'La casa de papel' supera con nota el reto de justificar su reapertura
Álex Pina siempre dice que 'La casa de papel' es como un cómic. Y en el mundo del cómic, los reinicios son una práctica de lo más habitual. Cada cierto tiempo, las grandes editoriales buscan dar un golpe de efecto y revitalizar sus ventas con el lanzamiento de nuevos números 1. Para ello cierran una etapa y abren una nueva que sirva de entrada a nuevos lectores. Y aunque suele ser una estrategia bastante eficaz, a veces el efecto que se consigue es el contrario: que el lector de toda la vida acabe desencantado y se baje del barco.
A grandes rasgos, 'La casa de papel' asumió el mismo riesgo cuando decidió reabrir sus puertas con una tercera temporada. Renunció a ser lo que siempre fue, una serie cerrada, para escribir un nuevo capítulo de la mano de Netflix. Uno más ambicioso, pero también uno que no entraba en los planes de sus responsables. De ahí que los más cautos recibieran la noticia con cierto escepticismo.
Visto el primer capítulo, sin embargo, hay motivos para estar tranquilos. 'La casa de papel' sigue estando en buenas manos. Álex Pina y Jesús Colmenar no han perdido el rumbo de la historia, 'solo' se han limitado a hacer lo que ya hicieron en Antena 3: sacar el máximo partido de los medios que tenían a su disposición. Que en este caso son muchos, pues la inyección económica de Netflix se nota desde el primer minuto. Hasta el punto de que ahora todo es más en 'La casa de papel': más grande, más ambicioso y más 'hollywodiense'.
Al menos en lo estrictamente visual, donde la serie presume de un nivel de producción nunca antes visto en una ficción española. Uno que sitúa a 'La casa de papel' en la misma liga que las grandes series americanas y británicas. Gracias al capital extranjero, sí, pero también al talento español. Lo uno no se entiende sin lo otro.
Más recursos sin perder la esencia de los personajes
Como decimos, el dinero de Netflix ha hecho que todo luzca a lo grande en esta nueva 'Casa de papel'. Sin embargo, si decimos que Pina y Colmenar no han perdido el rumbo es porque en este primer capítulo, claramente introductorio y centrado en situar las piezas en el nuevo tablero, se han movido con sensatez. Algo que no siempre ocurre cuando se tienen tantos medios a tu disposición, pues a veces se tiende a justificar la inversión perdiendo por el camino la coherencia narrativa.
Y aunque es cierto que 'La casa de papel' ahora parece un chalé con piscina, sus habitantes siguen siendo los mismos. Lo único que ha cambiado es su motivación común. Si primero asaltaron la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre para hacerse ricos, ahora que lo son pretenden robar el Banco de España como medida de presión por el secuestro de Río, el motivo elegido por Pina y su equipo para desempolvar las máscaras de Dalí.
Un giro que ya fue avanzado en el tráiler oficial y que habrá convencido a unos y echado para atrás a otros, que lo habrán visto insuficiente para reabrir una serie que tenía un final tan bien definido. 'La casa de papel', como si hubiera visto venir este debate, incluye una escena en este primer capítulo que pretende justificar su decisión y convencer a los espectadores más reacios. Conmigo, desde luego, lo ha conseguido.
Sobre todo porque esa escena, que funciona a la perfección, demuestra que el porqué es importante, pero también el qué. Que el secuestro de Río es el motivo más lógico, sobre todo tras ver la susodicha escena, para reunir a la banda. Pero que, aunque no lo fuese, es complicado ver de nuevo a la banda y no esbozar una sonrisa. Porque en un episodio claramente introductorio que se dedica a situar las piezas en el nuevo tablero, al final la escena más relevante es la que te muestra que, más que una banda, el núcleo principal es ya una familia. Una por momentos disfuncional y por momentos extrema, pero a la que se le acaba cogiendo cariño. Y al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta ver a la familia reunida de nuevo?