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El fiscal quería a Juana Rivas en la cárcel

Juana Rivas

José María Calleja

Me alegra tener que rectificar el artículo que ya tenía escrito y que empezaba, estupefacto, por constatar la voluntad del fiscal de seguir porfiando para que Juana Rivas ingresara en la cárcel.

Pidió hace una semana el apodado ministerio público ¡prisión sin fianza! para la madre de dos hijos de 11 y 3 años, separada de su marido, condenado por maltrato, y ahora vuelve a pedir que se le quite la libertad provisional, decretada hace una semana, decía yo antes de la feliz rectificación de este martes.

Afortunadamente, el fiscal ha cambiado de idea y ya no pide cárcel para Juana. ¡Bien! La exigencia de prisión para Juana, aunque fuera solo como amenaza, suponía transmutarla de víctima en criminal. No era justo. Era injusto, en concreto.

Juana Rivas entregó el lunes a la Guardia Civil a sus dos hijos, unas horas antes de que expirase el plazo que había impuesto el juez. La reacción del hijo mayor al ser entregado a su padre fue de rechazo, según ha explicado el abogado de Francesco Arcuri, el exmarido condenado por maltrato.

Queda por saber cómo será la evolución de los dos hijos —el pequeño, al parecer, se quedó dormido antes de la entrega— no sólo en el futuro inmediato, cuanto tengan que vivir con su padre en Italia, sino, sobre todo, a medio y largo plazo, cuando procesen, y cómo lo hagan, todo lo que les esta pasando.

Este miércoles han sido citadas a declarar por la jueza que instruye el caso la directora del centro de la mujer de Maracena, Francisca Granados, y María Teresa Sanz, psicóloga de ese centro, como posibles inductoras del presunto delito por el que el fiscal pide cárcel para Juana Rivas. El jueves lo harán los familiares de Juana, acusados también por el mismo delito. Se han convertido en sospechosas para la justicia.

A Juana Rivas no le quedaba más remedio que entregar a sus dos hijos, porque le habían advertido que se tomarían “medidas cautelares”; es decir, cárcel contra ella. No resulta muy difícil imaginar el estado anímico en el que se encontrará esta mujer, el zafarrancho emocional que debe estar viviendo al verse obligada a entregar a sus hijos, algo a lo que se había negado rotundamente.

Juana Rivas abandonó Italia con sus hijos huyendo de los malos tratos a los que le sometía su ex marido. En esa más que razonable y justificada rebeldía de una mujer maltratada, la maquinaria judicial se puso a funcionar, como un quebrantahuesos, hasta bordear la cárcel para Juana, hasta la libertad provisional, de milagro, de la maltratada.

Ahora, la justicia española entiende que los hijos deben ser entregados a un padre condenado por maltrato y lo hace porque asume que en el procedimiento manda Italia, de donde se llevó Juana a sus hijos. Los dos críos, de 11 y 3 años, se verán sometidos ahora a un nuevo proceso judicial en Italia. Un nuevo desgarro.

Dicen los expertos que lo que ha ocurrido, entregar a los hijos, es lógico; que en España no podemos quebrar lo que diga la justicia italiana para que en el futuro la justicia italiana no quiebre lo que diga la española. Reciprocidad.

Después de que el fiscal rectifique y diga que ya no quiere a Juana en la cárcel, solo espero que la jueza entienda que las personas cercanas o familiares de Juana no deben acabar, tampoco, en la cárcel.

Quedamos a la espera del comportamiento del condenado como maltratador.

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