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España: Entre los líderes mundiales en esperanza de vida, pero con más achaques

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Esther Samper

Según los pronósticos de un extenso estudio publicado en la revista Médica The Lancet, España sería líder en esperanza de vida mundial para el año 2040. Con una expectativa de vida calculada de 85,8 años para el futuro, superaríamos así a Japón, Suiza y Singapur, los países que nos llevan la delantera en la actualidad. Sin duda, son muy buenas noticias para nosotros y un gran y justificado motivo de orgullo que nos implica a todos, a diferencia de ganar un Mundial de Fútbol. Sin embargo, esta razón para la alegría no debería hacernos olvidar que en España queda mucho por hacer en cuanto a mejorar la calidad de vida de las personas mayores (especialmente a partir de los 65 años). Puede que encabecemos las listas mundiales en cuanto a esperanza de vida, pero somos mediocres en cuanto a esperanza de vida saludable en la tercera edad.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de esperanza de vida saludable? Se trata de un indicador sanitario que refleja el número de años que se espera que viva una persona de una determinada edad sin padecer enfermedades incapacitantes. Se trata de una valiosa herramienta para los especialistas en Salud Pública, pues ayuda a analizar la esperanza de vida de forma mucho más completa. Así, no sólo se trata de saber cuánto viven las personas en una población, sino conocer cuánto tiempo viven libres de enfermedades que afecten a la vida diaria o, lo que es lo mismo, cuánto viven saludablemente.

Como explica Ignacio Rosell, médico especialista en medicina preventiva y salud pública, profesor asociado de la Universidad de Valladolid: “Esperanza de vida es vivir muchos años, pero no necesariamente significa vivir muchos años bien. En España tenemos muchos años de vida, pero no tanta calidad en los años finales de la vida”.

Así lo reflejan recientes investigaciones europeas de Salud Pública. Aunque España sea en la actualidad el segundo país en Europa en cuanto a esperanza de vida (tras Suiza), según la citada investigación de The Lancet, o incluso el primero según otros estudios, se sitúa en un mediocre puesto doce en la Unión Europea en cuanto a la esperanza de vida saludable a los 65 años. Javier Padilla, médico de familia y especialista en salud pública, analiza los detalles de este fenómeno: “Vivimos más, pero no de forma más sana (entendiendo como ”sano“: no limitado por la enfermedad). Las mujeres viven más años, pero su esperanza de vida saludable no es mayor”.

Según los datos que maneja Padilla, a las mujeres españolas de 65 años les quedan, de media, 23 años de vida, pero sólo 9,5 de ellos son saludables. Mientras tanto, los hombres viven menos años que ellas a partir de los 65, concretamente 19.3 años, aunque disfrutan de 10.1 años de vida saludables. En otras palabras, pese a que las mujeres viven más años que los hombres en España, son los hombres los que disfrutan de más años de vida saludable tras los 65, sin padecimientos que les limiten su vida diaria. De hecho, como explica Jorge Martínez, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Murcia, “cuando se calcula la esperanza de vida ajustada a la calidad en España, los valores para hombres y mujeres prácticamente se igualan”.

¿A qué se debe que, teniendo España una esperanza de vida envidiable, no destaquemos para nada en calidad de vida a partir de los 65? Lo cierto es que no se sabe con certeza las causas tras este fenómeno y múltiples hipótesis se barajan para explicarlo. Es cierto que, cuando se estudian diferentes parámetros de salud, España refleja valores más saludables que la media Europea, sin embargo, conforme la población analizada va siendo más anciana, sus indicadores van aproximándose a la media de la Unión Europea. De hecho, otros estudios han mostrado que aun cuando España ha aumentado su esperanza de vida en los últimos años, los mayores también han perdido calidad de vida.

Rosell plantea diferentes hipótesis al respecto:  “Una de las opciones puede ser que el progreso establecido en España los últimos años no les ha llegado tanto a ellos...que ya habían pasado su infancia y juventud cuando se instauró la democracia. También los derechos de la mujer han alcanzado más claramente a las siguientes generaciones que no a la de los que ahora son ancianos en España. Y eso puede ser un contraste con la Europa de tradición democrática y social anterior a la nuestra. El nivel educativo actual de los españoles jóvenes y de mediana edad está en el orden de la Europa desarrollada. Pero la generación anciana está por debajo de sus coetáneos europeos más desarrollados”.

Padilla arroja también otras posibles explicaciones: “Las hipótesis parecen oscilar en la conjunción entre el régimen social familiarista en el que vivimos (que provee muchos cuidados a un coste internalizado por las familias y expresado en la sobrecarga de cuidados por parte de las mujeres) con un medio climático-cultural favorable, y por otro lado unos determinantes sociales de salud claramente mejorables (desigualdad, desempleo, precariedad, altos índices de pobreza...). España es una paradoja, pero no es única... es compartida en parte (a menor escala) por Italia, Grecia, Portugal, lo cual puede dar alguna pista”.

En cuanto a las diferencias encontradas entre los hombres y mujeres españoles, se trata de una tendencia generalizada observada en países industrializados. Así, las mujeres y los hombres enferman y mueren por causas diferentes. Aunque las mujeres viven más años que los hombres, se ven afectadas frecuentemente con enfermedades crónicas debilitantes que perjudican su calidad de vida. Además, los desiguales salarios entre hombres y mujeres parecen contribuir activamente en la peor salud de las mujeres. De hecho, según un estudio de la Universidad Pompeu Fabra, las dificultades económicas contribuyen hasta en un 57 % a las limitaciones de actividad entre las mujeres españolas con una educación media-alta. Por otro lado, el rol tradicional que se ha asignado a las mujeres, no sólo como amas de casa, sino también como cuidadoras de familiares enfermos son factores que también influyen en la calidad de vida de las ancianas.

Se espera que España se convierta en uno de los países más envejecidos del mundo en unas décadas. De hecho, las personas mayores de 65 años supondrán el 33 % de la población total en 2050. Este factor clave, junto a la larga esperanza de vida y la mediocre calidad de vida de los ancianos suponen la tormenta perfecta para nuestro sistema sanitario y el estado de bienestar español. O nos planteamos seriamente diseñar estrategias políticas y sanitarias a largo plazo para empezar a sumar calidad de vida a los años que vivimos de más, o el panorama que se presenta ante nuestros ojos se presenta muy poco prometedor. En otras palabras, ya es hora de centrarse en sumar vida a los años y no años a la vida.

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