25-M: el mayor proceso electoral del mundo
Nota de análisis de los editores de Agenda Pública
En poco más de tres semanas, tendrá lugar el mayor proceso electoral simultáneo del mundo. 500 millones ciudadanos de 28 países europeos podrán acudir a elegir sus representantes en el parlamento democráticamente electo más grande del planeta entre el 22 y el 25 de mayo. Solo la supera la elección a la Lok Sabha, la Cámara Baja de India, con un censo de 814 millones, aunque esta en realidad se trata un macroproceso formado por diversas fases cuya duración se prolonga durante cinco semanas.
Son muchas las críticas, y a menudo sólidamente fundamentadas, que se dirigen a la Unión Europea. Desde Agenda Pública nos hemos hecho eco –y nos seguiremos haciendo- de los argumentos teóricos y de los datos empíricos que sostienen esa perspectiva crítica hacia la democracia europea.
Sin embargo, todo ello solo puede entenderse desde la convicción de que la Unión Europea forma parte de una meta irrenunciable y de largo recorrido, la aspiración paneuropea que intuyó un austro-húngaro como Coudenhove-Kalergi, o el sueño europeo que solo un americano, como Jeremy Rifkin, podía valorar en toda su magnitud. Y también una realidad poliédrica, como nos recuerda Luuk van Middelaar en El paso hacia Europa, donde se admiten perspectivas casi opuestas sobre su significado y alcance: las que reivindican sus méritos y logros, las que alertan de sus límites e insuficiencias, e incluso las que manifiestan su escepticismo ante el proceso. Desde esa perspectiva plural, es necesario seguir explicando por qué Europa importa.
A menudo, observamos la UE como una realidad esencialmente económica, la Europa del 7-25-50, como nos recuerda J.I. Torreblanca: el 7% de la población mundial, el 25% de la producción, y el 50% del gasto social. Se trata de unas cifras que exigen un proyecto de sostenibilidad económica y social en un entorno cada vez más mundializado.
Pero la realidad socioeconómica europea no puede hacernos olvidar el gran logro de la UE tras medio siglo: la paz y la concordia entre tradicionales vecinos enemigos. No olviden estas cifras que nos recordaba Diego Beas: la Europa del 100-75-25. Hace 100 años del inicio de la Gran Guerra europea y 75 del estallido de la segunda gran guerra europea. Las dos cicatrices mundiales nacidas en Europa. Pero también hace 25 años de la caída del muro de Berlín, donde esas cicatrices empezaron a cerrarse. No estamos aún en condiciones de percibir todo el alcance de las repercusiones que tuvo el fin del telón de acero. La crisis de Ucrania solo puede entenderse en ese contexto, como nos han explicado Javier Morales y Rubén Ruiz.
El gran problema de la UE: el déficit democrático, que se ha hecho aún más complejo con la extensión comunitaria a casi todo el continente. Un déficit que amenaza la UE de convertirla en una seudodemocracia imperial. Aquella en la que grandes estructuras institucionales acaban sustituyendo la voluntad e los ciudadanos por complejas tramas de decisión y en la que la voz de los individuos se diluye ante poderes sin rostro mucho más eficaces.
Ciertamente, esta falta de voz en el proceso no es igual en todas partes. En el Eurobarómetro de noviembre de 2013 se observa cómo el 57% de los daneses considera que su voz es escuchada en la UE, por sólo un 18% de españoles que lo considera así. ¿Es la forma en la que se construye la voluntad nacional en su fase ascendente la que determina si la ciudadanía se siente más escuchada en la UE? ¿Existe el riesgo de que estalle un sentimiento de ‘impotencia democrática’ como algunos han identificado ya en países como España?
Por otro lado, la crisis financiera y las políticas de austeridad han intensificado la percepción de desconfianza en las instituciones europeas, y el descontento con sus resultados.
En este sentido, los resultados de los Eurobarómetros semestrales desde 2007 son tozudos: el porcentaje de europeos que confían en la UE cayó 26 puntos en cinco años, del 57% de mayo de 2007 al 31% del mismo mes de 2012. Al mismo tiempo, se ha deteriorado muchísimo la confianza que la ciudadanía tiene en sus respectivos gobiernos y la confianza en los gobiernos estatales descendió en estos cinco años del 41% (mayo de 2007) al 28% (mayo de 2012).
En este contexto de creciente desafección europea, la UE afronta un gran reto: superar la que aparece como la gran brecha del sueño europeo. La división norte/sur parece estar superando la vieja división este/oeste y, a su vez, absorbe dentro de sí misma otras brechas más sofisticadas (laborales, productivas, sociales, culturales…).
Como ha explicado nuestra editora Sonia Alonso, esta brecha se plasma en una creciente distancia en la insatisfacción con la democracia y en la confianza en partidos y gobiernos, en general, que se da entre las opiniones públicas del norte y el sur. Posiblemente este diferencial tiene que ver con la propia satisfacción de los ciudadanos con la calidad democrática en sus propios países, como sugiere un estudio de Pieterjan Desmet and Claes de Vreese.
Por otro lado, Sonia Alonso nos apunta que la evaluación de la justicia social en las democracias del Sur de Europa es alarmantemente negativa. Dos datos nos sirven para ilustrarlo: el 58,2% de los españoles considera que el gobierno está haciendo poco o nada para proteger a todos los ciudadanos contra la pobreza y el 59,7% considera que el gobierno está haciendo poco o nada para reducir la desigualdad de ingresos. En Portugal lo consideran el 69,2%.
En estas coordenadas tendrán lugar las elecciones del 22 al 25 de mayo en Europa. Las mayores elecciones del mundo.