Un día cocinando (o no) en TV: así se vive 'El gran premio de la cocina' como concursante, sin trampas y a contrarreloj
En mis casi diez años como periodista especializada en televisión he visto y analizado incontables horas de entretenimiento y ficción. Con suerte, he podido aproximarme a algunas producciones asistiendo a rodajes para descubrir el trabajo que hay detrás de cada secuencia de una serie, he vivido en directo finales de grandes programas y he presenciado in situ cómo se prepara y ensaya el mayor espectáculo televisivo de Europa. Experiencias, todas enriquecedoras profesional y también personalmente, que ahora puedo comparar con lo que es saltar al siguiente nivel en este juego de la tele: ser concursante de un talent show.
Cuando TVE me propuso hace unos días participar en una grabación especial de su nuevo El gran premio de la cocina tuve un dilema: hacer caso a esa persona alérgica a las cámaras que siempre prefiere estar detrás, o a esa periodista ávida por descubrir cada entresijo de la televisión. Afortunadamente terminó decidiendo la segunda, pues si algo tengo claro es que para juzgar y valorar un programa nada te aporta una perspectiva más completa y justa que saber, y ver, cómo se hace.
Con los nervios de una debutante, y animada por compañeros más curtidos en estas batallas, me presenté en los estudios de Villaviciosa de Odón en los que cada día Lydia Bosch y Germán González, junto a los jueces Marta Verona y Javi Estévez, se ponen delante de las cámaras para guiar a dos equipos de 'cocinillas' anónimos que juegan por un gran premio. En el trayecto de ida se habló de apagar hornos, boicotear al equipo rival y hacer mucha tele, pero lo cierto es que hay pocas cosas más complicadas de planear que concursar en un programa a contrarreloj.
Tras haber hablado en la presentación del formato con sus responsables, y habiéndome 'empapado' de la mecánica viendo sus programas ya estrenados en La 1, llegaba con los deberes hechos. O eso creía, porque una vez te sueltan en un hábitat desconocido como un plató, y arranca la acción, nada sale según lo planeado y sólo puedes dejarte fluir.
Así se graba un programa diario de cocina en TVE
En esa misma presentación de El gran premio de la cocina en el pasado FesTVal, sus productores ya lo definieron como un programa “que no es pretencioso, sino cercano que te lleva al día a día”. Una cercanía que el equipo te transmite desde el primer minuto que pones un pie en su 'casa', hasta que termina la jornada de grabación y te dispones a volver a la tuya.
Como si de participantes oficiales se tratase, responsables de TVE y Boxfish nos recibieron al grupo de periodistas en sus instalaciones para empezar la que iba a ser una tarde totalmente diferente para nosotros. No llevábamos ni grabadoras, ni cámaras, ni libretas, ya que en ese momento dejábamos a un lado nuestra profesión para ser únicamente concursantes de TV. Y así lo sentimos al pisar por primera vez el plató, donde los chicos de sonido nos microfonaron entre bambalinas para pasar después a las cocinas donde se desarrollaba toda la acción.
Antes de empezar a grabar, hubo dos pasos imprescindibles que no se ven por televisión y que ayudan a comprender cómo fluye todo después en pantalla. El primero es que el equipo nos hizo un tour por las cocinas y la despensa para mostrarnos dónde estaba todo y explicarnos cómo funcionaba desde el grifo hasta la vitrocerámica, así como otros utensilios que pudieran hacernos falta para el cocinado que en ese momento todavía desconocíamos. Una cantidad de información difícil de asimilar a ciegas, pero que a posteriori resultó realmente útil.
El segundo, y no menos importante, es la reunión con el director Raúl Delgado, que nos dio la bienvenida y nos explicó cómo iba a desarrollarse la grabación y qué aspectos debíamos tener en cuenta. Nos dieron a su vez consejos sobre las marcas para no dar la espalda a las cámaras, e indicaciones sobre cómo debíamos situarnos en los distintos momentos clave del programa. Tras él llegaron los presentadores Lydia Bosch y Germán González, que charlaron de manera cercana con todos nosotros y nos dividieron por equipos; y los jueces Marta Verona y Javi Estévez, con los que bromeamos sobre la 'caña' que nos iban a dar después.
Con todo listo llegó el momento: dentro cabecera y, casi sin darnos cuenta, teníamos en nuestras manos un puñado de champiñones para pelear por llevarnos el brazalete de capitán. No estuvo ni mucho menos competido, puesto que ya había dos líderes claros que no pasaron por ningún apuro para imponerse a los demás miembros de su equipo y asumir un mando que a la postre resultaría clave en el desarrollo de la competición. Yo, en el equipo verde verTele, quedé a las órdenes de Israel de 20 Minutos, un auténtico cocinillas que ya había arrasado en otros concursos similares para periodistas. Y esta vez no fue menos.
Un cocinado real sin trampa ni cartón
A partir de aquí no hay ni trampa ni cartón, pues a diferencia de otros formatos culinarios de la televisión, si por algo se desmarca El gran premio de la cocina es por ser el primer talent en tiempo real. Es decir, los equipos tienen 35 minutos para cocinar que se emiten al completo y sin cortes (sí con edición, por supuesto), por lo que todo lo que sucede ante los objetivos de las cámaras se transmite luego en pantalla en el mismo orden y sin alteraciones significativas que puedan llevarte a pensar que algo huele a chamusquina.
Además, una vez se encendieron los pilotos rojos y nos desvelaron las elaboraciones que tendríamos que presentar se fue nuestro principal miedo: si íbamos a estar a la altura de las exigencias de un talent con un nivel de cocina como el nuestro, más de supervivencia que de paladares exquisitos. El encargo no fue otro que una tortilla francesa rellena acompañada de ensalada, y unas albóndigas con guarnición que tendríamos que preparar y emplatar en sólo 20 y 35 minutos, respectivamente. Y no fue porque nos lo pusieran especialmente fácil a nosotros, que un poco sí, sino porque este programa diario no exige cocina de vanguardia, sino platos que los espectadores también puedan elaborar y que les sirvan como idea para su menú semanal.
Por lo demás, todo transcurrió como una entrega de las que emite La 1 cada día a las 14:10 horas: los equipos cocinamos por relevos y a una servidora le tocó chupar banquillo hasta el tramo final por un retraso en los tiempos del último cambio, a pesar de la insistencia de compañeros como Berto y Clara por ayudar a acelerar mi entrada. Desde la barrera pude percibir la presión del grupo por elaborar algo rico con el reloj corriendo en contra, y lo viví en mis carnes cuando, ya frente a los fogones, se me encomendó freír unas tiras de cebolla en 2-3 minutos como toque final de la guarnición. Pese a las dudas sobre si incluirlas en el plato o no, finalmente mi capitán tomó la decisión de hacerlo y Marta Verona lo valoró como buena y lista 'cebollista'.
Sin entrar en más 'spoilers', pues el resultado de este experimento con periodistas está disponible para todos los espectadores del programa en la plataforma RTVE Play, poco que añadir. Sólo destacar la complicidad y cercanía de Lydia y Germán con nosotros y la generosidad de los jueces, a los que se sumó la cantante Natalia como invitada VIP. Y por despejar una duda más que habitual: sí, los platos que se cocinan en un talent show se pueden comer sin miedo a una indigestión y, en este caso, también a una temperatura más que correcta. O al menos los nuestros, que estaban hasta para mojar pan.