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Bob Pop

Les confieso que mientras veía al artista antes conocido como Papa Benedicto Equis Uve Palito no paraba de pensar en dos cosas: en 'Avon llama a su puerta' y en el rey Juan Carlos Palote. Se lo juro por lo más sagrado con zapatitos rojos, de verdad.

Contemplaba la despedida apoteósica del Papa don't preach (anymore) –ese representante de soluciones milagrosas para rostro, cuerpo, higiene íntima y alma– y me imaginaba la envidia que sentiría cualquier representante de Avon, consciente de que cuando abandone sus labores no tendrá un spa monjil esperando en las montañas. Putadón. Ni un spa con bollería artesanal ni un helicóptero a la puerta de casa. Dios será amor, pero no es Avon, claramente.

Por otro lado, y en paralelo (yo soy así, muy de pensamiento lateral) fantaseaba con las audiencias que obtendría el numerito final del exPapa Ratz y temblaba al imaginar que pudiera haber sido un exitazo. Figúrense: el dimisionario petándolo en las teles y los directivos de los canales llamando a Zarzuela para exigir un espectáculo similar a cargo del rey Juan Carlos. Que está la cosa muy mala y si un formato funciona, hay que aprovechar el tirón. Y un rey se debe a su pueblo. Y su pueblo son sus televisiones y sus anunciantes. De toda la vida de dios. De dios en la tierra montado en un helicóptero y pirándose.

[“¡La bendición, la bendición!”, gritarían los fieles enfervorecidos desde la tierra al tiempo que el Papa emérito despegaba con su helicóptero y les hacía una peineta por la ventanilla]

Y, a todo esto, el domingo operan al Borbón: nuestro primer domingo sin Papa ni rey. Nos vamos a volver locas, ¡qué maravilla!

Les confieso que mientras veía al artista antes conocido como Papa Benedicto Equis Uve Palito no paraba de pensar en dos cosas: en 'Avon llama a su puerta' y en el rey Juan Carlos Palote. Se lo juro por lo más sagrado con zapatitos rojos, de verdad.

Contemplaba la despedida apoteósica del Papa don't preach (anymore) –ese representante de soluciones milagrosas para rostro, cuerpo, higiene íntima y alma– y me imaginaba la envidia que sentiría cualquier representante de Avon, consciente de que cuando abandone sus labores no tendrá un spa monjil esperando en las montañas. Putadón. Ni un spa con bollería artesanal ni un helicóptero a la puerta de casa. Dios será amor, pero no es Avon, claramente.