este año alguien colgó en Internet una famosa imagen de un cartel de propaganda del Partido Comunista con el siguiente mensaje: “Si no tienes hijos cuando debes, te presionaremos para que te quedes embarazada”. Recibió más de 6.000 likes.

Terminar con las políticas que limitan el número de hijos por familia tiene aspectos negativos para las mujeres, que en ciertos aspectos se beneficiaron de la política de hijo único y pudieron tener acceso a recursos que normalmente irían destinados al hijo (varón) que no tuvieron. A finales de la década de 1990, las mujeres representaban casi el 40% de los estudiantes matriculados en las universidades y en 2008 los centros universitarios ya contaban con más mujeres que hombres.

De hecho, es bastante común que los directivos de las empresas privadas o el sector académico no tengan en cuenta a mujeres que solicitan un puesto de trabajo. Muchas empresas prefieren contratar a mujeres que ya tienen un hijo, ya que les tranquiliza saber que ya han pasado por esta etapa.

“Si el Gobierno chino levanta las restricciones pero no protege a las mujeres que quieren acceder a un puesto de trabajo, las empresas tendrán ahora más motivos para no contratarlas”, subraya Emily Zheng, una experta en cultura popular que reside en Pekín.

El hecho de que las restricciones se hayan ido suavizando ha tenido un impacto positivo sobre las familias. Ning, de 34 años, recuerda la situación que vivió su familia en 1989, cuando su madre se quedó embarazada de un segundo hijo que se consideraba “ilegal”. Temerosa de que los vecinos la denunciaran y las autoridades la obligaran a abortar, se marchó a un pueblo cercano. Cuando nació la hermana pequeña de Ning, sus padres, que eran agricultores, se gastaron todos los ahorros para pagar las multas, una suma equivalente a 90 euros.

En 2015, Ning se encontró en la misma situación. Cuando ya tenían una niña, su mujer se volvió a quedar embarazada. Consideraron la posibilidad de abortar pero oyeron que podía haber una laguna jurídica. Unos meses antes de la fecha prevista de parto, cuando estaban a punto de solicitar la exención, las autoridades chinas anunciaron que todos los padres podían tener un segundo hijo.

“Se terminaron nuestros problemas. Solo necesitábamos demostrar que estábamos esperando un hijo, eso era todo, y esperar. Nos sentimos muy afortunados”, recuerda. Ning señala que no cree que él y su mujer se animen a tener un tercer hijo. “Con dos tenemos suficiente”, reconoce.

Información adicional de Wang Xueying

Traducido por Emma Reverter

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