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“En diez años lo raro será no tener autoconsumo en casa”
Defensor incansable de las energías renovables, Jorge Morales de Labra acumula dos décadas de experiencia en el sector eléctrico. Empresario, activista y divulgador, es capaz de explicar en un lenguaje comprensible al gran público los intríngulis de un sistema cuya complejidad esconde con frecuencia privilegios e ineficiencias que hinchan la factura de la luz. Este madrileño de 42 años dirige Geoatlanter, una pequeña empresa energética que genera y comercializa su propia electricidad, y forma parte de la junta directiva de la patronal fotovoltaica UNEF. Además, es vicepresidente de la Fundación Renovables y miembro de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético. Su primer y único libro hasta la fecha se titula Adiós, petróleo (Alianza, 2017).
Sentado en su luminoso despacho de Pozuelo de Alarcón (Madrid), Morales de Labra conversa con Alternativas Económicas en un momento de transformación del sistema eléctrico español. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha aprobado una serie de medidas para reducir la factura de la luz para familias y empresas, entre ellas la eliminación del llamado impuesto al sol, que gravaba desde 2015 el autoconsumo de familias y empresas, la suspensión temporal del impuesto del 7% a la generación eléctrica y la ampliación del bono social eléctrico para las familias vulnerables.
¿Por qué no deja de subir el precio de la electricidad en España?
La respuesta más sencilla es que hay quien quiere que no deje de hacerlo.
¿Quién?
Básicamente, es una responsabilidad de los Gobiernos, porque a día de hoy las fuentes de producción de electricidad que tenemos son mucho más baratas que las de antes. El precio debería estar bajando, no subiendo.
¿Y por qué no baja?
Porque la maraña legislativa que hay en el sector eléctrico favorece que se mantengan beneficios injustificados en algunas actividades.
¿Qué es lo que falla a la hora de fijar los precios?
Falla algo que es muy sencillo de entender: lo que pagamos los consumidores por la electricidad no tiene nada que ver con lo que cuesta producirla. Las reglas del mercado permiten a las empresas eléctricas vender agua a precio de champán, como está pasando en 2018. La producción hidroeléctrica, por ejemplo, se está vendiendo como si fuera de gas natural, que es la más cara que hay. ¿Cómo va a sancionar la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia a una empresa si las reglas le permiten hacerlo?
¿Cuándo se va a trasladar al consumidor el coste real de la producción de energía?
Cuando cambien las reglas del juego. Uno de los puntos del acuerdo entre PSOE y Podemos es eliminar los beneficios históricos de las grandes eléctricas y las grandes nucleares. Esto sería un cambio radical en la configuración de precios. Por primera vez en 20 años, los precios que pagamos van a tener que ver con los costes. ¿Puede ser que los costes suban? Sí. Este año están subiendo algunos en los mercados internacionales en los que España no tiene influencia: el petróleo, el gas natural, los derechos de CO2, el carbón... pero también es verdad que eso es solo una parte de la producción eléctrica. Por ejemplo, la producción hidroeléctrica no ha variado sus costes este año; incluso ha producido el 85% más que el año pasado. Supuestamente, eso debería haberse traducido en un ahorro para el consumidor final, pero si dejamos vender la producción hidroeléctrica al precio del gas, y encima el precio del gas es notablemente superior al del año pasado, lo que ocurre es que la empresa que tenga producción hidroeléctrica, si ya ganaba dinero el año pasado, este año se está forrando. Si se eliminan estos beneficios de ciertas tecnologías, que son injustificables, la cosa cambiará mucho.
¿Cómo lo notaremos en la factura?
El sistema eléctrico español tiene aún un 40% de producción fósil. Como este año esa energía se está pagando el doble que el año pasado, el consumidor lo nota inmediatamente. Si se plantea cambiar ese 40% por renovables, inmediatamente se va a visualizar el ahorro.
Usted es muy crítico con las ventajas competitivas que tienen las grandes empresas del sector. ¿Cuáles son estas ventajas y por qué se permiten?
Porque el legislador, cuando escribe la ley, presupone que en España hay competencia perfecta en todas las actividades y diseña un sistema idílico en el cual las cosas funcionan muy bien. El problema es que no se verifica la premisa en muchos de los subsectores. En algunos sí hay competencia, pero otros están muy lejos de tenerla. ¿Por qué a una hidroeléctrica se le permite vender a precio de champán? El sistema de fijación de precios mayorista en España funciona de la siguiente manera: la última central, aquella más cara necesaria para satisfacer la demanda cada hora, es la que fija el precio de todas las demás. Es el llamado precio marginalista, basado en un principio de competencia perfecta. Teóricamente, el modelo no es malo. No es una aberración plantear que el precio sea marginal; lo que es una aberración es plantearlo en un sector en el que no hay libertad de entrada en las centrales que son realmente las baratas, como son las nucleares y las hidroeléctricas, por dos razones bien diferentes: las primeras porque están fuertemente subvencionadas y las segundas, porque no hay posibilidades de competir. Ya no se puede anegar pueblos enteros para construir pantanos. Esa ventaja es insustituible.
¿Por qué España tiene muchas menos placas solares instaladas que Alemania, un país mucho menos soleado?
Porque la política de apoyo a la energía solar ha sido un completo desastre. Lo que ha hecho es destruir mercado en el país más soleado de Europa. En el año 2004, para favorecer la energía solar, el Gobierno creó una tarifa fija que pagaba la energía solar a un precio cinco veces por encima del mercado. El sistema no funcionó durante los años siguientes, pero la revolución tecnológica de la fotovoltaica hizo que los costes de producción bajasen notablemente y esa tarifa comenzó a ser muy rentable. De repente, solo en el año 2008 se instalaron más de 3.000 megavatios, cuando el plan era hacer 500 para el año 2010. Entonces el Gobierno de Zapatero cierra el grifo totalmente y se deja de construir fotovoltaica. No solo se puso fin a las ayudas a la fotovoltaica, sino que inició la desastrosa senda de los recortes retroactivos: al que ya tenía hecha la inversión y los paneles colocados se le dijo: “donde dijimos que te íbamos a dar diez te vamos a dar siete”.
Eso ha dado lugar a muchas demandas ante los tribunales...
En España se han perdido todas porque el Tribunal Supremo y el Constitucional han dado la razón al Gobierno. Básicamente, la tesis del Supremo es que quienes hicieron la inversión tendrían que haber previsto que el Gobierno podía cambiar las reglas del juego si los precios de la luz subían más de la cuenta. Es decir, que el interés general permite al Gobierno de España hacer casi cualquier cosa con el sistema eléctrico.
¿Y la justicia internacional qué dice al respecto?
La Carta de la Energía, un tratado firmado por el Reino de España, garantiza a los inversores extranjeros que no va a haber cambios retroactivos en las reglas del juego. Los inversores están exigiendo directamente una compensación ante el centro de arbitraje del Banco Mundial, y es ahí donde España está perdiendo la mayoría de los pleitos.
Parece que el Gobierno de Pedro Sánchez es más favorable a las energías limpias que el anterior. ¿Qué lo hace distinto?
No tiene absolutamente nada que ver la posición de la actual ministra, Teresa Ribera, con la de los dos ministros anteriores. Es la ministra mejor formada que he conocido y está a años luz de los demás en cuestión de ámbito energético y de cambio climático. El real decreto-ley aprobado en octubre es un cambio de rumbo, un punto de inflexión. Va en la dirección opuesta a lo que se ha hecho en los últimos seis años en España.
¿Es suficiente la ampliación del bono social eléctrico aprobada por el Gobierno para garantizar el suministro a las familias más vulnerables?
Claramente, no. Es mejor que el que teníamos antes, de 2017, que a su vez era mejor que el primero, de 2009, pero queda mucho camino por recorrer para erradicar la pobreza energética en España, que debería ser el objetivo de un país desarrollado como el nuestro.
¿Qué se puede hacer para conseguirlo?
Hay varios cambios encima de la mesa, como la creación del bono térmico, al que yo llamo cheque calefacción. Por primera vez va a haber una ayuda directa del Estado a las familias vulnerables para poder calentarse en invierno. El concepto de pobreza energética no es fácil de definir, pero tendemos a pensar que cuando una familia no puede mantener una temperatura adecuada es cuando hay que ayudar. También es muy importante para el bienestar de la gente que no se interrumpa el suministro eléctrico: que los niños puedan estudiar en casa, que se pueda lavar la ropa en la lavadora y tener conexión a Internet. Lo verdaderamente llamativo es que hasta ahora no hubiera un bono para la calefacción. Yo soy partidario de que ese cheque calefacción se extienda al resto de actividades del sector energético.
¿Cómo funcionaría?
En lugar de un descuento en la factura de la luz, sería conveniente que cada persona pueda elegir en qué fuente de energía quiere gastarse el cheque. Eso incentivará la eficiencia. Una familia vulnerable que necesite, por ejemplo, 600 euros al año para poder calentarse, moverse, iluminarse y cocinar, recibiría un solo cheque y buscaría la mejor vía para pagar lo menos posible. A diferencia del bono social eléctrico, el cheque energético debería tener como únicas referencias la renta familiar y el número de personas que viven en cada hogar. Si finalmente se sube el impuesto al gasóleo, va a tener un impacto directo sobre familias que no tienen dinero para cambiar de coche. Mucha gente tiene que hacer muchos kilómetros diarios para ir a trabajar porque no puede pagar una vivienda en la ciudad y tiene un vehículo diésel con más de 100.000 kilómetros. Si con el nuevo impuesto se van a recaudar 2.000 millones más, parte de ese dinero se debería redistribuir en función de la renta. No es lo mismo subirle 10 céntimos el diésel a un señor que tiene un Porsche Cayenne que al que tiene un Renault Cinco. Eso con el cheque energético conjunto se podría compensar.
Por fin se ha derogado el llamado impuesto al sol, que gravaba el autoconsumo ¿Qué efecto va a tener la medida?
El giro es copernicano, pues decimos adiós a la regulación por autoconsumo más restrictiva del mundo. Era prácticamente imposible hacer nada. Las empresas que han decidido hacer autoconsumo durante los 1.092 días que ha estado en vigor el impuesto al sol han sido muy valientes. Se las ha sometido a unas condiciones muy difíciles para sacar adelante los proyectos.
¿Vamos a ver un rápido aumento del autoconsumo?
No va a ser inmediato, pero me atrevo a pronosticar que en 10 años lo raro será no tener autoconsumo en casa. Si se desarrolla adecuadamente el autoconsumo compartido, y los mimbres para hacerlo están en la ley, se puede conseguir perfectamente.
¿Cuánto se puede ahorrar una familia que instale paneles solares en casa?
Depende mucho del tipo de tejado que tenga y del tipo de familia que sea. En el autoconsumo no salen los números porque tú hagas negocio vendiendo energía, sino porque ahorras en tu factura. La clave es el grado de solapamiento entre la curva de producción del panel solar, que es siempre en forma de campana, y tu curva de consumo. Si estás gran parte de la tarde consumiendo electricidad en casa, estás consumiendo todo el sol de la tarde y, por tanto, la rentabilidad va a ser muy alta; es fácil que superes el 50% de descuento en la factura de la luz. Y no digamos si te pasas en casa el fin de semana entero: el porcentaje de autoabastecimiento es altísimo y, por tanto, la rentabilidad también es altísima. En cambio, si no suele haber gente en casa durante el día y no llegas a casa antes de las ocho de la tarde, o si pasas fuera de casa buena parte del fin de semana, el porcentaje de autoabastecimiento es mínimo y es muy difícil conseguir un ahorro de más del 20%. No es lo mismo alguien que tenga mucho tejado para dimensionarse adecuadamente que alguien que tenga restricciones para utilizar el tejado.
La inversión en una instalación solar doméstica sigue siendo alta...
Mucho menor que hace 10 años. Y mucho menor quiere decir 10 veces menos, y todo apunta a que va a seguir bajando. La cuestión es si merece la pena esperar a que baje más o invertir ya, y esta respuesta no es sencilla. Hay que ver en qué medida te interesa seguir pagando más en la factura, y durante cuánto tiempo, en función del ahorro adicional que luego te va a suponer hacer una inversión menor el año siguiente. Si el ritmo de bajada del coste de la instalación es del 20% anual, merece la pena esperar. Si no, no. Este año seguramente va a haber un 20% de caída en los precios, pero el año que viene no esperamos una bajada tan alta. Quizás no interese retrasar la inversión.
¿Qué consejos puede darle a las familias para reducir lo más posible su factura eléctrica?
Básicamente, no hacer caso a los cuentos de los comerciales interesados, acogerse a la tarifa oficial, y dentro de esta a la discriminación horaria, y ajustar al máximo la potencia contratada.
¿Cómo se debería fomentar el uso masivo las renovables?
Seguridad jurídica y adaptar el mercado al producto. Al contrario que las fósiles, las renovables tienen un precio previsible, y aunque requieren de una inversión inicial, no tienen costes de explotación. Se necesita un gran esfuerzo inversor, pero a largo plazo. No es el pelotazo de comprar petróleo a Arabia Saudí a un precio y venderlo aquí al doble. El tema es: yo invierto miles de millones, los dejo ahí y al cabo de 10 o 15 años acaban siendo rentables. Son modelos de negocio a largo plazo que hay que fomentar adecuadamente con la legislación.
¿Cuándo nos abasteceremos de electricidad solo con energía limpia?
El Acuerdo de París marca una moratoria para el año 2050 para la energía fósil, y yo creo que en 20 años estaremos muy cerca de lograrlo. Los últimos pasos van a ser difíciles. Convencer a un político de que un sistema funciona solo con renovables no va a ser sencillo. Van a querer tener una central de gas por si acaso. Seguramente ocurra durante mucho tiempo. A la gente que no se fía de esto hay que dejarle cierto margen hasta que se dé cuenta de que no hace falta.
¿Qué le parece la idea de prohibir los coches con motor de combustión a partir de 2040?
Mucho antes de 2040 la inmensa mayoría de coches vendidos deberán ser eléctricos si queremos cumplir con el compromiso de París de descarbonizar nuestra economía en 2050. Las cifras son demoledoras: tenemos un parque de 24 millones de turismos y se venden 1,2 millones al año, luego para cambiar todo el parque (el actual sólo tiene un ridículo 1 por mil de coches eléctricos) necesitamos 20 años. La prohibición en 2040 es una señal necesaria para concienciar a compradores y vendedores, pero no suficiente para cumplir nuestro objetivo.
¿Y las medidas para restringir el acceso de los automóviles al centro de las ciudades?
Muy necesarias. Los estudios epidemiológicos hablan de 9.000 muertos al año por la contaminación atmosférica, una barbaridad. Es una obligación restringir el tráfico. Se pueden mejorar los protocolos, que están recién implantados. Por ejemplo, no todos los coches considerados eco son poco contaminantes. El coche de gas contamina la mitad que un diésel, pero contamina. Hay que cambiar las etiquetas eco, porque algunos ecos son más eco que otros. Hay marcas, por ejemplo, que fabrican híbridos que son verdaderos monstruos, algunos con 500 caballos que tienen adosada una pequeña batería. Al tener esta batería ya tienen la etiqueta eco. No me parece serio. Por otro lado, los Ayuntamientos deben aprobar dos medidas fundamentales: que el transporte público use exclusivamente energía limpia y que se construyan más aparcamientos disuasorios para que la gente que viva en las afueras pueda entrar en la ciudad en transporte público. En Madrid va a haber muchas quejas en este sentido cuando comiencen las restricciones.
[Esta entrevista ha sido publicada en el número de 64 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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