Termina la cumbre del clima en Katowice, la conocida como COP24, que aunque no ha tenido la visibilidad que si ganó la cumbre de París su trascendencia era igual o mayor. Esta cumbre que debía cerrar y concretar el compromiso de mantener el incremento de la temperatura global muy por debajo de los 2 ºC y a ser posible en 1,5 ºC cierra nuevamente en falso. Y ya van 3 cierres así desde que se aprobase el Acuerdo de París.
Era obvio a priori, la insuficiencia de tiempo para la negociación, ya que la falta de textos de los anteriores encuentros era una pesada losa para el avance de las negociaciones. Prueba de ello, es cómo muchas primeras versiones salieron durante el encuentro de Bangkok de septiembre, que tuvo que ser fijado de forma extraordinaria cuando la cumbre de Bonn de mayo no adelantó todo el trabajo necesario.
El avance que era previsible es el conocido como libro de reglas que básicamente son las partes más técnicas, influidas enormemente por las necesidades de contabilidad y científicas y que se basaba en anteriores decisiones de la COP y de los protocolos del IPCC. Aunque este libro si que debería haber recogido una serie de decisiones políticas en materia de adaptación, financiación e incremento de la ambición, pero son precisamente estos artículos los que han caído de la redacción final. Podemos afirmar que el libro de reglas se convierte finalmente en un protocolo de contabilidad de emisiones al olvidar incluir como se financiará la lucha climática y cómo se ajustarán los compromisos de reducción a los niveles necesarios.
Aquella foto triunfalista que copó las portadas de todos los periódicos mundiales bajo el titular “acuerdo histórico global” empieza a desdibujarse. La evaluación de muchas organizaciones como Ecologistas en Acción, ya dijeron que era un acuerdo de mínimos que dejaba a la mera voluntad de los países actuar o no. Es frívolo hablar desde la óptica de la legislación internacional de una cuestión que tiene y tendrá incidencia directa sobre la vida de la mayor parte de la población. La realidad es que estas conversaciones climáticas son, en el fondo, una partida de ajedrez con palabras donde escoger un verbo u otro marca una diferencia abismal. En este sentido decidir entre si tomamos nota, consideramos, aceptamos o adoptamos, puede ser una lucha política que bloquee la aprobación de un acuerdo.
Evaluar los documentos finales debería ser la única prueba de éxito o fallo de estas cumbres. Más allá de señalar con el dedo a países como Arabia Saudí y Estados unidos que se niegan a adoptar las conclusiones del IPCC y eliminan el único artículo que merecía la pena. O visibilizar como Brasil se esfuerza en bloquear algunos mecanismos que aunque no son el camino adecuado para frenar el cambio climático, suponen un problema para los planes de tala del Amazonas del nuevo gobierno brasileño.
Está claro el mensaje que el IPCC dio en octubre, sino se produce un descenso drástico e inmediato de las emisiones globales todo el planeta sufrirá graves consecuencias. Como mediterráneos acostumbrados a la sequía, sabemos y vemos como estas cada día se incrementan más, así como la duración y la intensidad de las olas de calor. Unas consecuencias que se agravarán, y se duplicarán si en vez de 1,5 º la temperatura se incrementa por encima de los 2 ªC, ¿Qué pasará a 3,5 ºC que es la temperatura mínima a la que nos conducen los compromisos asumidos hasta la fecha?
Probablemente en el imaginario de algunos países, esto no sea demasiado problema debido a sus bajas temperaturas. Este pensamiento es enormemente erróneo, ya que no considera que la temperatura del planeta es una forma de medir la energía de la atmósfera. Más energía en la atmósfera no solo es mayor calor, sino que los eventos meteorológicos sean más intensos, las lluvias torrenciales son una clara muestra de ello. Empiezan a experimentarse fenómenos como los incendios forestales que hasta el momento no eran frecuentes.
A pesar de que las alarmas ya no pueden ser ignoradas los resultados de las negociaciones climáticas son bipolares, por no decir esquizofrénicos, mientras el IPCC recrudece su terminología dando rangos de alta confianza a las hipótesis más duras en las COP se hace lo contrario. Los enunciados que deberían tener fuerza usando expresiones como decide, reitera o ratifica usa expresiones enormemente blandas. Lo curioso es que el uso de estas expresiones blandas se convierten a medida que transcurren las negociaciones y el cansancio de los días, en el menor de los males.
La tradición de las COP manda que el penúltimo día antes del cierre, haya un texto que aunque no satisface a todos tiene expresiones salvables. Desde la publicación de este texto a conocer el definitivo pasan días en los que se va generando un eterno rumor de que saldrá de forma inmediata. Así, tras el cansancio de llevar horas cargando una página web para ver si se ha avanzado, se presenta la versión definitiva que ya ha eliminado cualquier síntoma de ambición. Durante esta COP la peor de las omisiones fue las gigatoneladas que debían alcanzarse en 2030 según el IPCC.
El resultado, como era de esperar, es la huida hacia delante de la cumbre climática. Lo cuál es excesivamente grave si asumimos que solo quedan 12 años para actuar. Aunque el ex negociador jefe de Arabia Saudí represente precisamente el problema de la lucha climática, quizá no vaya tan desencaminado cuando se mofa indignamente de todos los participantes de la cumbre manifestando que el Acuerdo de París está muerto.
La ciudadanía global es responsable de generar emisiones, pero no de la incompetencia de líderes políticos más empeñados en defender intereses económicos que el bien común, forzándonos a ser los cómplices necesarios. Por ello, los representantes de la sociedad civil decidieron sentarse en las escaleras del plenario para escuchar a los afectados y a quienes, desde las líneas de la lucha de género e indígena, subrayaban que demandaremos justicia climática. Frente a su temeraria pasividad, nos levantaremos siempre para proteger la existencia de un futuro digno para todas las personas del planeta, sin olvidar que el 10% de los más ricos son responsables del 50% de nuestras emisiones.
Termina la cumbre del clima en Katowice, la conocida como COP24, que aunque no ha tenido la visibilidad que si ganó la cumbre de París su trascendencia era igual o mayor. Esta cumbre que debía cerrar y concretar el compromiso de mantener el incremento de la temperatura global muy por debajo de los 2 ºC y a ser posible en 1,5 ºC cierra nuevamente en falso. Y ya van 3 cierres así desde que se aprobase el Acuerdo de París.
Era obvio a priori, la insuficiencia de tiempo para la negociación, ya que la falta de textos de los anteriores encuentros era una pesada losa para el avance de las negociaciones. Prueba de ello, es cómo muchas primeras versiones salieron durante el encuentro de Bangkok de septiembre, que tuvo que ser fijado de forma extraordinaria cuando la cumbre de Bonn de mayo no adelantó todo el trabajo necesario.