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La ofensiva en Gaza: “Recuperar las clases para los niños es una cuestión urgente”

Maha Hussaini

Gaza —
13 de septiembre de 2024 12:53 h

“En mi escuela me gustaba sentarme en el escritorio del aula, pero ahora duermo en una tienda de campaña con mi padre en el patio. Antes, solíamos hacer fila para hacer deporte por la mañana, pero hoy hago la cola con una jarra de agua esperando llenarla. Me duelen las manos de cargar el agua pesada y la leña que compro para que mi madre cocine. Ojalá pudiera volver al norte y que todo volviera a su lugar”.  

Mahmoud Al-Baa vive en una escuela de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, donde duerme con su padre en una tienda de campaña improvisada instalada en el patio. Aunque la ofensiva le robó la oportunidad de asistir a sexto curso, insiste y declara con confianza que ha completado el grado y está listo para avanzar a la escuela preparatoria. Sin embargo, la ofensiva que asola Gaza desde hace ya 11 meses ha dejado a más de 600.000 niños y niñas como Mahmoud fuera del sistema educativo. 

Su familia y él se refugiaron en la escuela de al-Zaitoun hasta que durante un bombardeo Mahmoud resultó gravemente herido en su pierna: “Pensé que la escuela era segura y que nunca sería atacada. Estaba durmiendo en el colchón y de repente me desperté, sintiendo como si un cilindro de gas hubiera explotado a mi lado, pero era un bombardeo”, explica. 

“Sentí que me ardía la pierna y traté de ponerme de pie, pero no pude. Sentí que el suelo temblaba debajo de mí antes de caer. Me llevaron al hospital y, después de las cirugías, me pusieron una varilla de metal en la pierna. Todavía me duele. Va a pasar mucho tiempo antes de que pueda volver a caminar”. 

Según los últimos datos, de las 183 escuelas de UNRWA operativas antes del conflicto, más de 156 han sido destruidas o dañadas. Esto supone el 85% de las escuelas de UNRWA y aproximadamente el 93% de todos los edificios escolares en Gaza necesitan reconstrucción completa o casi completa. 

“La región no puede permitirse el lujo de perder una generación entera. Recuperar las clases para los niños es una cuestión urgente que debe movilizarnos a todos”, declara Philippe Lazzarini, Comisionado Genaral de UNRWA.  

La Agencia ha puesto en marcha una iniciativa diseñada para proporcionar espacios seguros donde los niños puedan jugar, aprender y sanar. La primera fase se centra en expandir las actividades de apoyo psicosocial, incluyendo actividades de aprendizaje a través de las artes, música, deportes y sesiones de concienciación sobre los riesgos de los explosivos. El programa tiene como objetivo expandirse gradualmente de 45 a 94 escuelas, llegando a aproximadamente 28.000 niños. Sin embargo, la educación formal solo podrá reanudarse una vez que se establezca un alto el fuego duradero.  

Mientras el alto el fuego sigue demorándose, la población vive desesperada sin saber dónde ir. Ningún lugar es seguro y los datos lo demuestran: 539 personas que se refugiaban en las instalaciones de UNRWA han sido asesinadas.   

Mahmmoud intenta sobrevivir con su familia en una de estas escuelas, pero echa de menos ser un niño: “Me gusta mucho la escuela. Lo que más me gustaba hacer era jugar con mis amigos. Pero sólo me gusta la escuela del norte, no la de aquí que está abarrotada y los niños caminan descalzos; nuestros pies se ponen negros por la tierra”. 

Junto a la tienda de campaña de la familia de Mahmoud, en el patio de la escuela, se encuentra Omar al-Zant, de 10 años. Su padre y él habían huido de su hogar en el campamento de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja, antes de que fuera arrasado por el ejército israelí. 

Al-Zant nos cuenta que la diferencia entre su escuela en el norte y su escuela de refugio en el centro de la franja de Gaza es que en la primera era solo un niño, mientras que en la segunda tiene que asumir una responsabilidad mucho mayor que él. 

“Todos los días me despierto por la mañana para llenar agua y hacer fuego con mi padre para cocinar. Antes, solo me despertaba, me lavaba la cara, usaba mi uniforme e iba a la escuela para aprender y jugar. Mis materias favoritas eran matemáticas, árabe y religión”, explica el estudiante de cuarto grado. 

“Me encantaba ir a la escuela y esperaba con ansias el recreo porque jugábamos y comíamos papas fritas. Esta escuela no es tan bonita como la mía; está demasiado llena y las tiendas de campaña son muy calurosas. Tengo que quitarme la camisa antes de dormir”. 

Casi la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años, y su sistema educativo ya estaba teniendo dificultades debido a las múltiples escaladas que asolan el área desde 2008. Sin embargo, la gravedad de la situación actual no tiene precedentes y el miedo a un futuro incierto empieza a apoderarse de toda la población que ya no sabe qué hacer, ni a dónde ir.  

“En mi escuela me gustaba sentarme en el escritorio del aula, pero ahora duermo en una tienda de campaña con mi padre en el patio. Antes, solíamos hacer fila para hacer deporte por la mañana, pero hoy hago la cola con una jarra de agua esperando llenarla. Me duelen las manos de cargar el agua pesada y la leña que compro para que mi madre cocine. Ojalá pudiera volver al norte y que todo volviera a su lugar”.  

Mahmoud Al-Baa vive en una escuela de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, donde duerme con su padre en una tienda de campaña improvisada instalada en el patio. Aunque la ofensiva le robó la oportunidad de asistir a sexto curso, insiste y declara con confianza que ha completado el grado y está listo para avanzar a la escuela preparatoria. Sin embargo, la ofensiva que asola Gaza desde hace ya 11 meses ha dejado a más de 600.000 niños y niñas como Mahmoud fuera del sistema educativo.