El sociólogo Frédéric Martel (Francia, 1967) es un experto en el análisis de los cambios que ha sufrido nuestra sociedad en los últimos tiempos. En uno de sus ensayos, Cultura mainstream, manifestaba cómo la cultura de masas se había convertido en una poderosa arma para todos los países; después, en Global gay abordaba cómo la revolución homosexual también ha supuesto notables transformaciones en todo el planeta.
Estos días ha participado en el V Congreso Iberoamericano de Cultura Digital, que se celebra en Zaragoza, donde, en una reunión con cuatro periodistas, le hemos preguntado sobre las ventajas y peligros de la implosión de Internet en nuestras vidas.
¿Qué cambios más importantes ha traído el entorno digital a la industria cultural?
Es una pregunta difícil, porque el cambio ha sido enorme y muy complejo. Se trata de un cambio de civilización.
¿Y estamos preparados?
Nadie está preparado. La semana pasada estuve en Sillicon Valley y ellos me dijeron que tampoco sabían hacia dónde íbamos. Por ejemplo, el éxito de Twitter no fue anticipado, nadie sabía que eso podría ocurrir. Lo mismo ocurre con las startups, que se recompran por miles de dólares, pero no se sabe qué resultados van a dar. Para todos nosotros es muy difícil anticiparnos a esta revolución, pero tenemos que estar preparados.
¿Puede ser un peligro este cambio de civilización?
Hay amenazas, pero al mismo tiempo nosotros somos los agentes de estos cambios y somos los que los vamos a llevar hacia un lado o hacia otro. Todo depende de lo que hagamos, aunque creo que las oportunidades son mayores que las amenazas.
¿Cómo valora que los contenidos sean más baratos pero los dispositivos cada vez más caros?
Cada vez que sale uno nuevo en el mercado occidental es más caro que el anterior.
Bueno, en los países emergentes ya puedes encontrar smartphones por 50 dólares... Es evidente, por ejemplo, que Apple es un producto de lujo, y por eso es caro. Pero lo que resulta más chocante es que la potencia de cálculo de un smartphone es hoy muchísimo más grande que la de los ordenadores de hace veinte años, y hay que reconocer que la tecnología de Apple ha sido decisiva para este cambio.
Pero, en cuanto a los contenidos, hay expertos que señalan que los dispositivos fomentan la dispersión en la lectura. En definitiva, una banalización del acceso a los productos culturales en el entorno digital.
Los expertos dicen de todo y su contrario. Efectivamente, la experiencia de leer en un dispositivo es diferente a la de leer en papel, pero creo que ese debate ya se ha acabado. Ahora estamos en otra fase. No hay más que ver cómo se ha digitalizado toda la información académica.
En relación con el control que ejercen los países para con sus ciudadanos a través de Internet, estamos viendo nuevas leyes en países como España que censuran comentarios y actividades en la red. ¿No es esto peligroso?
De esto depende mucho el futuro de los países. Hay algunos países que han conseguido construir una red más o menos cerrada, y otros que pueden controlar algunas páginas, pero no todo. Es el caso de Hamás, en Siria, de China o Irán. Luego hay otros países donde juega más la penuria sobre Internet que la censura, como el caso de Cuba. De todas formas, yo soy optimista y creo que puede haber leyes para que exista un control nacional.
Entonces, ¿cree que es bueno ese control?
A lo que me refiero es que no puede ser Estados Unidos el único que lo controle y lo regule todo en Internet, ni tampoco sean las dictaduras las que se encarguen de regular la red en sus países. Hay que encontrar un equilibrio.
Pero hay otro problema y es el trasvase de los llamados datos masivos o Big Data. No sólo los Estados sino que las empresas saben cómo nos comportamos en cada momento.
Sí, y eso es muy peligroso. Si vemos lo que ocurrió con Wikileaks, eso nos puede dar las pautas de lo que ocurrirá en el futuro. La batalla de los datos es ahora la más importante en Internet.
¿Y cómo podemos protegernos los ciudadanos?
Por eso es vital regular lo digital. Y para eso existe el Consejo de Europa y acuerdos que se están estableciendo.
¿Y cuáles son esos acuerdos?
Yo creo que hay tres batallas. Una ellas es la regulación de la privacidad, que está haciendo sobre todo Estados Unidos. Otra es la batalla de qué contenidos están en la nube. Esto es lo que más interesa a Europa. Y luego está la batalla de los propios ciudadanos: nuestra capacidad para saber qué datos queremos ofrecer.
¿Quién es responsable de la gestión de la privacidad? ¿Sólo el individuo?
No hay un solo culpable. Es competencia del Estado, de la educación y de uno mismo. Es una prioridad que se debe dar a todos los niveles; pero, por ejemplo, cuando tú entras en Facebook, tienes que saber qué datos das.
¿Hay algún país que esté enseñando a sus ciudadanos cómo gestionar su privacidad?
En Francia ya se enseña sobre Internet y su uso, aunque van a empezar seriamente con estos programas en 2014.
Por cierto, con respecto al cambio de paradigma en el periodismo, ¿para usted cuál es el modelo que va a imperar en el futuro? ¿Cómo consume usted la prensa?
La prensa norteamericana la leo en Internet y la francesa en papel. Lo hago así porque los diarios franceses no publican todos los contenidos en Internet, no hay una información completa. Y, por otro lado, la prensa norteamericana está más desarrollada en formato online, con más vídeos, fotos etc. En cuanto al modelo de la prensa en el futuro, no he encontrado ninguna respuesta. Ahora hay diferentes modelos. Quizá triunfe el modelo freemium (pagar algunos contenidos), modelos más mixtos... Por otro lado, hay diarios online que ahora mismo están siendo pagados por los ingresos que consiguen otras empresas del mismo grupo de comunicación.
Foto: nonfictionfr