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Sobre este blog

No está claro si dan risa o miedo: perfiles semanales con mala leche de los que nos mandan (tan mal) y de algunos que pretenden llegar al Gobierno, en España y en el resto del mundo.

Susana Díaz, una explosiva mezcla de José Bono y Rodríguez Ibarra

Susana Díaz saluda a un malagueño tras el viaje inaugural del metro de Málaga en julio.

Ramón Lobo

Mientras recababa información sobre Susana Díaz (Sevilla, 1974) para escribir este perfil sufrí un lapsus línguae al preguntar a una amiga por Susana Sánchez. Es lo que tiene estar todo el día emparejada en las noticias con el aún secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Difícil saber quién tiró la primera piedra en un partido que vive desde hace años sumergido en una piscina repleta de pirañas y en el que los peores enemigos son compañeros y amigos, como en tiempos de la extinta UCD. Ya se sabe: ¡cuerpo a tierra que vienen los míos!

Sostiene Susana Díaz que su única prioridad es Andalucía, comunidad de la que es presidenta desde el 5 de septiembre de 2013 por designación de su antecesor, José Antonio Griñán. Díaz acaba de convocar unas elecciones anticipadas de alto riesgo político para el 22 de marzo, animada por unas encuestas internas que la sitúan como la líder mejor valorada y unos datos de paro que, si bien no bajan del millón, le permiten presumir de sus políticas sociales. Será la primera vez que se enfrente a las urnas como cabeza de lista. Ya era hora.

Los medios de comunicación afines interpretan esa declaración de andalucismo y la consiguiente convocatoria de comicios como prueba de que se descarta para desempeños mayores en la capital. Quienes conocen su historial saben que no se descarta en absoluto, que lo suyo es la marcha larga para mantener su guerra de desgaste a Ferraz, con un fin: dar jaque mate a Pedro Sánchez cuando le interese dar el salto, algo que se verá después del desastre electoral que se anuncia para mayo.

Su amor por Sánchez caducó el día en el que juntos liquidaron las ambiciones de Eduardo Madina y el nuevo se creyó su papel de líder y anunció su disposición a ser el candidato a La Moncloa a finales de 2015. ¿Qué diablos era eso si el pacto consistía en nombrar solo secretario general y dejar libre el camino a la jefa andaluza?

En el PSOE corren dos relatos, perfectamente paralelos y compatibles, en los que quizá haya más literatura que realidad. Uno presenta a Alfredo Pérez Rubalcaba como el gran chamán de las malignidades (esto parece bastante real) e impulsor de las primarias abiertas para frenar a Susana Díaz, alérgica a los artilugios con papeletas, y dañar de paso a Carme Chacón, un deporte rubalcabiano. Ambas comparten enemigos, dificultades de ser mujer en un mundo de machos alfa y a Máximo Díaz-Cano, el hombre de confianza de las dos.

La segunda maledicencia pregona que Díaz y sus aliados sometieron a Madina a un tercer grado en una reunión (recuerden las pirañas) para que retirara la candidatura y permitiera la proclamación como lideresa de la presidenta de Andalucía. Como Madina se negó, pasó lo que pasó: lluvia de avales para Sánchez en Andalucía, movilización de los susanistas y derrota del vasco.

Lleva meses metiéndole palos, piedras, hierros, vigas, todo lo que encuentra, en las ruedas al pobre Sánchez, a quien le crecen hasta los expresidentes que ofende (Felipe González y Zapatero). Es cierto que Sánchez ayuda mucho a meterse los palos él solo con sus ocurrencias y cambios. Díaz es una experta en barajar las declaraciones de apoyo con las de duda; debe ser parte de la guerra de nervios.

Las maneras de Evita Perón

Nada en ella es casual. Se trata de un animal político, una apparatchik que lleva en el partido desde los 17 años, una marine curtida en las mil guerras civiles del socialismo andaluz y español. Los que la quieren mal, que son más de los que ella cree, la llaman La Sultana; o peor: peronista trianera. Eso escribió Carlos Mármol en un sonado artículo en El Mundo. Comparaba sus maneras populistas (¡vaya!, se me escapó) con las de Evita Perón, por su manera de apropiarse de la vida de los demás desde la utilización del posesivo casi matriarcal: “mis parados”, “mis andaluces”, “mis jóvenes que se tienen que marchar fuera”. Según Mármol, esto representa una metáfora de su concepción de la política.

De lo que no hay duda es de que se trata de una mujer de carácter, sobre todo cuando no hay cámaras de televisión y micrófonos de radio por medio. Sus enfados en petit comité tienen que ser de los que acojonan. Los que la conocen dicen que actúa como un hombre, como lo hacían Margaret Thatcher y Golda Meir, o lo hace en la actualidad Angela Merkel, mujeres de éxito en un mundo machista y cerrado que rechaza las mujeres femeninas.

Díaz detesta la debilidad. Prefiere a los fuertes, aunque sea para combatirlos. Antes de llegar a la presidencia se decía de ella que era una killer, alguien que no hace prisioneros. En su código de lealtad no existe tierra de nadie ni neutralidad. Hay que mojarse: con ella o contra ella.

Es una persona con memoria de elefante: jamás olvida una afrenta. Es aficionada a llamar a los directores de los medios de comunicación (prepárate Nacho) para dolerse de los enfoques de noticias que la perjudican. La manera de saber si le caes bien como periodista es que te llame “canijo”. Yo ya lo tengo complicado.

De esa manía de levantar el teléfono no se libró ni Felipe González, que hace años declaró no saber quién era Susana Díaz, y ella le llamó para recordárselo. Ahora son uña y carne. A González le gusta mucho más que Sánchez, un tipo que habla demasiado de las puertas giratorias. Zapatero, otro susanista confeso de primera hora, sostiene que ha nacido para llevar el maillot amarillo, una imagen que sin duda entenderá Rajoy, por lo del Tour.

El embarazo puede ayudar a dulcificar un poco esa imagen de político-hombre. La maternidad potenciará un ángulo más humano. Llevaba tiempo buscando ser madre, aunque se descarta el rumor de los mellizos. No se puede afirmar que sea parte de su plan electoral, pero, una vez que supo la noticia, seguro que la imagen de su amiga Chacón como ministra de Defensa pasando revista embarazadísima a las tropas le despertó alguna idea perversa. Es lo que le faltaba al pobre del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, tener que unir a sus incapacidades manifiestas el esmero de no parecer machista. Parece un golpe maestro.

Sin derrotismos

Esa imagen de taimada que apuntan hasta los cercanos no se corresponde con una líder que posee un discurso categórico, rotundo y directo. Una fuente me dijo que es posiblemente la única socialista que cree de verdad en el PSOE, que no se deja llevar por el discurso derrotista tras la irrupción de Podemos. Ella no ha corrido como los Zapatero, José Bono y Emiliano García Page a reunirse con la cúpula del partido que les ha robado el lenguaje, el espacio que defendían en los años ochenta y, por lo que se ve, los votantes.

Los barones que apoyaron a Díaz en la cruzada contra Madina andan preocupados con Sánchez, que dedica más tiempo a construir su imagen personal en la telebasura que a dar sustancia a un partido que se la juega en las elecciones municipales y autonómicas de mayo.

En ese desnortamiento colectivo, varios barones con esperanzas de gobernar en sus comunidades hacen ojitos a los chicos de Podemos, mientras que Susana Díaz parece hacer ojitos al Ibex-35. Por alguna de sus declaraciones, como aquella de que España está por encima del PSOE, se interpreta como una advertencia de que, llegado el caso, sería mucho más partidaria de la gran coalición que Sánchez. Me dicen: “No es que Susana esté a favor, ella es la gran coalición. Detrás tiene a los Felipe y las grandes empresas de este país preocupadas con Podemos. No olvides que una de sus primeras fotos como presidenta fue con Emilio Botín”.

Ella cultiva a la derecha (Rajoy la prefiere mil veces antes que a Sánchez). En el asunto catalán mantiene una posición de firmeza, no muy diferente a la del PP. No comulga con las idas de su secretario general; de fervor federalista anda muy justita. Busca el voto de la gente de orden, el voto desideologizado, que es en lo que está el PSOE desde mayo de 2010, cuando asumió los recortes de Bruselas sin convocar elecciones ni decir la verdad.

Católica como Bono

A Susana Díaz la definen como una mezcla entre José Bono y el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra. “Es una mujer de centro derecha y católica como Bono, pero con un discurso de izquierda”, dice. Su historia familiar, su conciencia de clase, de la que se siente muy orgullosa, le empuja hacia una política más social. Vive en su barrio trianero de siempre, entre León y El Tardón. Disfruta del trato con la gente, es amable, sonríe y toca; se siente bien con una mano ajena entre las suyas. Gana en las distancias cortas por su franqueza. Cuando acude al médico, lo hace en la sanidad publica, y guarda su turno como los demás. Aprovecha esos ratos para charlar con la gente de la sala de espera e interesarse por sus problemas.

Le gusta decir que pertenece a la casta de los fontaneros y que su suegro, que trabajó en Mariscos Emilio, ha servido tapas a Javier Arenas, el prototipo del señorito andaluz. Su marido es del Betis y cofrade del Cristo de las Tres Caídas. Ese es su vivero político-cultural. Una intelectual sevillana me dijo que pese a su discurso, la pasión que pone en las palabras, es una mujer que adolece de la capacidad de ver la Gran Película. Bueno, ¿hay alguien en el PSOE que la tenga?

En las elecciones del 22 de marzo va directa a por el voto moderado, y no se debe descartar que bordee la mayoría absoluta. Se crecerá en la campaña. Con esta jugada pretende coger al PP a desmano y con su líder náufrago, castigar a IU por sus amenazas de celebrar un referéndum sobre el pacto (“4.000 afiliados no van a condicionar el Gobierno de Andalucía”, afirma aunque la cifra real debe de ser mayor) y no esperar al despegue de Podemos.

Aunque algunas encuestas sitúan al partido de Pablo Iglesias como tercera fuerza con un 17% de los votos, muchos andaluces progresistas son escépticos con que ese dato pueda trasladarse a las urnas a corto plazo. “Podemos es un fenómeno urbano, y aquí la burguesía es rural, incluso en ciudades como Sevilla. Sus fiestas mayores, como la Feria, son eminentemente rurales”, dice la fuente. Podemos, en Andalucía, ha prendido entre los jóvenes, los funcionarios y la universidad. Pero las elecciones se jugarán en los pueblos, territorio del susanismo.

En la guerra civil contra Pedro Sánchez no cuenta con los apoyos públicos de Griñán y Manuel Chaves. El primero guarda silencio convencido de que todo lo que dice resulta tóxico para su partido; el segundo exige respeto al secretario general desde su mentalidad de hombre conservador y disciplinado. Ninguno tiene motivos para estar contento, se sienten abandonados por los dos. Por Díaz, que no ha cejado en marcar distancias, y por Sánchez, que les ha negado el pago de los abogados. Veremos qué decide la Sala de lo Penal del Supremo, que verá el caso de ambos ex presidentes antes de marzo.

La Susana Díaz killer ha dado paso a una líder más sosegada que en vez de matar a sus rivales dentro del PSOE ha sabido mantener alguno cerca, supongo que para vigilarle. En estos días de miseria en los que la hartura ciudadana compara al PSOE nacional con el PP, Díaz se siente una émula del apóstol Pedro, la piedra sobre la llegará la salvación de la socialdemocracia-liberal. ¡Qué lejos quedan los tiempos en los que el PSOE-A gobernaba hasta en las comunidades de vecinos!

En estos tiempos de repliegue, Díaz se ha rodeado de una Ejecutiva dócil a la que no necesita dedicar más de 15 minutos. Su mano derecha, Máximo Cano-Rey, el cordón umbilical con Chacón, se encarga de los detalles. En su favor hay que reconocer que Díaz ha pacificado el partido. Ahora es un equipo con una misión, como los de José Mourinho.

Un PSOE que ya no es el puntal ideológico de una forma de ver España o Europa. Poco a poco se ha diluido en un grupo de personas que tienen trabajo desde hace muchos años gracias a la política y que sienten las urnas como una amenaza vital y laboral. Algo que también le sucede al PP en el resto de España. Los furibundos ataques de los dos grandes partidos a Podemos son de pavor a un ERE político, a quedarse en calle, esa calle que les cuesta tanto ver. ¿Y la victoria de Syriza? Esto no es Grecia, replican cuando hace tres días todo eran paralelismos. Por si acaso no lo entienden, una pintada urbana corre por las redes sociales: “Si os seguís haciendo los suecos, nosotros nos haremos los griegos”.

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