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La vida de Kobe Bryant en tres actos

Kobe Bryant durante su último partido con Los Angeles Lakers en el Staples Center. (Wally Skalij/Los Angeles Times)

Moha Gerehou

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En vida, Kobe Bean Bryant (1978-2020) siempre tuvo la capacidad de suscitar al mismo tiempo opiniones encontradas y unanimidades absolutas. Su legado como jugador de baloncesto le sitúa indiscutiblemente en el olimpo de la NBA, pero pocos coinciden en decidir el lugar que ocupa. Las opiniones sobre su juego oscilaron entre quienes le señalaban como un acaparador de posesiones y tiros frente a los que elogiaban su capacidad de echarse el equipo a la espalda cuando para el resto el aro se hacía pequeño. Socialmente hay quienes le echaron en cara cierta tibieza frente a lo que ocurría a su alrededor, mientras otros recuerdan el impacto de sus posicionamientos desde un altavoz como el suyo.

Todos esos debates se rebajan al nivel de chascarrillos tras el accidente de helicóptero en el que han fallecido tanto Kobe Bryant como su hija, Gianna Maria-Onore Bryant, cuando ambos se desplazaban desde la localidad californiana de Calabasas a una jornada de la Mamba Sports Academy fundada por el exjugador.

La NBA de los últimos 20 años no se puede entender sin su figura. No somos pocos los aficionados, jugadores, exjugadores, entrenadores y un largo etcétera los que podemos decir que la figura de Kobe Bryant nos impactó de varias maneras. Nos descubrió el baloncesto, nos hizo madrugar para ver sus partidos o simplemente - es un decir- nos hizo soñar con canastas imposibles y hazañas que creíamos propias de los tiempos de la televisión en blanco y negro. En la cancha lo fue todo pero fuera de ella, cabalgando convicciones y controversias, se situó en el plano de los iconos globales que trascendieron su profesión. Su impacto puede definirse en tres actos: la estrella del baloncesto obsesionada con ganar, el icono global que aprovechó su altavoz mientras cabalgaba controversias y el hombre que trabajó por dejar un legado más allá del basket.

Primer acto. “Si me ves peleando contra un oso, reza por el oso”

El 22 de enero de 2006 salí del instituto y, como siempre, me puse a comer viendo las noticias. A la hora de los deportes hablaron de la última hazaña del escolta que vestía la camiseta de Los Angeles Lakers: Kobe Bryant le había endosado 81 puntos a los Toronto Raptors, con el español José Manuel Calderón como testigo de excepción de un récord que solo tenía por delante los 100 puntos de Wilt Chamberlain en 1962.

A lo largo de su carrera hubo una frase que usó en varias ocasiones y que resume bien lo que él denominó como la mentalidad de la Mamba Negra (la serpiente venenosa con la que comparaba su juego y que adoptó como apodo): “Si me ves peleando contra un oso, reza por el oso”. Nunca se rindió, entrenó más duro que nadie para conseguir sus objetivos y tenía una obsesión por ganar tan grande que incluso se hicieron memes al estilo Chuck Norris de lo que podía llegar a hacer por la victoria. Los resultados de esa doctrina saltan a la vista: cinco anillos de campeón de la NBA, un MVP de la liga, dos medallas de oro olímpicas y mucho más en un palmarés casi inigualable.

Entre medias una voracidad anotadora pocas veces vista, su mítico enfrentamiento con su compañero de equipo Shaquille O’Neal, la pareja ganadora que formó junto a Pau Gasol o las constantes comparaciones con Michael Jordan. Ya en sus últimas temporadas las lesiones le machacaron, pero eso no impidió una retirada a la altura: se fue con el aplauso unánime de todas las canchas y un último partido para la posteridad en el que anotó 60 puntos para despedirse.

Segundo acto. “I can’t breathe”

En julio de 2014 Eric Garner, afroamericano de 43 años, falleció tras ser estrangulado por un agente de Policía que hizo oídos sordos a los once gritos de “I can’t breathe” (no puedo respirar) del hombre. Su muerte espoleó a la comunidad negra estadounidense y se sucedieron las protestas por todo el país. La NBA no fue ajena y Kobe Bryant fue uno de los jugadores que vistió la camiseta negra con el “I can’t breathe” inscrito en letras blancas. Resumió su postura atendiendo a los medios tras el partido: “Creo que si perdemos el valor de hablar claro por las cosas en las que creemos, perdemos los valores sobre los que se sostiene nuestro país”.

Socialmente trascendió las fronteras del baloncesto, pero eso no quiere decir que alrededor de su imagen obtuviera siempre un apoyo incondicional. Exactamente como en la cancha. Sus posturas políticas fueron firmes, pero no siempre entendidas, como en el caso de Trayvon Martin, cuando su opinión estuvo frente a la mayoritaria al cuestionar el papel de la población afroamericana en el caso.

Pero hubo un episodio que manchó su vida. En 2003 fue acusado de violación por una mujer de 19 años que era empleada en un hotel. Nunca negó lo ocurrido, pero frente a esos cargos él defendió que fue una relación sexual consentida. Finalmente el caso se cerró con un acuerdo extrajudicial y la decisión de la mujer de no testificar en el juicio a la que se sumó una disculpa pública del jugador.

Tras retirarse en 2016 del baloncesto, con 20 años de carrera a sus espaldas y sin el yugo de representar a un equipo, Bryant multiplicó sus posicionamientos sociales. Lo hizo en favor de Colin Kaepernick, el jugador de la NFL sancionado por arrodillarse cuando sonaba el himno de los Estados Unidos en protesta por la brutalidad policial hacia los negros. Pocos días antes de morir, en el día de Martin Luther King, recomendaba un libro para hacer llegar el legado del líder de la lucha por los derechos civiles a los niños.

Tercer acto. Querido baloncesto

Kobe Bryant estaba obsesionado con dejar un legado desde el baloncesto que trascendiera el propio juego. Y eso empezaba su hija Gianna Maria-Onore, conocida como Gigi, la segunda de las cuatro que tenía, y que falleció junto a su padre en el fatídico accidente. Bryant veía en ella a su sucesora en términos baloncestísticos, y cada vez más se les veía ambos disfrutar de los partidos de los Lakers en el Staples Center. A raíz de ello, en los últimos tiempos su apoyo al basket femenino había sido constante y fue una de las voces autorizadas que más trabajó públicamente por su reconocimiento. Un mes antes de la tragedia un vídeo de padre e hija comentando un partido en la grada se hacía viral en el mundo NBA.

2016 fue el año de su retirada ofical y el inicio de un prolífico perfil de impulsor de podcasts, películas y programas de televisión. No le fue mal, ya que se alzó con el Oscar en 2018 con 'Dear Basketball', una adaptación a corto de animación de la carta que publicó en The Players Tribune con motivo de su retirada. Apenas cuatro minutos de un relato dirigido, escrito y narrado por él que se llevó la estatuilla.

Parece que fueron las casualidades de la vida las que escribieron el último mensaje de Kobe Bryant en Twitter. Lebron James, nuevo ídolo de los Lakers, superaba este pasado 25 de enero sus 33.643 puntos en la liga, arrebatándole el tercer puesto en la clasificación histórica. No dudó en felicitarle.

Pero como si de una premonición se tratase, Lebron James llevaba inscritas las palabras “Mamba 4 Life” en sus zapatillas, y ahora esas letras cobran más sentido que nunca. Quedaba mucho por escribir en este tercer acto de una vida que vemos inesperadamente inacabada, pero que al echar la vista atrás no es suficiente para admirar un legado que perdurará para siempre en nuestra memoria.

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