¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.
Nadie quiere trabajar con Trump
De todas las cosas que dijo el exdirector del FBI, James Comey, en su testimonio ante el Senado el pasado 8 de junio, una de las más reveladoras fue sin duda cuando la veterana senadora demócrata Dianne Feinstein le preguntó si sabía por qué Donald Trump le había cesado. “Bueno, no estoy muy seguro”, contestó Comey, “según ha dicho el presidente me echaron por la investigación sobre Rusia.”
El despido fulminante de Comey y el caótico funcionamiento del equipo de Donald Trump –que durante mas de diez años (de 2004 a 2016) se dedicó a decir en televisión “¡estás despedido!”– le están poniendo las cosas muy difíciles al nuevo gobierno para encontrar voluntarios dispuestos a fichar por la nueva presidencia.
El hecho de que Trump también despidiera fulminantemente a los 93 fiscales federales en marzo (sólo ha empezado a reemplazarlos la semana pasada) no ha supuesto un gran incentivo para los candidatos potenciales. Tampoco ayuda que una de las primeras medidas que tomó Trump al llegar a la Casa Blanca fuera congelar la contratación de nuevos funcionarios, medida que por cierto ha tenido que suspender en abril para cubrir las actuales vacantes.
Una encuesta del Washington Post ha revelado que muchos republicanos sondeados por el gobierno para ocupar puestos de relevancia se lo están pensando dos veces e incluso consultan a head hunters para saber si trabajar en Washington en estos momentos puede empañar su currículum. Algunos preguntan también si no es mejor asesorarse legalmente porque en algún momento quizá tendrán que contratar a un abogado.
En una entrevista en el Post, el responsable de contratación de la Administración de Trump, Johnny DeStefano, ha reconocido que queda tarea por delante. DeStefano no se incorporó al equipo presidencial hasta finales de enero, cuando lo normal hubiera sido que empezara a trabajar durante la etapa de transición, poco después de las elecciones.
DeStefano debe encontrar 4.000 funcionarios para llenar las vacantes de los puestos “políticos”, los que cambian con cada nuevo gobierno. Puestos que van desde subsecretario de Transportes a embajador ante la Unión Europea. El perfil básico suele incluir no haber trabajado antes en la Administración y no haber criticado a Trump en los medios sociales.
El proceso siempre es lento porque los aspirantes deben recibir el visto bueno del FBI y de la Oficina de Ética Gubernamental. Los puestos de más responsabilidad también deben pasar por la confirmación del Senado al que sólo le quedan algo más de veinte días hábiles de sesiones antes de las vacaciones de verano. De momento sólo hay confirmados 43 altos cargos cuando por estas fechas Obama ya tenía 151 y George W. Bush, 130.
El tema empieza a preocupar seriamente a los republicanos. Un grupo de 25 ultraconservadores que se autodenomina Coalición por América ha escrito una carta al jefe de Gabinete de Trump, Reince Priebus, expresando su “preocupación” por la gestión ineficiente de las contrataciones.
Lo han hecho no tanto en pro del funcionamiento de la cosa pública, sino porque la “falta de liderazgo” y el hecho de que muchos de los que siguen en sus puestos han sido nombrados por el gobierno de Obama podría alentar posibles “barbaridades” y filtraciones a la prensa sobre lo que pasa entre bastidores.
El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, como era de esperar, ha negado que el Ejecutivo tenga problemas. “Hay gente llamando a mi puerta para hablar con la oficina del personal del presidente”, dijo hace poco en una rueda de prensa en la Casa Blanca. “Hay mucha demanda para trabajar en esta Administración”.
Aunque por lo visto no en el departamento de prensa. El puesto de director de comunicación de la Casa Blanca sigue vacante después de que Mike Dubke dimitiera a mediados de mayo después de tan solo tres meses en el puesto, aparentemente porque Trump no estaba contento con él.
Y luego está el Departamento de Estado a quien le han reducido el presupuesto un 30%. Su titular, Rex Tillerson, expresidente de la petrolera ExxonMobil donde se supone no se enfrentaba a semejantes contingencias, ha acatado la decisión de Trump pero también ha anunciado que muchas de las plazas que quedaron vacantes con la llegada del nuevo inquilino de la Casa Blanca no se llenarán hasta el año que viene.
Claro que cuando Trump contrata es casi peor. El último nombramiento polémico ha sido el de Lynne Patton, amiga de la familia, organizadora de la boda de Eric Trump y de varios torneos de golf en los hoteles del magnate, que se encargará desde ahora del programa federal de viviendas sociales de Nueva York, donde viven unas 600.000 personas. Ni que decir tiene que la noticia no ha sentado muy bien en la gran manzana.
Pero no todo está estancando en la Administración. El que no para de contratar es Robert Mueller, el exdirector del FBI encargado de averiguar las posibles conexiones rusas del equipo Trump. Acaban de sumarse a su equipo ocho abogados que se han encargado entre otros asuntos del escándalo del Watergate, la tremenda bancarrota de Enron en 2001 o los casos criminales contra la mafia. Ahí, por lo visto, sobra trabajo.
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