George Orwell, que es alguien a quien nos gusta mucho citar, dejó escrito, o dicho: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”. Las personas que nos dedicamos a esto aplaudimos sin descanso esa sentencia y la recuperamos siempre que podemos, como yo ahora. Lo hacemos con lamento pero también con una pizca de esperanza, puede que ilusión. “Todo lo demás son relaciones públicas”. “Todo lo demás son relaciones públicas”. Nos lo repetimos de forma incansable. Normalmente acudimos a ella tras una discusión, interna o con más gente, en la que de forma habitual salta esa pregunta que tan poco gusta a algunas personas: “¿Estamos haciendo periodismo?”
Olga Rodríguez publicaba este domingo un artículo en el que mostraba su preocupación acerca de determinadas prácticas periodísticas. Hablaba en concreto del periodismo que sigue a la clase política. En su artículo, O.R. nos deja una frase que yo creo que me la voy a tatuar y me quitaré la camisa para enseñarla siempre que acuda a alguna rueda de prensa: “Cuando llegue la cordura nos gustará pensar que llevábamos tiempo participando en ella”. Esto es, cuando no exista atisbo de relaciones públicas.
Me tatuaría eso y me tatuaría también la respuesta que en su día le dio José Martí Gómez a Enric González: “Recuerdo que un día le entregué un texto sobre patentes [a Manuel Ibáñez Escofet] y mientras lo corregía me dijo que estaba bien. Le respondí que sí, pero que lo más interesante me habían pedido que no lo publicara y, mientras se lo explicaba, vi que empezaba a escribir. Le recordé que me habían pedido que no lo publicara y si lo hacía me iban a llamar hijo de puta. Me preguntó: '¿Qué prefieres, que mañana te llamen hijo de puta o que ahora mismo yo te diga que eres una mierda como periodista?' Total, que salió y, al día siguiente, me gritó desde la otra punta de la redacción: 'Martí, ¿qué te ha dicho ese tío cuando te ha llamado?' Y le contesté: 'Que soy un hijo de puta'. 'Bueno, pero eres un buen periodista'. Las cosas funcionaban así”.
El periodismo, al menos el que yo he conocido, es más del segundo tipo que apuntó Orwell. El de las relaciones públicas. El periodismo de los desayunos, de los cafés, de las comidas, de las cenas, de los premios, de las copas, de los bailes. El periodismo para políticos y no de ellos. Ese periodismo que piensa más en el quién que en el qué. El de la exclusividad antes que la exclusiva.
Este tipo de periodismo es el que se encierra en los pasillos, en los bares, en los restaurantes, en los despachos, en las redacciones, hasta en los teléfonos. Es el periodismo que descubre a Ada Colau solo si esta acude al Congreso, ese que aún se apellida de los diputados. El periodismo que copia asombrado lo que se clama desde los atriles acerca de los desahucios y que pocas veces, o ninguna, se levanta a las 6 de la mañana para plantarse en la puerta de una de las familias que mañana serán expulsadas de su casa.
En definitiva, el periodismo que se fija en la palabra criminal y no en el crimen.