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Una visita de tres días por una pintoresca zona medieval al sur de Francia

El sur de Francia tiene un portal al medievo. Esta zona del país está cargada de historia, que podremos ver en una visita de tres días. Un tour relámpago por Carcassone, Saint-Cirq Lapopie y Rocamadur, algunos de los pueblos más bellos de Francia. Desde estos pueblos, situados en lo alto de la montaña y rodeados por ríos, se observa un paisaje sin igual. Torres, castillos y casonas medievales nos devuelven a un mundo de cuentos y leyendas.

Carcasonne

La Puerta de la Narbonnaise y la Puerta del Aude permiten hacer una viaje en el tiempo hasta 2.500 años atrás al entrar a Carcassone. Situada sobre una colina de la región francesa de Languedoc-Roussillon, la ciudad medieval domina toda la ciudad.

Es uno de los conjuntos medievales mejor conservados del mundo y cuenta con dos bienes declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO: su Ciudadela Medieval y el Canal du Midi. Es fácil evocar cuentos de hadas y de dragones entre las centenares de piedras que forman muros, murallas, torres y puertas.

El puente viejo es una de las paradas obligatorias en Carcassonne porque desde aquí se cruza de la parte baja de la ciudad hasta la Ciudadela medieval. Desde este punto se tiene una de las mejores vistas de la Ciudadela, sobre todo por la noche, cuando la parte vieja está iluminada y parece una película. En los alrededores del puente encontraremos varios aparcamientos para dejar el coche.

La mejor hora para recorrer la Ciudadela es temprano por la mañana cuando hay menos turistas, aunque también hay visitas nocturnas para descubrir la ciudad medieval con el toque mágico que dan las linternas de papel que se utilizan. El otoño es una temporada más amable para recorrer estas callejuelas adoquinadas.

Carcassonne fue restaurada en el siglo XIX en una una de las primeras restauraciones con fines turísticos de la historia. El arquitecto y arqueólogo Eugène Viollet-le-Duc se interesó por esta vieja ciudadela inexpugnable y la reconstruyó basándose en planos y en documentos históricos.

En esta parte antigua se encuentran un museo de objetos excavados a lo largo de los años; la basílica de Saints Nazaire et Celse, de estilo románico-gótico; y el Castillo de los vizcondes y las murallas adyacentes, construido en el siglo XII por los Trencavels y modificado en los siglos siguientes.

Otro recorrido imprescindible es por el Canal du Midi, uno de los más bonitos y antiguos de Europa. En el pasado, su actividad era imprescindible para los habitantes de Carcasonne. Fue construido en el siglo XVII para unir el río Garona con el mar Mediterráneo, convirtiéndose en la única forma de la época de transportar mercancías, correo y pasajeros. Lo mejor es sentarse en las orillas del canal con un pícnic para contemplar cómo atardece.

Otro imprescindible de Carcassonne es probar el Cassoulet, una especie de fabada de pato preparado en una cazuela de barro a fuego lento.

Rocamadour

La leyenda cuenta que en las piedras de este gran acantilado sobre el río Alzou se encuentran las reliquias de San Amador, de modo que Rocamadour se convirtió en un lugar de peregrinaje. El monumental pueblo se levanta sobre una montaña que, a su vez, ha sido excavada para albergar parte de algunas capillas.

Se llegaron a levantar hasta 12 pequeñas iglesias de las cuales solo siete fueron restauradas. Uno de ellos, San Sauveur, sorprende por tener dos altares y estar dividido en dos con el fin de que monjas y frailes no compartieran espacio, aunque el santuario más reclamado es el de Nuestra Señora de Rocamadour. Se trata de una capilla pequeña presidida por una virgen negra y con maquetas de barcos colgando del techo ya que a esta imagen se le atribuían milagros marineros. Ambas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Clavada en el risco aparece una espada que dicen que es la de Roland, quien antes de morir en Roncesvalles lanzó a su compañera de metal lejísimos para que no cayera en manos enemigas, según cuenta la leyenda.

Fuera del ámbito religioso, cerca de Rocamadour se encuentra la ruta de las maravillas, una caverna con pinturas rupestres prehistóricas. También está la visita a las murallas del castillo-palacio, en lo más alto del lugar, y desde donde se obtienen vistas privilegiadas de todo el conjunto. Por la noche también podemos montarnos en el trenecito que permite contemplar Rocamadour iluminada.

A dos pasos de este pueblo francés se encuentra la Sima de Padirac, el primer enclave del patrimonio natural subterráneo de Europa. Hay que bajar en ascensor o a pie 103 metros bajo tierra, para luego deambular por las galerías subterráneas hasta llegar al embarcadero, donde se disfruta de un paseo en barca. El río se abre sobre la Grande Pendeloque, impresionante estalactita de 60 metros de altura, que cuelga sobre el Lac de la Pluie. Después se llega al Lac des Gours y a la increíble catedral mineral Salle du Grand Dôme, cuya bóveda se eleva como si de una catedral se tratara, a 94 metros de altura.

Saint-Cirq Lapopie

Elegido por los franceses como pueblo favorito del país galo, Saint-Cirq Lapopie está construido sobre una roca a 80 metros de altura sobre el río Lot, en un recodo en el que se une con el río Célé. Las montañas del Quercy y el valle del Lot, por su parte, lo protegen.

La segunda parte del nombre, 'Lapopie', viene de la montaña sobre la que se levanta que, según los primeros habitantes del lugar, tenía forma de seno. En dicha roca permanecen algunas huellas de los castillos de las tres familias señoriales que compartían la villa en la Edad Media.

Al subir los escalones a la roca se puede admirar el pueblo medieval, pero también el valle del Lot con sus molinos, presas, puertos, esclusas y el famoso camino de sirga. Este sendero está tallado en la roca entre Saint-Cirq Lapopie y Bouziès, a lo largo del río.

Una vez arriba el viajero se sumerge en la época medieval, entre callejones con historia y casas que datan del siglo XII al XV. Hay 13 Monumentos Históricos catalogados en este pueblo. Hay que recorrer, sin más, las calles estrechas, jardines íntimos y pequeñas y más grandes casas en los que, en su día, caldereros, desolladores o torneros trabajaron.

André Breton llegó en 1950 a Saint-Cirq-Lapopie y lo convirtió en un imán para artistas. El efecto llamada de Breton sobrevivió a su generación, atrayendo artistas hasta nuestros días gracias a la casa Daura, un edificio ya de por sí monumento histórico que hoy se ha convertido en una residencia veraniega para jóvenes artistas.

Otra forma de descubrir el pueblo y su historia es seguir un crucero por el Lot. El recorrido se hace en una barcaza a pocos kilómetros de Saint-Cirq Lapopie y continúa por el camino de sirga hasta el pueblo atravesando los pasos de las esclusas.

Otra visita ineludible es gruta de Pech Merle, a unos 11 kilómetros de distancia. Es una cueva ornamentada con pinturas de la prehistoria y representa uno de los lugares más importantes del arte paleolítico en Europa.