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Ponemos el termómetro a las series y les diagnosticamos fiebre de gordofobia

Ponemos el termómetro a las series y les diagnosticamos fiebre de gordofobia

Laura García Higueras

“Saca a la delgada que llevas dentro”, le insta la mujer que dirige una especie de club de gordas “anónimas” a la protagonista de la serie Dietland. Como si esa “delgada” fuera alguien a quien tuviera reprimida en su interior, escondida y envuelta en un cuerpo de un volumen que no es socialmente aceptado. Una cubierta que no le deja ser ella misma, estar a gusto con su peso ni triunfar en la vida.

Ya alertamos sobre la gordofobia como la última frontera del feminismo en el cine y la música, y cómo numerosas artistas sufren el fat shaming o el escarnio del gordo. Las plataformas que lo denuncian, como la web española We Lover Size, defienden que los cánones de belleza impuestos castigan la talla sobre cualquier otro rasgo físico y deshumanizan a quienes no los cumplen, especialmente a las mujeres. El impacto que este tipo de discriminación tiene en los productos audiovisuales merece ser analizado con lupa, dada su potencialidad como perpetuadores de estereotipos e imposiciones sociales sobre cómo debemos ser, pesar y vestir.

La preocupación por la talla y los kilogramos convierte a la sociedad en esclava de su imagen y, por lo tanto, objeto de control despojado de libertad. Es por ello que hemos decidido sacar el termómetro y asomarnos al panorama seriéfilo reciente en el que encontramos tres ejemplos con personajes gordos. Tres mujeres protagonistas que no han sido llevadas a la pantalla con el mismo acierto, ni mucho menos. La única a la que damos valoración positiva es a Dietland, por ofrecer un personaje principal que no necesita dejar de ser ella misma (con los kilos incluidos) para tener un final feliz.

Por contra, Heathers, aunque propone un intercambio de roles en el que la gorda no es la maltratada sino la abusona, la propuesta se desmorona al utilizar comentarios sobre su físico como arma infalible para que sus compañeros la debiliten hasta el punto de casi causarle la muerte. Por último, y aunque de momento sólo hayamos podido ver su tráiler, situamos a Insaciable. Una supuesta comedia negra en la que una joven ve como todos sus problemas se solucionan con una agresión. Un vagabundo le da un puñetazo en la boca y, al pasar las vacaciones sin poder comer, regresa a clase convertida en la “reina del baile”, según lo que dictaminan los cánones de belleza. Una mesiánica delgadez que, al parecer, le permite poder tomar por fin las riendas de su vida.

Muy bien: curada de cánones imposibles

La producción se basa en el libro homónimo escrito por Sarai Walker en 2015 y puede verse en HBO. Aquí la definimos como la serie con una protagonista gorda que aterra al patriarcado por su fuerte discurso contra la gordofobia. Se entremezcla con un thriller en el que el Me Too es la cabecilla de una banda criminal y cuyas víctimas son hombres acusados de violencia machista, violación o acoso sexual. Pero quien nos interesa es Plum (ciruela), que se define como “suculenta y redondeada, también conocida como gorda”. Trabaja desde casa para la revista ‘femenina’ más importante de Nueva York contestando las cartas de las lectoras que ansían estar tan delgadas como las modelos de sus páginas.

Mientras tanto, Plum vive constantemente a dieta. Uno de los grandes puntos a favor es la actriz y activista que le da vida, Joy Nash. La estadounidense se hizo viral con su cortometraje A fat rant en 2007 que cuenta con dos millones de visualizaciones y en el que animaba a sus compañeras con sobrepeso a vivir a gusto con sus kilos.

La estadounidense reconoció en una entrevista que la única serie o película con la que se había sentido representada era Dietland. “Por desgracia, es muy sorprendente seguir a alguien como yo, una persona gorda que realiza un viaje y que se transforma sin perder nada de peso”, lamentó. Plum consigue entender que adelgazar no tiene que ser su único propósito de vida y se despoja de esta cruel e innecesaria obligación.

Los estándares imposibles impuestos como herramientas de control quedan aquí en evidencia empezando por el supuesto grupo de ayuda para gordas al que acude Plum. Allí son tratadas con condescendencia, miradas con lástima y hasta vergüenza, alienando a las mujeres que acuden para expresarse y que sin embargo salen sufriendo aún más por el horror que supone su diferencia. Como si estar gordo fuera algo que nadie debería contemplar como opción. Y no por una cuestión de salud, sino por mera, maldita e injusta apariencia.

“A las personas gordas también les pasan cosas interesantes, ¿sabes? Siento que esto es algo que no concibe”, comentaba la actriz. Desde aquí aplaudimos la propuesta, la puesta en escena y la, por desgracia, osadía de hablar de frente a un mundo que castiga a quienes pesan lo que la protagonista. El relato de un despertar femenino poderoso, nuevo, valiente y comprometido con las personas a las que representa, sin juzgarlas, protegerlas ni discriminarlas, sino todo lo contrario.

Regular: parodia con unas décimas gordófobicas

“¿Los niños gordos pueden ser populares?”, exclama sorprendido el director tras la muerte de una de las alumnas de su centro. Como si fuera una locura inimaginable para alguien en su sano juicio. Heathers fue prohibida en Estados Unidos tras el tiroteo en la escuela de secundaria de Stoneman Douglas de Parkland, pero para entonces ya había sido distribuida internacionalmente por HBO. Se basa en la película de culto de los 80 Escuela de jóvenes asesinos, pero aquí nos centraremos en el personaje de la matona.

Es cierto que es subversiva en cuanto a que se rebela contra la convención de que la figura autoritaria ha de ser la rubia guapa. Aquí, los marginados son los clásicos populares y los bullies son los acosados. Completan el trío maléfico una lesbiana negra y un miembro del gender queer. Aun así, se plantea la disyuntiva de si realmente hace falta irse al otro extremo, sin reparar en que esto tampoco normaliza sino que parodia.

Solo hay que esperar 15 segundos de visionado para que Heather sea insultada por ser gorda, como si su peso fuera suficiente para que cualquiera pueda tomarse la licencia de hacerle de menos. Además, es la única estudiante voluminosa de todo el instituto, remarcando que forma parte de lo considerado como “lo otro”. Lo que para Simone de Beauvoir eran la minoría, los menos favorecidos y, demasiado a menudo, las mujeres.

Basta con reparar en cómo es presentado este personaje, al que descubrimos a través de las miradas de los demás compañeros de colegio. Ninguna es de deseo claro, reservado para la rubia guapa de la clase, que no tarda en despertar la atención y fogosidad del chico nuevo, guapo y delgado de turno.

La trama deja claro que seas lo malo, mezquino o cruel que seas, siendo gordo no hay nada que pueda defenderte de tus kilos, porque serán con los que puedan debilitarte, provocarte y discriminarte. Solo con que el guapo te rete diciendo “no sabía que estabas a dieta”, será suficiente para que tomes de golpe una bolsa de caramelos en la que se esconde una píldora que pondrá fin a tu vida.

Muy mal: intoxicada por su propia medicina

“Mientras mis compañeras de clase salían a perder su virginidad, yo estaba en casa llenando otro agujero”, su estómago. Así se describe en el tráiler Insaciable nuestra tercera protagonista, Patty, otra colegiala gorda que yace en su sofá comiendo guarrerías mientras que sus compañeros la tachan de “cerdita” o “bola de manteca”.

Entonces, de forma milagrosa -y con una idea bastante pobre- sus problemas se solucionan. Un verano sin poder comer es suficiente para volver de las vacaciones con el aclamado como “tipazo”. Ahora es delgada, se maquilla, se ha puesto mechas y viste (ya que está socialmente autorizada para enseñar su cuerpo) con minifalda.

En su nueva llegada al colegio es retratada siendo vista por los demás, ante la mirada cosificadora de los que la rodean. Una vomitiva secuencia que por desgracia recuerda al día a día que muchas mujeres sufren al pasear por la calle, montar en el metro o entrar en una bar. Y no por ser más o menos guapas, sino porque su condición de mujeres parece implicar que puedan ser tratadas como ganado con el que deleitar a la hormona masculina.

Desde luego, llama la atención -y cuesta entender- que la creadora de la serie Lauren Guissis sea alguien que haya sufrido desórdenes alimenticios, como confirmó en un comunicado: “Todavía no me siento cómoda con mi piel pero estoy intentando compartir mis pensamientos, mi dolor y mi vulnerabilidad con humor”. Un humor bastante poco responsable, siendo francos.

La única buena noticia es que el polémico tráiler no pasó desapercibido y su revuelo generó una campaña en change.org para detener su estreno y que ya ha recaudado más de 200.000 firmas. Su alegato, escrito por Florence Given, resume muy bien el porqué de la indignación: “Este no es un caso aislado, pero sí parte de un problema mucho más grande al que se enfrentan todas las mujeres”. Y añade: “la serie perpetúa no sólo las toxicidad de la cultura de la dieta, sino también la cosificación del cuerpo de la mujer”, y a su vez, alimentando la peligrosa voracidad de los desórdenes alimenticios.

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