Este lunes se publicaba que el jefe de Estado francés ha reclamado al primer ministro “formar un equipo de acuerdo con las directrices que se ha fijado para nuestro país”. Las dimisiones de ministros en Francia constituyen una pequeña parte de las salidas del gobierno (el 4,6% desde la 5 República, la mayoría por finalización del mandato).
La literatura sobre ejecutivos ha identificado tres grandes generadores de tensiones en la relación entre el primer ministro y los diferentes miembros del gobierno: la Eficiencia, la Selección adversa y el concepto económico conocido como Moral Hazard o riesgo moral.
En primer lugar, la relación entre el primer ministro y los miembros del gobierno se puede resentir cuando el ministro nombrado en una determinada posición para llevar a cabo una política propuesta por el líder del gobierno, no ejecuta o implementa eficientemente esa política. Es decir, se renuncia por los errores cometidos al realizar políticas. A diferencia de otros países como el Reino Unido, en Francia existe un incentivo mayor para abandonar el cargo si una política no ha sido exitosa, ya que constitucionalmente los ministros franceses son penalmente responsables de las políticas que llevan a cabo (artículo 68.1). Sin embargo esta disposición solo se implementó una sola vez, en 1999, cuando Laurent Fabius, Georgina Dufoix y Edmond Hervé fueron acusados de que no hubiera suficiente suministro de sangre. Otra de las razones por las que los ministros pueden ser acusados de poca eficiencia es el descubrimiento de escándalos financieros o personales. Si bien es cierto que este motivo no es una razón habitual de renuncia, ya que de los 39 escándalos documentados de ministros sólo 13 dimitieron de su cargo.
En segundo lugar, otra de las fuentes de tensión entre estos dos actores políticos es la selección adversa. En este caso pueden surgir dos tipos de tensiones entre los políticos. Por un lado, existe lo que la literatura ha llamado “los hambrientos de poder”. Se trata de políticos que han sido definidos como aquellos que tienen una ambición política muy intensa. Éstos demostraran una lealtad desmesurada por el líder principal para conseguir el cargo político que desean. A este tipo de político se le valora por la lealtad, pero no por ser experto o eficiente en una materia en concreto. Así que en última instancia no seria raro que este tipo de ministros pueda tener problemas en relación al primer punto. Por otro lado, aquellos ministros que son elegidos por ser expertos en un determinado campo muchas veces tienen preestablecidas unas preferencias políticas muy fuertes. Podría ser que dadas estas inclinaciones previas, sea mucho más difícil para los líderes de los gobiernos que estos miembros modifiquen sus preferencias para adaptarse a la línea general del gobierno. Así, es probable que sean los ministros más eficientes los que a la vez reten de una forma más intensa al líder del gobierno, y por ello que estas personas renuncien en mayor medida. En la historia francesa existen algunos casos ejemplares, como Jean-Pierre Chevènement, que resignó como ministro de Industria en protesta al cambio de política económica del gobierno de Mitterrand.
En tercer lugar está el riesgo moral. Se trata de un concepto económico que establece que a partir de la firma de un contrato se pueden crear incentivos perversos. Por ejemplo, el acto de firmar un seguro puede producir que la persona asegurada no actúe tan cuidadosamente como actuaría en el caso de no tenerlo. La misma lógica se aplica a las democracias parlamentarias. En la mayor parte de los casos el gobierno tiene una responsabilidad colegiada. Es decir que los ministros tienen incentivos para arriesgarse al realizar políticas, ya que si sale bien el ministro puede ganar gran parte del crédito, pero si sale mal también puede repartir los costes. Sin embargo, en los sistemas Presidencialistas se ha observado una tendencia diferente. En ellos se concibe a los ministros individualmente y no de forma colegiada. Por ejemplo, sabemos que las valoraciones de los ministros del gobierno Bush no estaban relacionadas con las valoraciones del Presidente del gobierno. El caso francés, como sistema semi-presidencialista, se encontraría a medio camino entre los dos sistemas. Si bien es cierto que encajaría mejor en este último ejemplo, ya que como hemos explicado anteriormente son los ministros individuales los que tienen una responsabilidad penal.
Dados estos motivos de dimisiones, podemos suponer que aunque haya diferentes condicionantes, como la opinión del jefe de Estado o la del partido de coalición del gobierno, el nuevo gabinete va a apostar más por la lealtad de los ministros que por su eficiencia.