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Alimentos por el bien común cargados de presente

Cuando hace casi diez años, la Asociación de Productores y Consumidores Subbética Ecológica comenzó a tomar forma en la comarca cordobesa de la Subbética, en pleno centro de Andalucía, nunca se imaginó que podría llegar a alcanzar el desarrollo con el que hoy cuenta. Radicado en Cabra, región ancestral de huertas de regadío desde tiempos de los romanos, este colectivo se planteó como objetivo primordial intentar dar un vuelco al estado de abandono de la huerta tradicional, aquejada de un monocultivo agresivo y, sobre todo, volver a poner en valor el trabajo en el campo, rescatar la figura de las hortelanas y los hortelanos y hacer frente a un mercado de especulación que paga precios irrisorios a las familias productoras.

El sistema con el que conseguir ese objetivo, que se ha ido perfeccionando con los años, priorizó un canal corto de distribución, a través del cual, las familias consumidoras van semanalmente a la huerta a adquirir allí sus verduras y hortalizas. De esta manera, establecen una relación de cercanía no sólo con las personas productoras sino también con la tierra, conociendo paulatinamente los ciclos de cultivo, los alimentos de temporada y estando al tanto de plagas y enfermedades. A este abastecimiento semanal, se fueron sumando otros complementos producidos en la zona y también certificados en ecológico, como frutas, huevos o pan, convirtiéndose poco a poco la cesta en una compra indispensable para las familias.

Económicamente, el modelo trabajó desde el primer momento el establecimiento de precios justos para ambas partes. Así, de manera asamblearia y participativa, se fijan los precios de los productos para toda la temporada. A las familias productoras esta política de precios les ofrece una estabilidad que ni de lejos consiguen en el mercado convencional y, a las consumidoras, una accesibilidad económica que permite normalizar el uso de productos ecológicos. En todo caso, la realidad de este sistema hace posible que esta compra consciente se aleje del mito de que el consumo ecológico es caro, al mismo tiempo que potencia una estabilidad en el empleo y desarrolla una economía real.

Simultáneamente al consumo de las familias, otros sectores, que en el marco de la asociación se denominan grandes consumidores, (restaurantes, tiendas, grupos de consumo, comedores escolares...) fueron incorporándose a Subbética Ecológica y, hoy en día, también existe una red de distribución a estos establecimientos. Eso sí, intentando mantener la coherencia de la huella ecológica: tanto la distribución como la producción nunca se alejan más de 150 kilómetros alrededor de la sede en Cabra lo que, sumado a otras medidas como la reducción al mínimo de plásticos, un consumo energético proveniente de fuentes renovables, la no utilización de pesticidas sintéticos, un sistema de reutilización de las cajas de distribución o el transporte en cascada, hace que la asociación contribuya también a mitigar los efectos del cambio climático.

Además, entre las familias fue creciendo la necesidad de cubrir plenamente la demanda de un consumo de productos no perecederos, (aceites, pastas y harinas, lácteos, legumbres y cereales, conservas...). Inicialmente se canalizó a través de grandes compras colectivas pero, tras un proceso de financiación participativa y trabajos voluntarios se logró adecuar la sede de la asociación e incluir una Ecotienda. En el mundo rural, poder contar con una oferta de productos como los que se reúnen allí, es todo un privilegio, y más aún que provengan de pequeñas empresas artesanales, cuya producción no está solo certificada en ecológico sino que persigue los principios de un comercio justo y ético.

Revalorización del trabajo en el campo, producción ecológica, consumo consciente y sostenible, relación de cercanía y compromiso, red de apoyo mutuo, democracia de base y participación ciudadana... eran valores que Subbética Ecológica venía trabajando cotidianamente. Cuando la comunidad conoció la existencia de la Economía del Bien Común, sintió la necesidad de formar parte de este modelo, alternativa al capitalismo salvaje, que se basa en valores como la dignidad humana, la democracia, la justicia social, la confianza, la transparencia en la gestión o la sostenibilidad ecológica, entre otros, y que busca poner en el centro de la actividad económica a las personas y a la naturaleza construyendo un mercado cooperativo en lugar de competitivo.

De ese modo, Subbética Ecológica decidió realizar su Balance de Bien Común, un informe que cuantifica la influencia real en su actividad de esos principios y que, posteriormente es acreditado por una auditoría externa. Ese estudio convirtió al colectivo en la primera y única entidad agroalimentaria a nivel estatal en realizar su Balance, obteniendo unos resultados notables que la situaron en el grupo de las mejores valoradas a nivel europeo.

Este logro y la certificación de su trabajo en el marco de todos esos principios de bienestar social está siendo un revulsivo en la región, presentando la alternativa de una producción y un consumo ecológicos no ya como una realidad marginal y minoritaria sino como algo totalmente factible y cada vez más al alcance de la población del entorno.

Entonces, ¿pueden la agricultura ecológica, la producción y el consumo sostenibles ser motores de una economía rentable, comunitaria y humanista? La respuesta decidida es sí. Subbética Ecológica y sus más de 500 familias y organizaciones socias lo están demostrando. De hecho, en su radio de acción cada vez más personas productoras se van sumando a la iniciativa como alternativa a un sistema de mercado que les ningunea, que arrasa con la naturaleza y que, aún trabajando a destajo, les tiene sumidos en la pobreza. Además, por la otra parte de la ecuación, está logrando que cada vez más familias consumidoras tomen conciencia no sólo de su alimentación en términos de beneficios a la salud, sino también en el modo en que ha sido producida, valorando que provenga de iniciativas familiares, cercanas, con precios y condiciones laborales dignas, con modelos participativos y transparentes.

El sistema de Subbética Ecológica tiene mucho que aprender aún, que experimentar y que consolidar. Pese a ello, se hace necesaria su difusión, su trascendencia y amplificación y el conocimiento por parte de cada vez más personas de que otras maneras de habitar el mundo funcionan y son posibles.

En ese afán de difusión, la productora NanoMundo se planteó la aventura de realizar un documental sobre el colectivo. Después de más de dos años de trabajo voluntario, ha logrado obtener un primer corte de edición del largometraje “Cargada de Presente”. La cinta, a través del testimonio de más de 30 personas (productoras, consumidoras y expertos), realiza un retrato plural de la asociación para dar a conocer su modelo.

Pero para poder terminar la película, Subbética Ecológica y NanoMundo necesitan un empujón económico y en estos días están en plena campaña de financiación colectiva o crowdfunding que estará activa hasta el próximo 25 de octubre. Una llamada al apoyo y la ayuda, bajo el lema “¡Compartiendo Conciencia!”, para que el sistema de Subbética Ecológica pueda conocerse y quizás, extenderse y replicarse.

Es complicado que iniciativas como Subbética Ecológica logren permanecer tanto en el tiempo, enfrentándose como tienen que hacer cada día a los obstáculos y los retos que impone un sistema convencional deshumanizado. Por eso mismo, esa difusión del modelo que trabaja se vuelve tan importante, porque en la medida de su éxito, sus experiencias pueden servir de inspiración a otros proyectos agroecológicos. Porque el ideal es que cada vez más población conozca los beneficios de la pequeña agricultura ecológica y de un consumo consciente. Porque sería maravilloso que la producción ecológica proveniente de pequeñas familias hortelanas pueda ser asequible y real para cada vez más población, cuidando de las personas y de la naturaleza y desarrollando sistemas que construyen futuro.

Para más información en la web de la campaña verkami.com/cargadadepresente o en sus páginas

subbeticaecologica.com y nanomundo.com

Cuando hace casi diez años, la Asociación de Productores y Consumidores Subbética Ecológica comenzó a tomar forma en la comarca cordobesa de la Subbética, en pleno centro de Andalucía, nunca se imaginó que podría llegar a alcanzar el desarrollo con el que hoy cuenta. Radicado en Cabra, región ancestral de huertas de regadío desde tiempos de los romanos, este colectivo se planteó como objetivo primordial intentar dar un vuelco al estado de abandono de la huerta tradicional, aquejada de un monocultivo agresivo y, sobre todo, volver a poner en valor el trabajo en el campo, rescatar la figura de las hortelanas y los hortelanos y hacer frente a un mercado de especulación que paga precios irrisorios a las familias productoras.

El sistema con el que conseguir ese objetivo, que se ha ido perfeccionando con los años, priorizó un canal corto de distribución, a través del cual, las familias consumidoras van semanalmente a la huerta a adquirir allí sus verduras y hortalizas. De esta manera, establecen una relación de cercanía no sólo con las personas productoras sino también con la tierra, conociendo paulatinamente los ciclos de cultivo, los alimentos de temporada y estando al tanto de plagas y enfermedades. A este abastecimiento semanal, se fueron sumando otros complementos producidos en la zona y también certificados en ecológico, como frutas, huevos o pan, convirtiéndose poco a poco la cesta en una compra indispensable para las familias.