Los debates presidenciales: un lío espantoso
La celebración de debates presidenciales televisivos en España ha sido siempre objeto de gran polémica. Carecemos de norma alguna al respecto. Tampoco hemos tenido experiencias repetidas que ayuden a asumir una tradición. Ha habido de todo. Suárez nunca hizo debates; González, cuando le interesó; Aznar les cogió aversión tras una mala experiencia; a Zapatero le gustaban; Rajoy hizo y no hizo a 2 y a 4, según le vino en gana; la “nueva política” parecía haber consolidado un modelo que la Junta Electoral ha tumbado. Como siempre, casi nadie está de acuerdo en cómo han de celebrarse y dónde. Esta es la auténtica tradición en España: el lío.
Adolfo Suárez nunca aceptó debatir en televisión. Había sido director general de RTVE y fue el último presidente de la dictadura. Sus apariciones en TVE siempre fueron en solitario. En las primeras elecciones de 1977, ni siquiera hubo polémica sobre la inimaginable posibilidad de realizar un debate presidencial. Ya se celebraban en todo el mundo, desde que en 1960 Kennedy y Nixon participaran en el primero en Estados Unidos. En España, a los partidos, algunos recién legalizados, el gobierno de Suárez sólo les permitió un discurso televisivo por separado la noche anterior al día de reflexión.
En 1979, Felipe González, candidato del PSOE, reclamó insistentemente durante la campaña la realización de un debate presidencial, pero Suárez, como líder de la UCD en el gobierno, se negó en redondo. Todas las encuestas le daban como previsible ganador. Fue la primera vez en la historia que este asunto fue objeto de cierta polémica, aunque la negativa de UCD fue rotunda.
En 1982, la cuestión ni se planteó. UCD, aun en el gobierno con Leopoldo Calvo Sotelo como presidente saliente tras la dimisión de Suárez y el 23-F, se presentó a las elecciones como un partido en completa descomposición con Landelino Lavilla de candidato y sin aspiración alguna a nada. El PSOE de Felipe González partía como único candidato con posibilidades reales de gobernar. Alianza Popular, con Manuel Fraga al frente, tenía como objetivo situarse como primer partido de la oposición. De posibles debates, ni se habló. El PSOE arrasó y obtuvo mayoría absoluta. Las televisiones privadas aún no tenían ni atisbo de existir.
En 1986 ya existe Coalición Popular, que luego se convertiría en el PP, como principal grupo de oposición, con el propio Fraga de líder. Felipe González se niega a aceptar debatir con él, pese a que durante la campaña Fraga lo pide con insistencia. Por vez primera en la historia, en TVE se organizan tres debates electorales con la presencia de diferentes candidatos de distintos partidos, aunque sin la asistencia de los presidenciables. El más importante tuvo lugar en el programa La Clave, de José Luis Balbín, con la asistencia destacada de Alfonso Guerra, por parte del PSOE, y Miguel Herrero de Miñón, de UCD. En la campaña, hubo otro polémico y encendido debate, cara a cara, entre José María Maravall, PSOE, y Jorge Verstrynge, entonces líder de la coalición. Fue moderado por Paco Lobatón.
En las elecciones de 1989, Aznar está recién llegado como líder del PP y se enfrenta a Felipe González. Se acaban de dar las licencias de televisiones privadas a Antena 3, Telecinco y Canal+, pero aún no habían empezado a emitir. Aunque José María Aznar y el PP convierten la petición de un debate televisivo en uno de los ejes de su campaña, el PSOE se niega a aceptarlo y revalida la victoria electoral por tercera vez consecutiva.
La historia cambia por fin en 1993. González y Aznar llegan a unas elecciones con resultado incierto. Tanto el PSOE, como el PP se plantean por primera vez que un debate presidencial en televisión puede ser útil para sus intereses. La presión mediática está muy extendida y parece el momento de introducir esta práctica democrática en España. El PP veta a TVE como organizadora del debate, al considerarla como un medio al servicio del gobierno socialista incapaz de abordar con objetividad la organización del evento. Las privadas entran en acción. Antena 3 y Telecinco se hacen cargo de la celebración de los dos debates acordados. Cada una celebrará uno de ellos y serán emitidos exclusivamente por cada una de las dos cadenas.
Manuel Campo Vidal modera el primero de ellos en Antena 3. Aznar gana claramente el debate. Durante la semana que transcurre hasta la celebración del segundo, el PP plantea diferentes problemas en el intento de que no tenga lugar. La presión mediática, el compromiso adquirido con Telecinco y el temor a que una retirada de última hora pudiera convertirse en un problema acaban por facilitar que se celebre el segundo, moderado por Luis Mariñas. Para sorpresa general, Felipe González gana claramente el enfrentamiento televisivo y consigue la reelección apenas unos días después.
Aznar decide que nunca más volverá a debatir. En 1996, con las encuestas a favor, el PP se niega a aceptar repetir la experiencia de la anterior convocatoria electoral. Un PSOE muy desgastado, con Felipe González aún como candidato, reclama la organización de un cara a cara que nunca se llegó a producir. El PP gana las elecciones con una diferencia menor a la esperada. Felipe González llega a afirmar que con “unos días más de campaña y un debate en televisión” el resultado hubiera sido otro.
En el año 2000, el PSOE llega deshecho. Joaquín Almunia es el candidato con las encuestas absolutamente en contra. Aznar parte como claro favorito. Aunque los socialistas reclaman tímidamente la posible celebración de un debate televisivo, el PP ni siquiera lo considera. La manifiesta ventaja en los sondeos quita presión a la petición del PSOE que tampoco cuenta con un líder especialmente experimentado en el uso del lenguaje televisivo. Ni siquiera se produce una polémica importante al respecto. Aznar arrasa en las votaciones y obtiene la mayoría absoluta.
En 2004, se presentan dos candidatos nuevos. Mariano Rajoy es el del PP, aunque Aznar aún preside el gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero ha ganado las primarias socialistas y encabeza las listas del PSOE. Durante la campaña, Zapatero pide insistentemente un debate presidencial. En el PP aún pesa la mala experiencia de 1993 y rechazan celebrarlo. Cuentan, además, con las encuestas a favor. Rajoy tampoco tenía grandes dotes como comunicador y se decide no atender la petición de los socialistas. Los canales de televisión, muy cercanos al PP, tampoco plantean mayor insistencia en el asunto. Zapatero finalmente gana las elecciones, en contra de lo esperado, y la historia de los debates vuelve a cambiar.
En 2008, repiten los dos candidatos, Zapatero y Rajoy. El PP exige ahora desde la oposición que se recupere la experiencia cortada por ellos mismos. El PSOE acepta el envite y tienen lugar dos debates cara a cara organizados por la Academia de Televisión. Se ofrece la señal a todos los canales públicos y privados. Antena 3 y Telecinco rechazan emitirlo al perder la posibilidad de tener una exclusiva del evento como ocurriera en 1993. Además de TVE y varios canales autonómicos, ya existen La Sexta y Cuatro que sí que retransmiten los enfrentamientos moderados por Manuel Campo Vidal, el primero, y por Olga Viza, el segundo.
En 2011, vuelve a cambiarse la experiencia. De nuevo, el PSOE llega con muy bajas expectativas electorales, con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato y aún con Zapatero en La Moncloa. En el PP se presenta por tercera vez consecutiva Rajoy como candidato y clarísimo favorito a la victoria electoral. La campaña es una de las menos disputadas de la historia democrática. Sin mayor entusiasmo por ninguna de las partes, tiene lugar un único debate cara a cara entre Rajoy y Rubalcaba, casi de guante blanco, que apenas tiene incidencia y sin mayor interés mediático y público. El PP gana las elecciones con amplia diferencia. Fue la última convocatoria del obsoleto modelo bipartidista. El 15-M había tenido lugar unos meses antes.
En 2015, el mapa político español ha estallado. Ciudadanos, liderado por Albert Rivera, entra en 2012 en el Parlament de Catalunya. En las elecciones europeas de 2014, Podemos, con Pablo Iglesias al frente, surge por sorpresa en el panorama electoral y Ciudadanos también obtiene representación significativa. De repente, se atisban unas elecciones generales radicalmente distintas. Todo parece inundarse bajo la invasión de la “nueva política”. Evidentemente, la campaña electoral y los debates televisivos también se ven afectados por los nuevos tiempos que se empiezan a dibujar. Rajoy preside el gobierno, maneja RTVE, y mantiene estrechas relaciones con los dos grandes operadores privados de televisión, Atresmedia y Mediaset.
Rajoy no quiere, de ninguna manera, sentarse a debatir públicamente con Iglesias y Rivera. El PSOE anda una vez más inmerso en convulsiones internas. Pedro Sánchez, recién llegado, es el candidato, con una evidente falta de apoyo dentro de su propia formación. Nadie sabe bien cómo puede articularse una fórmula adaptada a los nuevos tiempos. Finalmente, Atresmedia consigue un hito, la organización en exclusiva de un debate a 4, aunque Rajoy se niega a participar y envía como representante del PP a Soraya Sáenz de Santamaría que se enfrenta a los emergentes Iglesias y Rivera y a un Sánchez prácticamente desconocido públicamente. El debate se convierte en todo un acontecimiento por la novedad que representa. Fue moderado por Ana Pastor y Vicente Vallés.
La peculiar campaña se completa con un cara a cara de un veterano Rajoy frente a un inexperto Sánchez organizado por la Academia de Televisión, con Manuel Campo Vidal una vez más como moderador. La señal se ofreció a todos los operadores públicos y privados. El debate que, en principio se presentaba como una fórmula decadente, resultó ser particularmente llamativo debido al choque directo entre los dos candidatos. Sánchez calificó a Rajoy como un presidente “no decente” debido a los abundantes casos de corrupción que ya entonces empezaban a invadir al PP.
La repetición electoral de unos meses después trajo una nueva configuración. Se llega a la campaña tras el rechazo de Rajoy a intentar su investidura y tras la no aceptación de la presentada por Pedro Sánchez. Rajoy, después de la mala experiencia vivida en el cara a cara anterior, se negó a sentarse con Sánchez a solas. Finalmente, se celebró un único debate a 4 organizado por la Academia de la Televisión y que contó como moderadores con representantes de los tres grandes grupos televisivos españoles: Ana Blanco (TVE), Vicente Vallés (Atresmedia) y Pedro Piqueras (Telecinco). La acumulación de eventos electorales restó peso y trascendencia al evento tras meses de continuos debates, tertulias y controversias políticas vividas en todos los medios.
En estas condiciones, se llega a la actual polémica desencadenada en esta campaña electoral. En realidad, el resumen histórico es que, si hubiera que establecer una norma en el caso español sobre los debates presidenciales, es que casi siempre ha sido un follón espantoso.